En el transporte público capitalino no solo se venden dulces, esferos o libros con recetas de cocina, también se dan clases sobre los valores esenciales de la paz.
- Cristian Cruz, poeta y escritor. Fotos: Santiago Mesa.
Cristian Cruz trabaja en los buses. No gana más de 20 mil pesos al día. Si vendiera dulces o esferos, incluso, si contara historias trágicas sobre alguna enfermedad o calamidad familiar, reuniría más dinero. Pero él, consciente de que no hará mucho dinero, y a pesar de los frenazos y la indiferencia propia del transporte público, le apostó a educar para la paz.
Este poeta y escritor, como se denomina, lleva cinco años montándose a buses de todas las calañas: TransMilenios, ejecutivos, ‘dietéticos’ y hasta diminutos colectivos. “Empecé mostrándole a la gente mi literatura y mi poesía, pero al ver que en Bogotá las personas no eran capaces de escuchar, ni valorar a otro ser humano, decidí convertir los buses en espacios de integración constructivos y culturales. Cuando una persona no escucha, hay guerra”, revela.
Para Cristian, subirse a un bus es enriquecedor. Sin embargo, explica, “muchos piensan que con lo que hago en los buses me estoy “degradando” como ser humano”. Sus padres nunca lo han apoyado en su labor. Por el contrario, confiesa, lo han excluido y demeritado porque con su trabajo no conseguirá carro y casa, sinónimos del éxito en su familia. “Yo he sacrificado muchas cosas por ayudar a construir país y por intentar cambiar los comportamientos nocivos de los bogotanos”.
Dice que la paz no es asunto exclusivo de los políticos. “A los colombianos se les ha olvidado que la paz comienza desde adentro, desde como uno se sienta en su interior y desde el buen trato a las personas. Construir paz en nuestra responsabilidad, no la del gobernante o el guerrillero. La paz y la guerra están dentro de nosotros”.
Para Cristian, la indiferencia, la ignorancia, la falta de cordialidad y la desunión son los principales cánceres de la sociedad y las razones de la guerra. “Los colombianos sueñan con que se firme la ‘paz’, pero no la hacen. Muchos creen y defienden el proceso de paz de La Habana, por ejemplo, pero cuando están en un recinto o en la calle le dan la espalda a la persona que se les acerca a hablar. Eso no es coherente. El ejemplo se ve en los buses”.
Cuando sube al transporte público combate esos males. Si durante su intervención ve que una persona es indiferente, no saluda, no mira a los ojos, no escucha y no agradece, él la aborda, la enfrenta y la bautiza con la expresión ¡Plop!, de las historietas de Condorito. “Oye, tu eres un ¡Plop!, te estoy hablando de escuchar pero no escuchas”, le grita Cristian al pasajero desdeñoso.
Su imprudencia para algunos, o su honestidad para otros, le ha valido agresiones y traslados a varios Comandos de Atención Inmediata (CAI). “La verdad dicha directamente a los ojos, duele. Por eso a muchas personas no les gusta lo que hago. La gente cree que los únicos que deben decirle la verdad al pueblo son los presidentes y los alcaldes. La responsabilidad de descubrir la verdad se la relegamos a otros”.
La indiferencia de las personas, resalta Cristian, se debe a la ignorancia. Cuando hay ignorancia, afirma, es cuando surge la violencia. “Las personas que son indiferentes son aquellas que no escuchan y que están metidas en su mundo, sin interés de conocer cosas nuevas. Si uno se mete con esa clase de gente reaccionan de forma violenta. La indiferencia, en síntesis, es el traje bonito de la ignorancia y la frialdad de despreciar lo que nos rodea”.
Según Cristian, las pequeñas cosas de la vida, enmarcadas en la cordialidad, determinan el hecho de que haya paz o conflictos. “Al subirme a los buses y decir que es importante sonreír, saludar, dar las gracias, pedir permiso, pedir el favor, hablar con prudencia y escuchar con humildad, la gente dice ‘¡ey! este man está loco”.
“Lo que hago en los buses, tratar de educar para la paz, es muy difícil. Es como sembrar una flor en un desierto”, manifiesta.
También, la clave para que haya paz, le dice Cristian a sus oyentes, es la unión. “Si desaparece la indiferencia hay unidad, y si hay unidad se valora al otro como ser humano. Hay que hacerle entender a la gente que generar unión es la forma más efectiva de proteger nuestra dignidad. Ahí, aparece la paz”.
“Mi concepto de paz es tener dignidad. Tenerla dentro de un espacio, un ecosistema. Paz es tener dignidad cuando se come, cuando se duerme y cuando se camina por la calle”, sostiene. Además, afirma que se ha perdido la importancia de ser amigos y que por eso hay conflictos.
Los discursos de Cristian, cada vez que incursiona en un bus, son diferentes y se rigen de acuerdo al comportamiento de las personas. “Si veo que la gente, al subirme, es buena receptora y está conectada, yo les regalo toda mi esencia para ser un buen emisor: les brindo literatura, historia, ortografía y humor. Por el contrario, si las personas son indiferentes, las enfrento”.
Este poeta no se considera un predicador ni un político. “Yo no tengo un discurso armado cuando me subo a un bus. Un discurso preparado es politiquero y sugestiona a las personas. Además, es una prédica que se hace sin emoción y efervescencia”. Para Cristian, es importante la comunicación honesta y genuina para evitar rencores.
Su poesía ‘Si yo fuera colombiano’ resume, en gran medida, sus convicciones, sus enseñanzas y su amor por Colombia.
SI YO FUERA COLOMBIANO
Si yo fuera colombiano…
Recordaría con mis actos la paz
La solidaridad, sinceridad, la calma, la prudencia
La humildad y sobre todo la igualdad.
Si yo fuera colombiano…
Amaría cada centímetro de mi tierra,
Y soñaría entre su inmenso y hermoso atardecer
Y alzaría mi voz hasta las lejanas estrellas
Más dormiría creyendo que mi pueblo
Por fin encontró la libertad.
Si yo fuera colombiano…
Construiría sonrisas sobre el asfalto
Y regalaría lúcidas enseñanzas con mis acciones.
Si yo fuera colombiano…
Dejaría de ignorar al que creo que la vida no le sonrió
Más con nobleza lo escucharía.
Si yo fuera colombiano…
Amaría la intención de aquel que olvidó la indiferencia
Y se refugió en el dulce acto de servir.
¿Pero cómo podría ser realmente colombiano?…
Tal vez la simple forma de regalar lo mejor de mí…
A quienes me rodean.
Les dejamos un video del trabajo que Cristian, día a día, realiza en el transporte público de Bogotá.