En entrevista con PACIFISTA!, el abogado Daniel Mendoza Leal habla de la controvertida serie que escribió sobre las supuestas relaciones de Álvaro Uribe Vélez con el narcotráfico, de la investigación y de la teoría que pone al expresidente al mando de un aparato organizado de poder.
¿Qué es un matarife?
Según el diccionario es una persona que mata reses u otras especies y las descuartiza. Esta palabra le pareció apropiada al periodista Gonzalo Guillén, quien dirige el medio digital La Nueva Prensa, para referirse al expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez.
“En mis trinos me refiero a Uribe como ‘matarife’, expresión que tomé del gran escritor cubano-español Carlos Alberto Montaner, quien con esa misma palabra se ha referido en sus escritos al tirano Raúl Castro. Me parece que les viene como anillo al dedo tanto al sátrapa caribeño como (muy principalmente) a Uribe”, explicó Guillén en un texto que publicó en su medio, cuando le llegó una tutela en la que le pedían rectificar el sobrenombre que le puso al expresidente.
No lo hizo. La respuesta de Guillén a esa tutela fue otra tutela. En octubre de 2018, un juzgado de Bogotá tumbó la tutela de Uribe y señaló que Guillén puede referirse al hoy senador como ‘Matarife’ porque está ejerciendo su derecho a opinar. En ese proceso jurídico lo apoyó el abogado y criminalista Daniel Mendoza Leal, quien también es periodista de La Nueva Prensa.
Guillén y Mendoza, junto con Julián Martínez, han investigado la vida y los movimientos políticos del Álvaro Uribe en las últimas décadas, y también los del uribismo. Su trabajo más reciente fue la ‘Ñeñepolítica’, la presunta compra de votos por parte de un testaferro del narcotráfico conocido como el ‘Ñeñe’ Hernández a favor de Iván Duque en las elecciones presidenciales del 2018. Una investigación que tuvo enorme protagonismo en la agenda informativa hasta que llegó el Covid-19 y puso en hold ese y otros temas.
Pero desde hace una semanas, Mendoza ha logrado captar la atención más allá del virus con el lanzamiento de ‘Matarife, un genocida innombrable’. Por su trailer y por las imágenes publicadas en redes sociales, se anticipa que la serie tratará de la supuesta relación del expresidente Uribe con el narcotráfico. En un video promocional, Mendoza dijo: “…Ustedes verán Matarife, la historia de Álvaro Uribe, este genocida innombrable, que la mafia nos puso de presidente en Colombia (sic)”.
PACIFISTA! contactó a Daniel Mendoza Leal para hablar de su ‘Matarife’, de la investigación que le trae acumulada a Uribe y a su entorno y de las expectativas del producto final que se verá al aire este viernes 22 de mayo a través de WhatsApp. Pero también charlamos sobre algunos spoilers, lo que la gente ya quiere ver: los supuestos vínculos del expresidente con la familia Ochoa y con el Cartel de Medellín.
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Hay muchos periodistas que ya han investigado la vida y las relaciones de Álvaro Uribe, ¿de dónde nace la idea de hacer una serie que vuelve a escarbar en la vida de Uribe?
Todo empieza en el club El Nogal. A mí me inician un proceso disciplinario por escribir, por denunciar vínculos de la junta directiva con el paramilitarismo, con la corrupción; y por exponer negocios que hacían para recibir plata por contratos, por exponer sobrecostos. ¿Yo por qué hice esto? Porque yo me empecé a dar cuenta de que había unas relaciones entre el narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción con la élite colombiana que estaban en el club El Nogal.
El club El Nogal es, digamos, una élite empresarial. Y yo me empecé a dar cuenta de que había una serie de relaciones o vínculos estrechos entre esa élite y la generación de violencia en Colombia. Entonces comencé a denunciar esos vínculos en una serie de artículos y me echaron. Ninguno de los socios afectados que yo denuncié me denunció por injuria y calumnia, porque todo lo que yo decía era verdad, pero entonces lo que hicieron fue echarme del club. Porque ese club tiene muchos rabos de paja. Mucha gente está vinculada con las mafias, con las diferentes mafias colombianas. El club prefirió no depurarse, no decir “echamos a lo que él (Daniel) está denunciando”, sino que lo echamos a él porque acá hay mucho delincuente de corbata y empresario que lava dólares. Todo esto lo denuncié en mis artículos.
