Crónica del Paro desde el antiguo bastión del uribismo | ¡PACIFISTA!
Crónica del Paro desde el antiguo bastión del uribismo Todas las fotos por: Santiago de Narváez
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Crónica del Paro desde el antiguo bastión del uribismo

Santiago A. de Narváez - noviembre 26, 2019

En Medellín la gente está cansada de los discursos que proponen un país en guerra.

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Este texto recuenta los días previos al Paro Nacional convocado para el 21 de noviembre y los días posteriores en los que el autor participó del Tercer Encuentro por la Verdad que organizó la Comisión de la Verdad en la ciudad de Medellín. También pretender ser la primera entrega de una serie de textos sobre lo que está pasando en Colombia en estos días escritos en clave de diario. Para leer el resto de entregas, haga clic acá.

Martes 12 de noviembre

Soñé que volvía el fascismo; y de alguna manera onírica yo estaba implicado en ello. 

Deben ser las cuatro o cinco de la mañana. Me despertó la sirena de una casa y todavía no sé si es la mía o no. 

(Pero, ¿cuál fascismo si lo que aquí hay y hubo fue una guerra y una forma de justificar la muerte? ¿Cuál volver si de aquí nunca se ha ido?)

*

Una vez le pregunté a mi exnovia si creía que la única manera de darle sentido a las cosas era a través de la narración. Me dijo que no. 

Sobre la narración hay un argentino que dice que el diario y el cine son dos formas con la misma estructura: no existe en ninguna de las dos la narración. La lectora de diarios, como la espectadora de cine, tiene a su disposición una serie de escenas mostradas en presente que le corresponde a ella ordenar en su cabeza; es ella o él quien termina narrando al final con su lectura. 

Miércoles 20 de noviembre

Un día para el Paro. Mientras voy en el bus al aeropuerto para viajar a Medellín a un encuentro de la verdad organizado por la Comisión de la verdad leo que Ernesto Báez, antiguo jefe político del Bloque Central Bolívar de las AUC, ha muerto de un infarto.

María Jimena Duzán escribe en Twitter que ayer le habían dado el teléfono de Báez y que lo esperaba contactar para preguntarle, por fin, por el asesinato de su hermana Silvia en 1990. El asesinato ocurrió  en Cimitarra por cuenta de las Autodefensas de Puerto Boyacá, de las que Báez era uno de sus dirigentes en ese entonces. 

Báez murió y ya no hay cómo rescatar de la muerte la verdad.

                                                                                          *

Aterrizamos en Rionegro. Nos recibe a mí y a un colega de Colombia 2020 un señor de la Comisión, que nos monta en una van comandada por otro señor paisa, que se nota amable. El carro desciende desde las alturas y se introduce en el estrenado Túnel de Oriente. Entre más bajamos, más comentamos con mi colega la situación actual, lo enrarecida que está. 

Con el descenso aparecen las luces. Medellín enfarolada. Nosotros seguimos hablando de la torpeza del gobierno; de las grabaciones de Santos y la Blum; de la corrupción de un Poder que no quiere dejar de serlo. 

Hablamos del Paro de mañana. A los pocos minutos entramos por las laderas de la ciudad que hasta hace unas semanas seguía siendo el bastión del uribismo. ¿Qué quedó de él?

*

El hotel que nos hospedará durante estas tres noches ha preparado una cena de bienvenida para todos los que estaremos en el encuentro de la Comisión. Dejo la maleta en mi cuarto, cago, y bajo a comer. En la mesa de al lado está Rodrigo Londoño con otros tres. La comida es exquisita: gulasch, puré de papa, vegetales al horno y crema de maíz. Ellos, en la mesa de al lado, pasan un buen momento. Ríen. Me río a la distancia como cuando se celebra la alegría ajena (aunque no se sepa uno el chiste). 

Recuerdo, entonces, que este señor fue hasta hace nada el comandante en jefe de las FARC, que fue él el que desde la manigua dio la noticia de la muerte de Tirofijo. Su bigote burocrático sigue siendo el mismo desde que firmó la paz. 

Me levanto por el postre. Hace una brisa sospechosa. 

Ellos se levantan también y le dan una vuelta a la piscina, admirando el hotel. 

Me quedo solo.

