Nos encontramos a un campesino retornado a los Montes de María que se ha convertido en la memoria viva de más de 30 años de violencia.
POR DANIEL MONTOYA
La zona de la Alta Montaña en los Montes de María tiene un habitante que carga con una pesada máquina de escribir Brother. Un hombre que se ha encargado de reconstruir la historia de Macayepo desde su fundación, pasando por la violencia y el desplazamiento de su pueblo y terminando ahora con su retorno.
Julio Campo Parra es un hombre de carne morena y ojos azules como el cielo de verano. Su pelo es canoso en las esquinas y guarda su color oscuro en medio de su cabeza. Nació en 1940 en San Antonio del Palmito, tiene 76 años, pero su cuerpo tiene la entereza de un joven de 20. Atiende una tienda de víveres cruzando el arroyo de Palenquillo, que marca la entrada a Macayepo desde el Carmen de Bolívar.
No siempre fue así, Julio ha sido víctima de dos desplazamientos en Macayepo: en 1986 y en el 2000. Antes del 86, Julio era una persona reconocida en el pueblo, pues era quien organizaba las fiestas patronales de finales de enero. En su predio se realizaban parrandas, estaba la gallera y se hacía el reinado del pueblo.
Regresó en 1988, pero para el año 2000 la violencia era constante. El bloque Héroes de Montes de María de los paramilitares, liderado por Antonio Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, se peleaba por el control de la zona con los frentes 35 y 37 de las Farc, liderados por ‘Martín Caballero’. En octubre de ese año, 80 paramilitares se tomaron Macayepo y asesinaron, con piedras y palos, a 12 campesinos. Esa fue la copa que rebasó el vaso.
Se fue de Macayepo con su esposa y sus ocho hijos –algunos de ellos ya casados y con nietos–. En el camino del desplazamiento, mientras iban hacia Sincelejo, en una avanzada militar del Ejército, uno de sus hijos fue atropellado por un tanque. Así fue la tortura de dejar la tierra y llegar a la capital sucreña.
Después de ocho años de pedir plata en la calle y en los buses, de vender helados, empanadas, y de rebuscarse la vida, el 10 de abril de 2008 pidió 50.000 pesos prestados a un vecino y se regresó a Macayepo. Llegó a tumbar el monte que se había comido su casa y a reconstruirla. Con otros 500.000 pesos de un préstamo consiguió montar una tienda, que le ha valido para ir adecuando de nuevo su tierra y su rancho.
Nunca abandonó su máquina de escribir ni dejó de llevar anotaciones de sus memorias. Su Brother ha estado con él en las buenas y malas. Y fue precisamente en ella que Julio escribió este texto que le regaló a ¡Pacifista! y que escribió en la primera noche buena que pasó luego de retornar a su pueblo, el 24 de diciembre de 2008.
Homenaje a Macayepo
Mi lindo Macayepo, a ti te hago este homenaje porque te amo y te guardo en lo más profundo de mi alma. Porque tu me adoptaste como tu hijo desde el día en que hice presencia por aquí. Me recibiste con los brazos abiertos. El tiempo ha transcurrido y hasta la fecha los dos seguimos abrazados con ternura.
Macayepo pueblo mío, enclavado en el corazón de los Montes de María al pie de grandes cerros y al margen del caudaloso arroyo que lleva tu nombre. Tienes una gran extensión de tierras fértiles para la agricultura.
Tus bellas y hermosas tierras onduladas y quebradas en años anteriores producías toneladas de la más grande variedad de cultivos. Tus agricultores se desplazaban por sendos caminos madrugando a labrar las tierras, tus tierras.
En tus potreros, en las praderas de verdes pastaban miles de cabezas de ganado vacuno entre otros equinos y mulares, que abrevaban en las frescas y cristalinas aguas que brotan los manantiales de los arroyos y arroyuelos que bordea tus fincas y tu población. A lado y lado de tus aguas yacen plantados una gran cantidad de árboles que brindan el sombrío y protección necesaria para mantener el arroyo constante y fresco.
En las copas de tus gigantescos árboles posan una gran variedad de aves multicolores que con sus trinos engalanan los amaneceres y atardeceres de cada día. De vez en cuando los pájaros revolotean en bandadas formando una leve nube que embellecen tu cielo y tus montañas.
A pocos metros de donde estás ubicado se encuentran las bellas pozas, las peñitas, el caimán y el pataleo, escenarios del balneario turístico de tus habitantes y de todos los que llegan procedentes de otros lugares a visitarte.
Por tus caminos ahora observamos cultivos de pancoger y ganado que los propietarios con gran anhelo han adquirido tras el retorno.
Tu, que viviste, sufriste y resististe la tortura y el horrendo terror del ímpetu de la mano armada que ocasionó la violencia y que llevó a todos tus hijos al desplazamiento forzoso de todos tus hijos y moradores.
Te quedaste desolado y ahora tus calles están perdidas y tus casas destruidas por la tristeza. El abandono que recibiste por la ausencia de tus dueños quienes despavoridos se desplazaron esparciéndose por diferentes lugares de la costa atlántica.
Hoy gran parte de tus habitantes hemos retornado. Hemos regresado con alegría y con tesón a nuestro terruño con el deseo inmenso de rehacer nuestra vida. A establecer nuevos trabajos y quehaceres.
Julio Campo Parra
24 de diciembre de 2008