Glifosato: Enfrentamiento entre Duque y Santos por política de drogas | ¡PACIFISTA!
CRÓNICA | Detrás de cámaras de la Audiencia que enfrentó a Duque y a Santos por el glifosato Ilustraciones: Juan Ruiz
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CRÓNICA | Detrás de cámaras de la Audiencia que enfrentó a Duque y a Santos por el glifosato

Santiago A. de Narváez - marzo 9, 2019

ProyectoCOCA | El pasado jueves se discutió en la Corte la posibilidad de reanudar aspersiones con glifosato para la erradicación de cultivos ilícitos. Presidente y expresidente hablaron desde orillas opuestas.

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—Al final es un debate entre progresistas contra conservadores, ¿verdad? Ahí está la batalla —me dijo al final de la primera parte un reportero que también estaba cubriendo la audiencia.

Santos acababa de hacer su intervención. Habían pasado cuatro horas en las que ministros, exministros, fiscales, personeros, gobernadores, presidentes y expresidentes habían hablado sobre el glifosato. Tanto detractores como defensores argumentaron a favor y en contra –ante los nueve magistrados de la Corte Constitucional– sus posturas frente al uso del herbicida. El glifosato como herramienta útil o inútil (y dañina) para erradicar los cultivos ilícitos en el país.

La Audiencia Pública que se llevó a cabo el pasado jueves, había sido convocada por el magistrado Alberto Rojas Ríos de la Corte Constitucional. Ríos la convocó para hacerle seguimiento al cumplimiento de la sentencia T-236 de 2017 (que había suspendido la aspersión aérea con glifosato). El gobierno de Duque ahora le hacía ojos a la Corte para reabrir la posibilidad de asperjar con glifosato. Santos y otros miembros de su gabinete iban a defender la suspensión del herbicida (que fue una política en su gobierno).

En términos prácticos (y mediáticos) era el primer encuentro entre Santos y Duque. El primer encuentro entre los dos gobiernos en materia de política de drogas. Pero en materia política en general.

Todo lista

A las siete de la mañana ya había una cola importante de gente –periodistas de los más reputados medios del país (y los menos)– en la puerta norte del Palacio de Justicia. La entrada estaba difícil. Había lista.

—No, qué pena, es que no están en la lista que me mandaron —decía un señor con papel en mano. (Ah, la importancia de las listas en este país).

Al otro lado de la calle, cuatro gatos sostenían unas pancartas que decían no al glifosato, y en las pancartas, detrás de las letras, de imágenes de osos pardos, guacamayas, abejas y pumas, se leía el nombre de un conocido senador animalista.

—Llegó la viceministra de ambiente, a ver si la podemos ayudar —decía alguien y pedía permiso.

—Doctora, siga.

—Háganse una lista con sus nombres —le dijo alguien a alguien. El segundo alguien cogió una hoja en blanco y se acercó a cuatro ediles que esperaban resignados para anotar sus nombres y que pudieran entrar.

Era una Audiencia en la Corte, iba a haber políticos.

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Medioevo

Los periodistas que no cupimos en la Sala Plena –en la lista– estamos ahora en la sala de prensa donde hay dos televisores con sus respectivos parlantes. La Audiencia empieza en breve. Minutos, nada más. Pasan por los televisores un documental sobre la España medieval, sobre la ciudad de Ávila y sus murallas, sobre la Santa Teresa. El narrador del programa dice solemne que la nación española se consolidó como nación alrededor de su fuerte fe católica.

Nación. Fuerte fe.

Los periodistas esperan entre ansiosos y aburridos. Ninguno ve con interés el documental. ¿Qué los convoca a todos ellos? ¿Por qué estamos acá? ¿Cuál ha sido el lazo cohesionador de la nación colombiana en las últimas décadas?

—Sí, Yolanda, la saludo desde una de las partes de la Sala Plena de la Corte Constitucional —dice una periodista agachada entre las sillas para que el ruido no interfiera la llamada: la magia de la radio que oculta las imagines y permite trasmitir voz y noticias desde la mismísima Sala Plena de la Corte Constitucional, desde la más modesta sala de prensa o desde un baño.

¿Por qué estamos acá? ¿Hasta qué punto la disputa de la idea de nación colombiana no ha girado alrededor de la gravedad del narcotráfico? ¿De la atracción y la repulsión como fuerzas concéntricas que convocan a un país a hablar de un tema que no ha podido resolverse en tantos años? ¿Y que quizás no se ha sabido afrontar debidamente?

Afuera se escuchan sonidos de la calle. Voces de alguien con megáfono que grita, acompañado de voces no amplificadas, ¡No al glifosato! ¡No al glifosato! No hay esperanza, gritan desde la calle. Esta es la amenaza a 18 millones de personas y el ruido se apaga cuando alguien cierra la ventana de la sala en la que estamos.