*

Ya en el cuarto de hotel. Estoy cansado, me acostaré pronto a dormir. Publico en Facebook un estado que es un fragmento de un texto que acaba de salir en la revista. Es sobre el Paro de mañana. Unas reflexiones, dirían los eruditos. (En el cuarto de al lado un tipo acaba de prender música a todo volumen: reggaetón y él las canta a todo taco). Le mando al grupo de mi familia las reflexiones estas, con esperanza y emoción. Mi madre me contesta al rato señalándome un fragmento en especial y dice que ojalá hubiera incluido a las víctimas de las Farc y me dice que cree que cuando yo empiece a ver ambos lados, dice ella, sería más chévere. 

Esta y las fotos que vienen fueron tomadas en Medellín durante el paro.

 

Yo vuelvo a pensar en lo que he pensado estas últimas semanas —desde la noticia del bombardeo, los niños, etc—: pienso que hay que jubilar por fin esa idea de las buenas víctimas y las mejores víctimas; esa idea que jerarquiza a unos sobre otros; la ética, al final, que encierra la idea del “buen muerto”. 

Lo de mañana, le digo a mi mamá, es por todos los muertos que injustamente han muerto en este campo santo que llamamos patria.

*

Sigo con incertidumbre por lo que pasará  mañana. Estoy seguro de que será un día caliente pero no sé cuál será su dimensión.  ¿Qué va a pasar la mañana del viernes 22? ¿Será que estamos asistiendo al quiebre de la historia? ¿O será el de mañana otro Paro más que entrará a sumarse al calendario de académicos que estudian la movilización social? 

Si las cosas son como parecen, y estamos asistiendo a una verdadera erotización de la sociedad (contra la tradicional necropolítica que aquí ha sido ley), lo de mañana terminará en orgía. Ojalá.

El señor ya le bajó a la música en el cuarto de al lado. Es tarde. ¿En qué momento se me fue la noche divagando y escribiendo? Me iré a dormir. 

*

Recordatorio para mañana: comprar crema de dientes. 

Jueves 21

Dormí bien a pesar de que la cama estaba blandita. Amanecí estreñido y como con unos pedos atorados. Necesito cantidades ingentes de granadillas. Esta sociedad también: harta fruta y fibra para destrabar los ductos digestivos taponados por siglos de mala ingesta espiritual.

*

Desayuno. Los meseros y jefes del restaurante se mueven como moscas invisibles, con velocidad y mucha precisión. Ellos, trabajadores, no han salido o no han podido “salir” al Paro. Sea por prohibición del hotel o por propia convicción (ideológica, dijéramos) estas meseras están hoy trabajando cuando la consigna es que no. La acción política, pienso y me consuelo, es agregar también los reclamos de un grupo, de una clase, y ponerlos a circular en nombre de los que no pueden hacerlo.

¿Y hasta qué punto, me pregunto acto seguido, esto no es tomar por propias las luchas ajenas? ¿Y qué implicaciones tiene este desplazamiento? 

*

¡Conseguí granadillas en la barra del restaurante!: dos y me empaqué otras dos en la mochila.

*

Pero y entonces ¿dónde queda el deslizamiento, el desplazamiento de la voz? ¿El cambio de lugar? ¿Cómo hacemos para salir del centro de nosotros mismos y empezamos a escuchar y a dejar que el lenguaje hable también en el borde, en lo que se oye por fuera de nos-otros?

*

He pensado en lo de la narración y el diario. En que es el lector con su lectura el que hace del diario un objeto narrativo. 

Pensaba más temprano que una razón más para salir a marchar hoy es la poca capacidad de lectura que tiene el Presidente, este gobierno y en el fondo esa forma de poder. Necesitamos mejores lectores. 

Y si el diario es un objeto que cobra vida narrativa solo a partir de la lectura es entonces en días así en los que, quienes queremos más lectores atentos de nuestra realidad, somos capaces de darle vida narrativa a este país que ha estado marcado por la elipsis y la confusión del relato. 

Un Paro para poder narrarnos y leernos. 

Creemos, mejor dicho, que este texto llamado Colombia puede ser narrado.

*

La democracia no puede seguir siendo una palabra vacía pronunciada a conveniencia por quienes en realidad son enemigos del pueblo.

Pueblo no puede seguir siendo ese lugar común en el que no nos encontramos.

¿Cómo compartir las diferencias sin matarnos?

*

Esta es Medellín, la ciudad que Tomás González vio desde las laderas del valle de Aburrá, la que Vallejo miró desde Boston y Laureles. En la que el mesero del hotel cinco estrellas me acaba de decir que él no le come a Duque y que no es uribista. Que la paz firmada con las Farc era necesaria y que la gente ya no es tan pendeja como antes. 