Ellos en el proceso disciplinario me sancionan exclusivamente por escribir, no porque yo haya llegado borracho —yo no tomo—, no porque haya insultado a un mesero, no porque me haya dado puños con un socio. No, por escribir y denunciar el paramilitarismo en el club El Nogal.
Cuando pasa eso, yo sigo investigando la relación de esa élite con estructuras de poder. Yo lo que ya venía averiguando era la relación de Álvaro Uribe Vélez con esa élite del Nogal. Entonces me intereso por la vida de Uribe y me doy cuenta de que es un personaje que ha manipulado ese tipo de élites desde que empezó su carrera política. Entonces yo lo que veo, estudiando la vida de Uribe y la relación con esas élites, es que Uribe proviene del narcotráfico.
Pero entonces, ¿cuál se supone que es la historia de la relación entre Uribe y el narcotráfico?
Uribe no es que sea como otros presidentes de América Latina que han tenido relación con el narcotráfico. Uribe es diferente a todos esos presidentes. No es que no tenga relación con el narcotráfico, es que Uribe es un narcotraficante. Pero es un narcotraficante de genética. Es pariente de la familia Ochoa. Su mamá (Laura Vélez Uribe) era la hija de Martín Vélez Ochoa, primo de Fabio Ochoa Restrepo (caballista antioqueño y padre de los narcotraficantes Juan David, Jorge Luis y Fabio, integrantes del Cartel de Medellín); su papá fue testaferro de los Ochoa. Eso yo lo digo porque se lo sostengo, lo he estudiado y todo lo tengo documentado. Y lo que quiero es que después de cada capítulo de ‘Matarife’ se arme el debate, porque sé que saldrán muchos periodistas a decir: eso es verdad. ¿Por qué? Porque cada dato de los capítulos ya se ha debatido, ya se ha dicho.
Uribe no puede negar su parentesco con los Ochoa, Uribe no puede negar su cercanía —un poco más lejana— con Pablo Escobar. Hay unos lazos muy estrechos y eso se evidencia documentalmente en la vida de Uribe con Fabio Ochoa Restrepo.
¿Usted cree que Fabio Ochoa Restrepo fue determinante en la carrera política de Uribe?
Fabio Ochoa Restrepo viene siendo el que le traza el destino a Uribe de una forma muy visionaria. Eso está documentado en un libro del mismo Ochoa Restrepo. Digamos, él era el padrino del Cartel de Medellín, porque Pablo Escobar era el capo de capos del Cartel, pero el mecenas del Cartel, el más venerado era Fabio Ochoa Restrepo. En su libro Mi vida en el mundo de los caballos (1988) dice de Uribe que “es un gran chalán”. ‘Varito’, lo llama así. Y que tiene talla presidencial. Una copia de ese libro, fotocopiado, llegó a mis manos.
Lo dijo el viejo Ochoa porque en esa época el narcotráfico lo gobernaba todo: ponía alcaldes, gobernadores, de todo. Entonces el viejo Ochoa sabía que con el poder que acumulaba y con la inteligencia y el afán de estudio de Uribe –porque sí era estudioso- podían proyectar a ‘Varito’ como presidente. Y lo proyecta porque con el dinero del narcotráfico podría ser presidente. Lo proyecta de chiquito.
El libro Mi vida en el mundo de los caballos, que es un libro muy mal escrito, es muy genealógico. Ahí aparece la relación de la mamá de Uribe con los Ochoa. Después, genealogistas sacaron esa relación. Pero no solo es pariente de los Ochoa por parte de la mamá, hay otros familiares que están vinculados con los Ochoa. Pero lo que sí es cierto es que Uribe no solo era pariente sino que lo querían los Ochoa, lo apoyaban y lo apoyaron en la carrera como se vino a saber en cables diplomáticos de Estados Unidos. Ya los gringos sabían que los Ochoa le habían dado plata a Uribe para sus campañas a la Gobernación de Antioquia y a la Presidencia. Que siempre lo apoyaron económicamente. Entonces es un hecho corroborado.