El documental sobre la España medieval se interrumpe abruptamente. Sale en pantalla la imagen del magistrado Alberto Rojas Ríos, quien será el moderador y explica que esta es una audiencia para hacerle seguimiento a la sentencia 236 de 2017. Dice que el primero en hablar será el presidente Iván Duque y las cámaras lo ponen en la mira. Se encuentra, por ahora, solo como en un banquillo de acusados a la espera de que le den la palabra para poder subir al atril.

Tres probables periodistas radiales (llevan auriculares sobre sus orejas) alzan el brazo con su grabadora hacia el parlante de la sala de prensa: no quieren perderse de una palabra de lo que diga el Presidente.

¿Hemos sabido afrontar el problema? ¿Qué tanto necesita Colombia del narcotráfico para funcionar y entenderse como nación?

Duque se levanta y se dirige al estrado.

Los bigotes de Botero

Luego de que hablara Duque empezaron a subir uno a uno sus alfiles de gobierno. El Ministro de Salud, Juan Pablo Uribe, dijo –escuetamente– que la información recopilada de los últimos estudios sobre glifosato y salud no es concluyente. El Ministro de Ambiente, Ricardo Lozano, dijo que una de las más grandes deudas que tiene la entidad es empezar a contarle a los colombianos los desastres del narcotráfico: deforestación, avalanchas. E hizo una relación entre el efecto invernadero causado por la deforestación causada por los cultivos de coca. El Ministro de Defensa, Guillermo Botero, dijo –detrás de sus bigotes alineados– que el narcotráfico es una amenaza al Estado de derecho y que no utilizar las herramientas necesarias contra él pone en riesgo los derechos humanos.

Se habló mucho en estas intervenciones de narcotráfico, pero no de glifosato. Cuando quieren, los políticos hablan solo vaguedades. Cuando quieren, usan cifras raras, estadísticas confusas. (De hecho, al final de estas intervenciones, vino la sesión de preguntas por parte de los magistrados a los ministros: a cada uno de los ministros los corcharon).

Era el turno para el Fiscal. Pero antes de que NHM pudiera llegar al atril, los magistrados le dijeron que había un cambio en el orden del día y que le correspondía hablar a Jarrison Gómez, Personero del municipio de Nóvita, Chocó. (Municipio que en 2015 interpuso una tutela para que se protegiera el derecho a la salud de su habitantes y exigían la suspensión con fumigación área de glifosato). Martínez se devolvió a regañadientes a su puesto.

Jarrison Gómez le recordó al ministro Botero que desde el 91 Colombia es un Estado Social de Derecho, lo que significa que el Estado está al servicio del ser humano. Y que hay que  hacer efectivo el Estado social de Derecho en todo el territorio, decía el Personero, mientras la cámara enfocaba a Duque que asentía con sus palabras.

Después siguió Víctor Darío Luna, representante del Consejo Comunitario de Nóvita. Luna dijo que si hay matas sembradas en su municipio es porque el mismo sistema lo obliga. Que si en Nóvita se cultiva coca es por necesidad. Por falta de oportunidades. “Nosotros queremos que nuestros hijos estudien. Que sean abogados, como sus hijos. Pero falta inversión social” dijo Luna.

Pasillos I

En los pasillos del Palacio de Justicia, afuera de la Sala Plena, había un puesto de refrigerio de una prestigiosa marca de café colombiana. Se acercaban a él y se servían tinto el exministro de Salud, Alejandro Gaviria, el gobernador de Antioquia Luis Pérez, la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez (a quien este servidor considera la política más guapa del gabinete y del gobierno). Había mucho alboroto. Mucho ruido. Gente con escarapelas y celulares en la oreja. Políticos profesionales. Mucha guacamaya en tacones y falda, mucho papagayo en saco de paño y zapato de charol.

Los periodistas televisivos esperaban a que salieran uno a uno los políticos a dar declaraciones.

Salió de pronto de la puerta una turba de policías con el sombrero bajo el brazo. Los seguía un señor de mediana estatura y compostura redonda. El señor se acercó a los comensales y tomadores de tinto y preguntó:

—¿Cómo van?

—Presidente, ¿cómo le ha ido? —respondieron los lagartos. Nadie habló del tema del día: glifosato.

Los periodistas televisivos esperaban tras una cinta (de esas de hacer fila en los bancos) a que el Presidente se acercara y diera declaraciones. El Presidente saludó pero se fue sin hablar con la prensa.

—No, mano, trae uno las cámaras para nada.