*

(Aquí el Diario se interrumpe: si quiere leer la Crónica atípica de lo que pasó en Medellín durante el 21 de noviembre, siga aquí).

*

Devuelta al diario. Quiere la vida sacarme a mí de las experiencias políticas importantes. En este momento, Twitter reporta un cacerolazo magnífico en Bogotá. En Medellín no suena otra cosa que los pocos taxis que pasan sobre calles recién bañadas por la lluvia. 

Me perdí de vivir hace cuatro años el plebiscito en Colombia y me perdí el primer cacerolazo en la historia de Bogotá. 

Es igual. Estar viviendo esto desde Medellín es un regalo. 

*

Bogotá está encendiendo con cacerolas mis nostalgias y no hay nada que pueda hacer.

Qué bonita es mi ciudad maldita.

Viernes 22

Bueno, lo que pasó hoy (ayer) es, dirían los entusiastas, histórico. 

Es maravilloso que estemos asistiendo a este sonido de teflón con cuchara.

Duque habló hace un par de horas y sigue sin saber en qué país vive.

Lo mismo Peñalosa.

Nosotros, apenas vimos las noticias en Citytv, optamos por salir a las calles de Conquistadores (según parece, un barrio estrato cinco y uribista).

Voliamos cuchara y caerola como por casi una hora o dos. Cada que se asomaba alguien en la ventana de algún edificio, nos poníamos felices y nos quedábamos ahí echando ruido agudo y botando arengas. 

Que viva Colombia. Que viva el Paro Nacional. 

—Que viva. 

—Que viva la democracia. 

—Que viva. 

—Que viva la paz. 

—Que viva. 

Y así.

En todo caso me sigue haciendo falta Bogotá. A pesar de sus tombos y sus muertos.

Lo de Bogotá fue hermoso (y asqueroso también).

No hubo orgía, por cierto. (Dependiendo lo que entendamos por orgía, claro).

*

Mañana. Siempre es difícil contar el presente, acaba de escribir en Twitter Caparrós. Para empezar, porque el presente no existe. Para seguir porque simula que sí.

Si el presente no existe y un diario está escrito siempre en presente (como diría Piglia) ¿Qué son estos textos? ¿Y cómo se explica lo que pasó ayer en Colombia, en la noche en Bogotá (y más noche en Conquistadores)? ¿Cómo se explica esta veta ciudadana que está aflorando en la cordillera de la historia? ¿Cómo se explica este brote mineral en la placa tectónica de la historia de Colombia?

¿Cómo se explican entonces estos tecleos seguidos que escribo ahora?

*

Lo de los medios es inmundo. 

Dice Néstor Morales está mañana en Blu que qué pena con Federer lo de ayer. ¿En serio, Néstor? Esto que pasó ayer es también contra la desinformación y los juegos sucios de ciertos líderes de opinión que tienen micrófono en los grandes medios. 

*

Estoy comiendo como duquista, ¿Qué será? Desayuné doce buñuelos y seis yucas fritas. Un omelet con mucho maíz y poca sal. Tuve que dejar algunos buñuelos, algunas yucas. ¡Qué derroche!

Ahora, en la barra de bufet, me hice servir medio plato de arroz y bastante papa con maduro. Tengo el plato a rebosar ¡y ni siquiera tenía tanta hambre!

Creo que de lo que se trata también es de pensar una nueva dietética, una nueva forma de alimentarnos. Una nueva forma de pensar nuestra relación con el alimento. Que es como decir pensar nuestra relación con la naturaleza (si es que hubo alguna vez alguna relación entre lo que nunca estuvo separado).

Pedí sopa, además.

*

Dos de la tarde (calor). Comfama. El bamboleo de abanicos es colectivo. La Comisionada Lucía González acaba de decretar este espacio (este teatro) y este momento (este mismo) como sagrados.

Mientras los asistentes al tercer Encuentro por la Verdad, realizado por la Comisión de la Verdad, acá en Medellín, cuyo propósito es reconocer el impacto del conflicto armado en las niñas y adolescentes del país, mientras empieza, digo, las presentes agitan su porción de viento hacia su cara y el vecino. 

Está raimundo. A parte de los Comisionados está también Elena Ambrosi y Monica Cifuentes, estructuradoras del andamiaje jurídico del Acuerdo en La Habana; está Julián Bolívar (sí, el comandante militar de Bloque Central Bolívar); Daladier Ribera del pelotón Espada, Fredy Rincón, alias el Alemán y Timochenko también.

*

Ah, el placer (y también el desconcierto) de ver a Julián Bolívar sacarse con un esfero la cera de la oreja.