Pero cómo habría ingresado Uribe a la mafia…
Bueno, la mafia mata al director de la Aeronáutica Civil, a Fernando Uribe Senior. Un tipo muy decente, su labor la cumplió cercenándole las licencias y las pistas a la mafia. Poniéndole un freno a la mafia. Esa época era uno de los cargos más peligrosos de Colombia. Lo matan para nombrar a Uribe Vélez. Es que él (Uribe Vélez) no era un discípulo, era del Cártel de Medellín. Por eso los gringos dicen que es el narcotraficante número 82.
La mafia lo puso en la Aerocivil, luego en la Gobernación (de Antioquia) y luego de presidente. Y ahorita está de presidente nuevamente con Iván Duque. Es un hecho incuestionable. Y a partir de mi formación como criminalista empiezo a ver que lo que Uribe ha montado es un aparato organizado de poder.
¿A qué se refiere específicamente cuando menciona a un “aparato organizado de poder”?
Es una teoría jurídica que, en últimas, para no irme o adentrarme en lo dogmático, estructura la responsabilidad de una persona o de varias en una corporación criminal dentro del Estado o el Gobierno. Digamos: cuando Uribe entra en la Aerocivil es un mafioso más que lo pusieron en ese cargo para que ejecute sus funciones, las funciones que la mafia le otorga y requiere de él. Como Pablo Escobar con la comercialización de la droga o Carlos Ledher con sus aviones… Cada quien con su ‘departamento’. Uribe tenía el departamento político. Tramitaba las licencias de vuelo. En los ochenta, cuando el Cartel de Medellín empieza a abrir sus rutas de comercialización y cuando comienza esa rumba en Estados Unidos donde todos querían perico, el Cartel se vio en un problema grande: necesitaban pistas y avionetas que llevaran droga y trajeran los dólares. Necesitaban urgente a un tipo como Uribe.
Según eso Uribe fue clave para el Cartel de Medellín…
El Cartel de Medellín no hubiese crecido tanto si Álvaro Uribe Vélez no hubiese estado en la Aeronáutica Civil. Uribe llega a la Alcaldía de Medellín, le ayuda a Escobar con el programa Medellín sin tugurios; le ayuda a tramitar todas las canchas de fútbol. Lo echan de la Alcaldía, lo echa Belisario Betancur, aunque Belisario también lo había nombrado. El papá (de Uribe) le había comprado un cuadro por 2 millones de pesos de la época, un cuadro asqueroso según el maestro Fernando Garavito, periodista que le tocó exiliarse y terminó muerto en extrañas circunstancias (la tesis más apoyada a la realidad es que lo asesinaron). Eso lo dice en su libro El señor de la sombras.
Entonces yo ahí empiezo a ver a un mafioso trabajando para la mafia en un cargo público. Uribe no se ha desprendido en realidad de su función dentro de la estructura mafiosa criminal. Cuando él llega a la Gobernación de Antioquia y estructura las Convivir inicia el aparato organizado de poder que tiene montado en Colombia desde hace 30 años.
Ahí ya vemos cómo a través de un ente gubernamental se gestan los cimientos de una estructura que muy probablemente él no dirige, pero que ordena en todas sus pequeñeces. Es una corporación que tiene sus departamentos pero que él no ordena en cada uno. Ahí se evidencia un aparato organizado de poder. Es como decir: Henry Ford está sentado en su poltrona gerencial, pero no es él quien atornilla las tuercas de los carros.
¿Y por qué nunca han llegado a desmontar el aparato al que se refiere?
El aparato organizado de poder siguió funcionando. Y cuando el uribismo volvió al poder, ese aparato cogió una fuerza impresionante.
Ese aparato de poder no lo van a condenar ahorita. Es la historia y el pueblo quien lo puede condenar. Por eso es que Uribe le tiene tanto miedo al pueblo. Cuando el pueblo suba al poder, obvio que la van a investigar. Pero ahora él está sostenido de su aparato de poder. Ahora en el Estado todo aparece legal. La gente dice, ¿cómo es que no lo han condenado? Pues él maneja todo: Congreso, jueces, fiscales… Es muy jodido, todo lo estanca. Todo lo que vaya en contra de su aparato lo frena. Los únicos que pueden acabar con esto son los colombianos. Si se le paran, si le dicen “¡ni mierda más!”