La danza de los micrófonos. Ilustración por Juan Ruiz

Un intercambio de palabras que no tuvo lugar

La Audiencia generaba morbo. La posibilidad de que Santos y Duque se encontraran de frente era razón para que periodistas y analistas políticos se relamieran. No sucedió. Es decir, no se encontraron en persona. Duque fue el primero en intervenir –a eso de las ocho a.m.– y Santos fue el último en hacerlo en el primer bloque de la mañana –a eso de la una del mediodía. Esto fue lo que (se) dijo cada uno en su momento respecto de la fumigación con glifosato:

—Vengo con profundo honor reivindicando el papel que ha jugado la Corte para la institucionalidad de este país. No controvierto las sentencias de la Corte —comenzó diciendo Duque.

—Estas consideraciones —empezó diciendo Santos por su parte— las hago como ciudadano colombiano y del mundo. Como luchador por la paz.

—Esta no es una discusión ideológica, señores magistrados, no lo es. No es una discusión entre este gobierno y el anterior, es una discusión factual —decía Duque en su discurso.— ¿Cuál es el verdadero debate? La discusión es sobre la amenaza que enfrenta este país por el aumento de cultivos ilícitos y lo que esto significa para la seguridad nacional. El debate no se centra en un herbicida sino en la disposición de todas las herramientas a disposición. Hay que darle un uso integral a esas herramientas.

—Esta guerra, decretada por el presidente Nixon en el 71, es una guerra interminable: la lucha contra el narcotráfico lleva más de medio siglo —decía Santos horas después—. Colombia es la que más ha sufrido en esta guerra. Nuestra lucha se compara con el de montar en una bicicleta estática: por más que pedaleemos, no vamos a llegar a ningún lugar. El narcotráfico ha sido la principal fuente de financiación de violencia que ha sufrido este país

—En el pasado —decía Duque en referencia al gobierno anterior —se debilitaron herramientas de cooperación interinstitucional lideradas por el Ministerio de la Defensa y de Justicia.

—Esta mañana —dijo Santos— escuchamos que ahora sí se va a estructurar una política integral. Qué bueno: así debe ser. Esa política, la política integral contra las drogas, la aplicó mi gobierno y el gobierno de Uribe y el de Pastrana y el de Samper y el de Gaviria y el de Barco.

—No nos digamos mentiras. Desde el año 2013 al 2018 el país tuvo el más rápido crecimiento en la historia de cultivos ilícitos en el país —decía Duque refiriéndose a los años de gobierno de Santos—. Ese crecimiento exponencial de cultivos amenaza el orden público e incluso el orden constitucional.

—Hay producción porque hay consumo, no al revés. Y mientras haya consumo y prohibición, habrá mafias que se lucran de las ventas ilícitas. El gran objetivo de la lucha contra las drogas debe ser quitarle a las mafias el negocio. Estamos lejos de ese debate. Colombia debe seguir en la lucha pero no volviendo al pasado —dijo Santos.

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—Hay un falso dilema entre medio ambiente y fumigación. Si hablamos de ambiente, miremos el daño de la coca en nuestras selvas. Poco se habla del ácido sulfúrico, del ácido clorhídrico, del amoniaco que llega las selvas tropicales colombianas para la producción de cocaína —decía Duque.

—Los años 2006 y 2007 fueron los mayores de aspersión. Pero en esos dos años la producción se incrementó. Estas cifras nos dicen que no se puede establecer relación entre aspersión y producción —decía Santos.

—Lo que ha venido ocurriendo—continuaba Duque— con los líderes sociales nos duele a todos, donde más a hay cultivos ilícitos se han generado más amenazas contra los líderes sociales.

—Asperjamos y erradicado número récord de hectáreas de coca —decía Santos sobre los resultados de su gobierno—. Incautamos y capturamos a los principales capos y a pesar de esos avances hay que admitirlo: el narcotráfico ha seguido financiando la violencia en Colombia.

—No se entiende entonces —dijo Duque ya acabando— por qué el debate para algunos no se centra en ver estos temas relacionados al narcotráfico.

—En mi gobierno nos dimos cuenta de que no había alternativa a la aspersión mientras no hubiera control del territorio, mientras no hubiéramos terminado el conflicto armado —dijo Santos horas más tarde—. Si el gobierno de mi sucesor quiere ganarse más indulgencias de los resultados buenos de mi gobierno, bien pueda.

—No hay un honor más grande para un colombiano que ser presidente de este país. Mi solicitud es que haya una modulación de la sentencia —finalizó Duque.

—Darles a los campesinos cocaleros alternativas viables es la solución, no envenenarlos. La guerra debe ser contra las drogas, no contra la gente —finalizó diciendo Santos.

Pasillos II

En la mesa donde se disponía un botellón de agua para los sedientos (yo entre ellos) hay un charco sobre el mantel blanco. El botellón chorreraba unas varias gotas luego de que la gente lo cerraba y retirara el vaso. Vasos de plástico desechables cubrían toda la mesa y en la esquina, un arrume grande de varios vasos más para que nadie se quedara sin el suyo.

