OPINIÓN | Ser trans es simplemente una de las innumerables experiencias y formas de ser mujer que hay, ninguna de las cuales es más o menos real que otra.
Esta es la primera entrega de la columna “Retrechering en Bogotá” a cargo de Celeste Kauffman.
Por: Celeste Kauffman
Después del día de la mujer, ha habido varias discusiones en redes sociales sobre el raye que al parecer tienen algunas feministas cisgénero con mujeres trans, sobre todo con respecto a la presencia de mujeres trans en espacios y movimientos feministas.
Por estas discusiones y conversaciones con amigas feministas (algunas trans, otras cis), percibo que este raye se basa principalmente en dos argumentos. El primero, a pesar de la vehemencia con que lo niegan, se reduce a una versión más políticamente correcta de decir que las mujeres trans no son mujeres “reales”. El segundo es que la construcción de identidad de género de las mujeres trans representa un retroceso de las conquistas del feminismo con respecto a los roles y expresión de género. A mi parecer, ninguno es defendible, y los dos desconocen teorías centrales del feminismo y la realidad que viven las mujeres trans.
Algunas feministas reconocen que las mujeres trans son mujeres, pero argumentan que existen diferencias tan grandes entre las mujeres trans y cis que al final nuestras opresiones y luchas son distintas. Hablan de “mujeres biológicas” o “mujeres que nacieron mujeres” para decir que todas las mujeres cisgénero comparten ciertas experiencias que las mujeres trans no, a razón de su biología y por ser socializadas como mujeres desde la infancia. Sin embargo, no entiendo muy bien estos términos, porque todos los seres vivos somos biológicos ¿no?, y todas las mujeres nacimos siendo mujeres, −aunque la sociedad tardó en reconocerlo en el caso de las mujeres trans−. Al final, este argumento parece ser una forma ostensiblemente más “progre” de categorizar el concepto de “una mujer real”, que a su vez es una forma más “decente” de decir “mujer = vagina; hombre = pene”.
Me parece incoherente, para no decir absurdo, que un movimiento que nació precisamente para exigir que la sociedad no nos define por la forma de nuestros genitales, utilice argumentos del esencialismo biológico para justificar la exclusión de mujeres trans. Pero más allá de mi incredulidad, este argumento no se sostiene con la realidad del mundo en que vivimos.
Las experiencias de vida de las mujeres varían tanto que es imposible decir que todas experimentamos los fenómenos de opresión y misoginia de la misma manera. Las formas de discriminación y violencia de género que experimenta una mujer dependen de su raza, su estatus socioeconómico, su nacionalidad, su orientación sexual y si tiene o no una discapacidad. Es decir, no existe una sola experiencia de ser mujer, y el patriarcado y la misoginia oprimen a todas de manera distinta. Por eso aunque el patriarcado oprima a las mujeres trans de manera distinta a las mujeres cisgénero, esto no significa que las mujeres trans no sean mujeres.
Gracias principalmente al feminismo negro, el movimiento feminista ha evolucionado hacia la interseccionalidad, reconociendo que las diferentes formas de opresión mencionadas arriba son interconectadas. Interactúan y se refuerzan entre sí, y por eso, la lucha feminista necesariamente debe considerar cómo el patriarcado se manifiesta de manera distinta en los cuerpos y vidas de las mujeres de diferentes clases, razas, capacidades y sexualidades. Bajo esta perspectiva, ser trans es simplemente una de las innumerables experiencias y formas de ser mujer que hay, ninguna de las cuales es más o menos real que otra.
La segunda queja es que la construcción de identidad de género de las mujeres trans reproduce estereotipos y modelos patriarcales sobre cómo deben ser las mujeres. “Si nosotras luchamos por décadas para deconstruir estándares de belleza femenina” piensan estas personas, “para convencer a la sociedad de que el género es una construcción social y reducir la rigidez de lo que se considera lo femenino”, las mujeres trans llegaría a “tirarse todo con su delineador de ojos perfecto, implantes y tacones altísimos, diciendo que sabían que eran niñas desde chiquitas porque preferían las barbies a los carritos”.
Pero esta posición también es errónea, y desconoce la realidad de las mujeres trans. A parte de lo obvio, que hay tantas construcciones de identidad de género como hay mujeres, algunas más alineadas con la construcción social de lo femenino que otras, también es injusto exigir que sean ellas quienes lleven la bandera de gender nonconformity en una sociedad que les niega su identidad en cada oportunidad que tenga. Esta posición pone a las mujeres trans entre la espada y la pared. ¿Cómo podemos exigirles que prueben su feminidad, que son mujeres de verdad, y a la vez criticarlas por hacer todo lo que pueden para cumplir con los estándares que nuestra sociedad ha impuesto para delimitar la femineidad y la categoría de mujer? Es más, abiertamente cuestionamos la femineidad de las mujeres trans que optan por una presentación de mujer menos femenina.
Las mujeres trans no representan un retroceso en la desnaturalización de los roles de género. Ellas (y los hombres trans) conocen mejor que nadie la rigidez de los roles y presentación de género. Lo conocen porque para muchas, cualquier interés, movimiento, o prenda de ropa marcada como femenina les fue negada o reprimida. Lo saben porque sus cuerpos, que son y siempre han sido, cuerpos de mujer, fueron designados como cuerpos de hombre, simplemente porque no cumplían con el imaginario social del deber ser de un cuerpo femenino.
Yo soy una mujer cis, y jamás me han preguntado cómo sabía que era una mujer, y si alguien lo hiciera, no tendría una respuesta. Simplemente lo soy. Pero como soy una mujer cis, nadie cuestiona mi femineidad. Entonces ¿qué respuesta esperamos cuando exigimos que las mujeres trans expliquen cómo sabían que son mujeres? ¿Nos parece tan raro que ante esta pregunta sin respuesta muchas mujeres recurran a los significantes más conocidos y más estereotípicos de la femineidad?
Las feministas trans deben formar parte del movimiento feminista porque son mujeres que comparten opresiones y objetivos con las demás feministas. Las feministas que buscan excluirlas solo demuestran que no entienden los objetivos del feminismo y que no creen que las mujeres trans son mujeres “de verdad”.