Vea, ese aparato de poder es una hormiguita al lado del pueblo. Y Uribe es un hormiguita. Uribe le tiene culillo al pueblo. El pueblo se tiene que despertar, anda dormido.
Bueno, el año pasado hubo una ola de protestas sin precedentes contra el Gobierno. ¿No es muestra de que está despertando?
Claro. Y ahí las redes sociales son muy importantes porque la gente se empieza a expresar. Este fenómeno de las redes genera una fuerza en la conciencia colectiva. Cada ama de casa, cada estudiante, cada trabajador se vuelve una forma de difusión de sus problemáticas. Y se convierte en una entidad crítica cuando antes no lo era, cuando antes la gente no podía cuestionar. Los que antes cuestionaban eran los medios de comunicación, que también hacen parte de ese aparato organizado de poder. Los grandes medios, quiero resaltar esto, son tornillos de ese aparato. Y por eso es que esos tornillos difunden la información que le conviene a ese aparato de poder.
¿Quiénes más hacen parte de este entramado?
Por ejemplo —y no me edite esto que voy a decir porque me puede generar problemas con colegas—, yo estoy de acuerdo con que no se puede confundir al abogado penalista con el cliente, ni más faltaba. Soy penalista y criminólogo y he defendido a gente que ha cometido errores. El penalista no se puede confundir con el cliente. Y toda persona tiene derecho a su defensa. Un mafioso tiene derecho a ser defendido. Un paramilitar tiene derecho a ser defendido. Incluso, hasta Álvaro Uribe Vélez tiene derecho a contar con un abogado y a que lo defienda. Pero, ¿cuándo empiezan los abogados a hacer parte de ese engranaje? Cuando abusan del derecho, cuando inician procesos.
El evidente abuso del derecho se ve en los procesos que inician los abogados de Uribe contra tuiteros, que son muchachos universitarios, muchachos que se dedican a opinar. Les inician unos procesos aberrantemente inconstitucionales. Los amedrentan con esos procesos. Les llegan los abogados de yate, de avión y de Rolex, completamente prepotentes, a esos muchachos. Pues se asustan. “Ay sí, yo no vuelvo a decir nada de Uribe”. Les callan la boca.
Pero cuando ellos se enfrentan a gente que sí sabe de derecho como cuando Uribe demandó al periodista Gonzalo Guillén porque le dijo ‘Matarife’, mafioso y paraco —proceso que yo le gané—; cuando Jaime Lombana nos demandó a Guillén y a mí y le ganamos; cuando Amylkar Acosta también nos demandó y le ganamos, eso es otra cosa. Cuando uno conoce la jurisprudencia de la Corte Constitucional sobre el derecho a opinar, de que una cosa es la información y otra la opinión, ahí sí lo dejan a uno quietecito. El derecho no está para abusar de él. El derecho no está para amedrentar a unos muchachos, a medios alternativos. No. El derecho no está para eso.
Hablando de eso… lo han señalado de mentiroso, falto de rigor y de no tener documentación. Es casi seguro que vendrán demandas por lo que contará en ‘Matarife’, ¿cómo está preparado para eso?
Primero, la serie es imparable. La serie está en YouTube y la serie circulará por WhatsApp. La serie es una producción en la que están varios países. Yo me limité a aportar mis artículos de La Nueva Prensa y a hacer los guiones. Pero eso no significa que estoy sacando el cuerpo. Lo que más me gustaría es que Uribe me denunciara. De entrada le digo una cosa: todo está basado en mis artículos, artículos que conoció Uribe y hasta por los que me bloqueó en Twitter. Me mandó después un mensaje directo diciendo que soy un escritor de infamias. Artículos por los cuales nos denunció a través de una acción de tutela que le ganamos. Cada frase de esos artículos está sustentada y corroborada. Además, como es una serie histórica, es un recuento de hechos que han narrado otros periodistas, que están soportados en artículos de medios como El Tiempo o El Espectador; en artículos de periodistas muy reconocidos como Yohir Akerman, Daniel Coronell, Julián Martínez y Gonzalo Guillén. También soportados por notas de prensa, documentales, expedientes… Es decir, si él me denuncia por algo yo podré demostrarlo.