*

—Si el Ejército sabía que había niños, ¿por qué los bombardeó? —pregunta ahora mismo un señor que fue reclutado hace veinticinco de años cuando era niño por las FARC y que el Ejército bombardeó en la Operación Berlín, en la que murieron 74 niños.

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Creo, en todo caso, que sigue habiendo muy poca humildad de parte de los victimarios. Creo que sigue siendo muy mecánica la forma en la que reconocen su participación y el impacto que sus decisiones tuvieron en los niños. Muy llena de arandelas la manera en que piden perdón. Pero, como me decía más temprano un colega periodista: no se empuña un fusil durante 40 años sin creerse un héroe. Este es un proceso que toma tiempo, me decía. 

*

Seis de la tarde. Se convocó un cacerolazo en el Parque del Poblado. Me escapé del concierto que cerraba el evento de hoy de la Comisión. Lo de ayer en Bogotá y en algunos barrios de Medellín le ha dado fuerza a esto. El Parque, con forma de anfiteatro griego, está llenándose poco a poco. Hay marimbas, tamboras, ya pusieron un bafle y hay dos micrófonos. 

*

Hay que ver, mientras todo esto pasa, lo que está haciendo la Comisión de la Verdad en Medellín. Este tercer encuentro por la verdad que duró dos días y que ahora termina tenía que ver con los impactos del conflicto armado en las niñas y adolescentes de este país. (A pocas semanas después de que nos estallara en la cara la masacre de niños en el Caquetá en un bombardeo del Ejército). 

La Comisión está jalonando en los territorios de Colombia más olvidados —donde más duro ha pegado la guerra, oh sorpresa— los procesos que estamos reclamando en este Paro: una defensa de la vida, una ampliación democrática en Colombia real, justa y profunda y, sobre todo, una defensa a ultranza de la paz. Estamos cansados de esta puta guerra.

La Comisión es, por cierto, esa parte del Estado, hija de los Acuerdos, que hoy más que nunca y bajo este contexto nacional, tenemos que defender. 

*

No tenemos por qué vivir en guerra y es de eso de lo que nos estamos dando cuenta. 

Bueno, me voy que suenan los prisioneros (por enésima vez) y nos corresponde bailar.

*

Nueve de la noche. ¿En qué momento se volvió esto una fiesta? Ya estamos tomando cerveza y aguardiente. Hemos cantado canciones siguiendo a quienes tienen el micrófono. ¿Quiénes empezarán a liderar las formas del canto que acompañen este Paro? ¿Cómo se configurarán las voces que asuman el liderazgo en los días que vienen?

Sábado 23 de noviembre

—Concentrar la energía pero a través del diálogo —dicen desde la tarima los raperos en el cierre del evento de la Comisión acá en el Museo de la Memoria. 

Llegue tarde, cómo acostumbro.

Proyectado atrás de la tarima hay un letrero que dice que nunca más niños y niñas en la guerra. 

Me asombra la ligereza con la que a veces calificamos la tarea de la Comisión. Es cierto que estos eventos, como el de ayer en el que Timochenko y el Alemán y Daladier Rivera reconocieron sus cagadas en relación a los niños y al conflicto (a pesar de la poca humildad), deberían ser mucho más populares y nacionales. 

Es cierto que esto tiene que escucharlo la mayor cantidad de colombianos posible (y que ahí parecería que la Comisión no es tan pública como se quisiera), pero no es menos cierto que la Comisión es hoy el Estado y una parte del Estado que está abriendo la llave del relato de la paz. Y que cuando suben víctimas de masacres y de reclutamiento forzado a la tarima a contar su historia y cuando nosotros escuchamos, ahí también hay unas formas que hay que rescatar y reconocer. 

*

Quisiera pensar que lo que está pasando es una forma de abrir las compuertas de la imaginación

Honestamente, más allá de los efectos electorales y de correlación de fuerzas, más allá de si la derecha sigue pactando la herencia de su hegemonía en cuartos secretos mientras en la calle mandan su fuerza bruta, más allá de todos los “efectos” del Paro, creo que lo más poderoso va a ser la liberación de la imaginación. 

Colombia, pase lo que pase, no va a ser igual. Ya no lo es.

Es que Colombia cambió, diría cualquier analista: no es igual y eso es lo que está pasando. Nos tuvimos que dar cuenta de chiripa, en un Paro convocado por las centrales obreras a las que nadie les para bolas y que esta sociedad asumió como propio; nos tuvimos que dar cuenta de eso: que después de mucho padecer este país ya es diferente. Y sobre todo desea diferente.

