OPINIÓN | Tras su condena, los colombianos deben ahora decidir qué va a pasar con otros miles de violadores.
Por Julia Alegre Barrientos*
Esta columna de opinión sucede a otra que escribí en diciembre tras el asesinato de Yuliana Samboní. Es el cierre a un pasaje macabro en la historia judicial de este país del que ojalá nunca hubiera tenido que opinar.
Se llama Julián y a sus escasos dos días de vida todavía ni gatea, ni habla, ni entiende, pero cargará por el resto de su vida con el estigma de su apellido: Samboní.
Él es el hermano de Yuliana, la niña que Rafael Uribe Noguera secuestró, torturó, violó y mató en diciembre de 2016 y por el que fue condenado el pasado miércoles 29 de marzo a 51 años y 8 meses de cárcel.
Una pena ejemplar si se tiene en cuenta que en Colombia 70 por ciento de estos delitos ni siquiera se denuncia, según Medicina Legal. Por lo tanto, el agresor ni es señalado, ni es castigado por su acción, ni mucho menos va a la cárcel, sino que campa feliz por la vida sin mayores preocupaciones que las mundanas.
Hasta ayer, entonces, todo bien: la justicia hizo su trabajo en el caso Uribe Noguera, agilizó los procedimientos investigativos y resolvió que este hombre de apellido influyente merece que todo el peso de la ley caiga sobre él. Bueno, no todo el peso, porque los Samboní pedían 60 años. La Fiscalía ya apeló el fallo para que se alcance esa pena máxima.
Ahora el problema es Julián. ¿Cómo se le cuenta a este niño, cuando adquiera un mínimo de raciocinio, que él es uno de tantos hermanos a los que les violaron a la hermana? O mejor, ¿cómo se le explica que el crimen que cometieron contra ella sirvió para rellenar la primera plana de los medios de comunicación durante un tiempo prudencial y generar una consternación pasajera en la población? ¿Qué va a ser de la vida de este niño que algún día será adulto y deberá lidiar con toda esta devastación?
Vamos a las cifras. Medicina Legal reveló recientemente que 2.640 menores fueron abusados solo entre enero y febrero de 2017. Haciendo cuentas, en 59 días en Colombia violaron a casi 45 niños cada 24 horas (44,7). De estos, 964 tenían entre 0 y 9 años.
“Vamos a las cifras. En los primeros 59 días de 2017 en Colombia violaron a casi 45 niños cada 24 horas. De estos, 964 tenían entre 0 y 9 años”
Bogotá se lleva el tétrico honor de ser la ciudad con más casos reportados: 494. En otras palabras, ya no solo hay 45 Yulianas a las que Colombia prefiere dar la espalda diariamente (salvo que las viole un señorito de apellido y de estrato 20.000), sino que hay otros tantos Julianes a los que tocará explicarles que después de que violaran a su ser querido las cosas siguen igual.
O peor.
Desde el feminicidio de Yuliana hasta hoy, solo dos meses después (y recalco: dos), la cifra se ha multiplicado. Si en diciembre los medios nos hacíamos eco del dato del Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas (UNFPA) que indicaba que solo eran 21 niños abusados sexualmente cada día, ahora tenemos que hablar de casi 45 (44,7).
Pero el baile de números no termina ahí: la Fiscalía General de la Nación señaló a finales de 2016 que fueron 48 diarios; la Defensoría del Pueblo, 43. Como si 21 en sí no fuera una cifra monstruosa. No sobra decir que hablamos de personas.
45 URIBE NOGUERAS AL DÍA
Voy a argumentar: parece que al final Rafael Uribe Noguera será otra víctima más de este crimen macabro que él mismo perpetró. Y sí, es duro hablar en esos términos cuando no hay duda de que es un torturador, un violador y un asesino. Pero si todo sigue su curso y estas cifras terroríficas no se detienen con una política pública férrea y con el compromiso en el largo plazo de toda la sociedad colombiana y de sus políticos (también de los que salen a las calles indignadísimos cada vez que se habla de educación sexual y enfoque de género, pero cuando hablamos de niños muertos hacen cortina de humo), Noguera pasará a la historia como un chivo expiatorio. Será el criminal sobre el cual se volcó toda la frustración de un pueblo y de una justicia sobrecogida y abrumada por las circunstancias, incapaces todos ellos de proteger a sus niños.
Porque, señores, Uribe Nogueras por lo visto hay casi 45 cada día paseando por las calles de este bello país.
Colombia sigue sin reaccionar. Solo por poner un ejemplo, el 31 de diciembre de 2016, menos de un mes después del asesinato de Yuliana, un hombre violó a un niño de nueve años en el barrio Lucero Alto, en Ciudad Bolívar, Bogotá. La Fiscalía informó sobre el caso en el momento de capturar preventivamente al presunto violador, un vendedor ambulante de la zona. Pero la noticia pasó desapercibida.
“Señores, Uribe Nogueras por lo visto hay casi 45 cada día paseando por las calles de este bello país”
Puede ser que este menor de edad también tuviera un hermano llamado Julián (¿quién sabe?), al que en veinte años habrá que explicarle que, tras la violación de su hermano, el país se mantiene igual o que, efectivamente, el delito sexual cometido contra su familiar sirvió para evitar más casos como el suyo.
Julián irá al colegio algún día, puede que se gradué en una universidad de calidad y sea el mejor de su promoción. Se enamorará como cualquier adolescente y sufrirá el despecho que solo dejan los amores de juventud. Disfrutará de su tiempo de ocio, logrará su primer trabajo y tratará por todos los medios de ser feliz, como lo intentamos cada uno de nosotros.
Pero él, a diferencia de muchos, tendrá que rememorar una y otra vez en toda esa travesía que fue el hermano de una hermana que nunca conoció porque la maldad de un asesino se la arrebató.
Ustedes deciden qué legado quieren dejarle a Julián. Pero lo dicho: la indignación en este país dura lo que dura un noticiero.
* Periodista española radicada en Colombia.
** Este es un espacio de opinión. No representa la visión de ¡Pacifista!