Adentro se debatía sobre el uso del glifosato. Un debate que toca inevitablemente la discusión sobre el medio ambiente. Aquí, en el centro del poder de la nación, en una mesa dispuesta en un rincón del Palacio de Justicia, el botellón desperdiciaba agua cada vez que lo abrían. La gente dejaba sus vasos de plástico inutilizados: me parece que no vamos a resolver nada pronto si no empezamos a cambiar nuestra relación con el agua, con el uso de los materiales. Si no cambiamos pronto nuestra idea de naturaleza.

Dos funcionarios, vaya a saber de qué entidad estatal, se hicieron detrás de la mesa que tenía el botellón de agua. Cada uno sacó de una bolsa una empanada y empezaron a morder. A poquísimos metros había al menos 15 policías. Juegaban con fuego.

Los bigotes de Botero II

Cuando el Fiscal habló dijo que Colombia no es una sociedad viable con 200 mil hectáreas de coca. Que estamos regresando a esa relación promiscua entre narcotráfico y política y que la coca le está expropiando los dividendos a la paz. Que el glifosato es una alternativa eficiente. Que la coca es a Colombia lo de las siete plagas de Egipto.

Le llegó el turno al exministro de Salud, Alejandro Gaviria. Dijo que el Estado no puede actuar en contra de la salud de la población de manera deliberada. Que este no es un debate académico o técnico, es sobre todo ético. Dijo, citando varios estudios, que el glifosato no es una sustancia de baja toxicidad. Y que hay mucha mayor certeza sobre el costo de las aspersiones sobre la salud, que es muy alto; que certeza sobre su beneficio como política antidrogas, que es incierto (y según últimos estudios muy bajo).

Antes de que le llegara el turno a Santos, habló Keith Solomon, profesor de la Universidad de Guelph. Solomon agradeció la invitación a la Corte y dijo que su español era muy malo y que iba a hacer su intervención en inglés. El profesor nombró varias agencias internacionales, varias siglas (FAO, EPA, ETC) y dijo que ninguna de ellas ha encontrado relación alguna entre enfermedades cancerígenas y glifosato. El inglés siempre tendrá algo que decir. El inglés como lengua imperante, lengua que decide sobre temas —geográficamente— lejanos. ¿Hablan inglés en San José del Guaviare? ¿En Tumaco? ¿En el Catatumbo? Lengua imperativa, my dear friends.

Glifosato para jartar

En esta entrevista a Patrick Moore, lobista canadiense de Monsanto, dice que no tendría problema en tomarse un vaso de glifosato. Luego se niega diciendo que no es ningún idiota.

Pasillo III

Empezaron a salir los políticos que estaban en la Audiencia a dar declaraciones. Salió el Ministro de Ambiente y todos los periodistas se abalanzaron sobre él, micrófono en mano. Algunos reporteros se quedaron mirando la escena desde lejos:

—Vamos a ver con qué sale Lozano.

—De todas las mentiras que ha dicho.

Otro periodista me miró cómplice y dijo:

—No sabe nada ese man.

Lozano termina de hablar y algún periodista con micrófono pregunta al aire:

—¿Quién sigue?

Los demás se ríen.

Llega el Fiscal y vuelve a empezar la danza de micrófonos.

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El narrador opina

¿Que qué pienso? Creo que la solución tiene que pasar por una nueva aproximación al tema de las drogas. Una que sea menos obtusa y se dé cuenta de que la cocaína, la heroína o la marihuana son mercancías; y mercancías poderosas que son capaces de crear ellas mismas a sus propios consumidores: la mercancía perfecta. Una aproximación que entienda que una frase como “un mundo libre de drogas” es tan atrevida como la frase “un mundo sin capitalismo”.

Creo que la solución pasa por entender el papel de la droga en la economía colombiana y mundial. Pero también una aproximación escéptica que sepa que incluso en el mundo utópico en el que las drogas sean legalizadas y entren a hacer parte del resto de productos legales que circulan en el mundo, incluso en ese mundo, las drogas también estarán a la merced de los mercados financieros, que son al final los que deciden los precios de nuestros alimentos en el mundo, por ejemplo. Eso pienso.

*

Santos ha terminado su intervención. Sale a los pasillos del Palacio –donde está el puesto de tinto, el botellón de agua y donde esperan los periodistas de TV– y es recibido por varias personas que lo interpelan.

—Presidente —dice una.

—Presidente —dice el otro.

—Tómese una foto con el Presidente —dice un tercero.

Santos sonríe, con calma se toma la foto quien se la pide. Incluso con uno de los reporteros que ha cubierto toda la mañana la Audiencia. Los demás periodistas se ríen. No hace declaración y sale seguido de su hija. En su lugar, el exministro Gaviria es quien atiende a la prensa.

Ya los periodistas tienen algo que publicar.

 

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