(Un tema para algún académico que investigue: la relación del uribismo con nuestro deseo, con nuestra forma de desear. Ese mecanismo cambió). 

¿Cuándo? Sabrá Ferney. Pudo haber sido un 21 de noviembre, un nueve de abril: fechas es lo que hay. Pudo haber sido mientras asistíamos a los años del proceso de paz. Sigo sintiendo que esos años le dieron un nuevo aire a la posibilidad de vivir distinto. A la posibilidad de vivir por fuera de la guerra —tan naturalizada que estuvo en nuestros corazones la maldita—. 

Pero bueno.

Hacía mucho estábamos soñando de manera muy realista. Y el realismo, dice nuestro amigo Renzi, no es otra cosa que una interpretación de la realidad. Una más entre otras más. Viva la memoria de Renzi, viva va el grafiti en el baño de Breakfast of Champions. 

Y habría que empezar a pensar cuál ha sido  la relación en Colombia entre realismo y guerra. (Realismo, por si hacía falta la aclaración, cómo forma de la novela).

*

Hoy en el evento de cierre de la Comisión hubo un mensaje que se repitió como un subtexto de este encuentro. Primero lo dijeron los niños de la Corporación Cultural Nuestra Gente Casa Amarilla, cuando dijeron que no quieren más que les hipotequen sus futuros con más guerra. Quieren, sí, un futuro en el que puedan vivir (¡vivir, maldita sea!), puedan estudiar y tener oportunidades como tantos otros colombianos las tienen. 

Lo mismo repitió el Comisionado Carlos Ospina cuando dijo que este país es suficiente para todos. Que tenemos los recursos y el espacio para que todos vivamos bien. Y que tenemos que empezar a pensar y a construir un país capaz de distribuir las riquezas entre todos. Y eso, pienso, no se llama socialismo, se llama sentido común.

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También pensar a todas estas, y en medio de este tumulto de estímulos que Twitter (y el vivir en un mundo con las redes sociales en el bolsillo) es una forma de la adicción muy poderosa.

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Ahora que escribía esto de la hipoteca del futuro de los niños (y de todos nosotros, de paso porque todos fuimos niños), pienso en Chile. Lo que pasó y está pasando allá es una respuesta a un sistema económico y de administración de la vida volcada hacia la deuda. La deuda bancaria. En nuestro caso, nuestro sistema político, nuestra maquinaria de la guerra, facilitó el endeudamiento de nuestras vidas pero no ya con los bancos sino con la vida misma. Hipotecaron, con la guerra de tantos años, las posibilidades de existir (¡de existir, jueputa!) en un país que no necesitaba deuda. 

Un proyecto de país que se inventó su propio monstruo para poder existir.

Lo han dicho tantas veces tantos en esta tierra que (ahora) empieza a escuchar: la guerra nunca es necesaria. Y aquí, nos permearon las cabezas y los cuerpos con la idea de la muerte hasta en los tabiques. 

*

Una representante a la cámara (empieza por jota y termina con ertus, pero no diré su nombre, jejeje) decía que por favor no politizaran el Paro. Pero hágame el hijueputa favor, ¿¡Entonces que es acaso el Paro!? Si este Paro y estas movilizaciones no son políticas entonces me dejo de llamar calvo. 

Ahí están pintados los tecnócratas, dueños de las buenas maneras, despolitizando cualquier muestra de política. ¡Si este país y sus mecanismos (sin duda la guerra uno de ellos) no ha hecho sino despolitizar la vida de la gente! 

Y lo que está pasando y lo que estamos viendo es a ciudadanos cada vez más críticos. Una sociedad más democrática por cuenta de los efectos del Proceso de paz.

Parece que despegamos, ¡Por fin!

Bogotá aguarda. 

*

Acabo de releer y la anterior entrada solo confirma que he estado consumiendo Twitter como energúmeno en las últimas 48 horas. La prosa se me impregnó de ese tono ágil y arengoso (tan propio del bonche y de la inmediatez). Pero bueno, nada que una buena novela de ciencia ficción no pueda remendar. 

¡A remendar y a retorcer también la prosa maldita con la que han escrito nuestra historia!

*

(Quizás, ahora que lo pienso, yo no soy calvo y más bien es un complot de los anarquistas internacionales para hacérmelo creer).

***

Santiago aparece por acá en caso de que quiera ver o leer o escuchar lo que retuitea o comenta en estos días de Paro Nacional.