O sea que sí está listo…
Lo interesante de la serie es que no dice nada nuevo, no es una serie con chivas o revelaciones. Noooo… Es que la gente se ha olvidado de cosas. El problema de la conciencia colectiva es que se le acaba la memoria muy rápido. Son archivos públicos. Información pública. Me ha quedado muy fácil rastrearlos porque estoy al lado de dos personas que le han investigado la vida a Uribe como es Gonzalo Guillén y Julián Martínez, que son unos investigadores buenos, los mejores periodistas del país.
OK. Si no revela algo nuevo, igual es un tema delicado: usted señala a narcos, políticos, élites… ¿teme que le pase algo?
Claro, y cómo no temer si estamos dentro de un aparato organizado de poder. Pero cada vez uno se va enterando de las piezas. Yo no sabía quién era Daniel Palacios, el actual director de la Unidad Nacional de Protección (UNP). Vine a saber de él cuando las Águilas Negras y la Oficina de Envigado dijeron que nos iban a matar. Un senador recibió la información de una fuente: oigan, van a asesinar a los periodistas de La Nueva Prensa por lo de la ‘Ñeñepolítica‘.
Funciona la fábrica de muerte de Uribe porque diez días antes, el 10 de marzo, saca un comunicado diciendo que soy un subversivo —implícitamente dice eso—. Y llama a sus seguidores a tomar acciones en contra mía. Cuatro días después, si no es por un informante de un senador que le dice que la Oficina de Envigado y las Águilas Negras van a matarnos, a mi me matan.
Entonces le pedí a la UNP que me proteja, pero tuve problemas con lo que me enviaron. La UNP me tiene jodido. Empiezo a investigar y veo que eso no es seguridad. Me buscan la Águilas Negras y la Oficina de Envigado y lo que me dieron no es un esquema para el riesgo que estoy viviendo. Y lo digo porque hay personas con mucho menor riesgo que el mío con mejor protección.
Luego de la investigación de la ‘Ñeñepolítica’, yo seguí investigando sobre el mismo tema para La Nueva Prensa. Me mandan como 200 fotos de Instagram y me encuentro con un perfil de un tal Daniel Palacios. Me queda sonando. Una investigadora mía me las manda, que las recopiló de una serie de cuentas. Y empiezo a buscarlo… Llamo a Gonzalo Guillén y, claro, es el director de la UNP. Pues nooooo, íntimo amigo de los del clan de Marquitos Figueroa y colaborador del ‘Ñeñe’ Hernández. Ahí digo: ya, este es el aparato organizado de poder.
Volviendo a la serie, ¿por qué el apoyo vino de organizaciones extranjeras?
No, eso yo no lo busqué. Nada, llegaron a mí.
Hay gente que tiene dudas sobre por qué se usa WhatsApp, por cuestiones de seguridad informática y porque puede nacer una ‘bodeguita’. ¿Qué les respondería?
Se evaluó eso. En WhatsApp pasó algo y es que fue tanta la gente que se inscribió en el número para recibir los capítulos de la serie que la aplicación, por sus políticas, cerró la cuenta que abrimos. Entonces decidimos que vamos a compartir los capítulos por unos pocos grupos selectos en WhatsApp. La gente lo que hace es reenviar los videos a otros grupos y así se viralizan.
¿Esa estructura de divulgación no se asemeja a la de una ‘bodeguita’?
No, lo que pasa es que las ‘bodeguitas’ funcionan para generar ataques contra la gente en redes. Usan tácticas para hablar mal de alguien. Nosotros no atacamos, lo que hacemos es mandar un contenido, los episodios por WhatsApp. Cada quien es libre de compartir la serie.
Y finalmente, además del revuelo que ya causa la serie sin que se haya estrenado, ¿qué más espera que pase con ella?
Lo que yo más espero es que sirva para que el pueblo tome conciencia. Y para que el pueblo diga: esto tiene que dejar de suceder. Para que sea el pueblo el que diga: oiga Uribe, deje de matar gente. Desmonte su aparato de poder, su aparato de muerte. Pero yo creo que lo más importante no es que a Uribe lo metan a la cárcel, sino la verdad. Que se tome un camino jurídico y él cuente la verdad histórica que necesita el país. Así como se hizo con las Farc un proceso de paz y verdad —otros que cometieron unos actos repudiables y que no comparto—, con Uribe debe pasar lo mismo. Así sea solo para él.
A José lo pueden encontrar acá