Se metió a la guerrilla, lo fusilaron los paramilitares, se salvó y se desmovilizó con el EPL. Ahora vive de las donaciones que recibe su galería fotográfica itinerante.
Texto y Fotos: Carlos Bernate
Carlos Alberto Castaño Martínez, o como lo llaman Carlos Castaño “El Bueno”, nació en Villahermosa, departamento del Tolima. Esta es la historia de un campesino y ex guerrillero del EPL (Ejército Popular de Liberación) que se convirtió en un referente vivo de reintegración: Carlos decidió cambiar su fusil por una cámara fotográfica.
La Galería
Castaño es el autor de la muestra fotográfica “La memoria, realidades. Porque el ojo y el lente no mienten” y está convencido que la mejor manera de llegarle a la gente con su mensaje de memoria es exhibirla en las calles, rompiendo los paradigmas de clases, en donde solo unos pocos tienen acceso a la información y a la cultura. A través de su galería, Carlos trabaja para que tanto los habitantes de calle como los ejecutivos encorbatados conozcan la historia del conflicto armado en Colombia.
En este tiempo solo un grupo de policías del barrio en donde reside, al tener información de que se encuentra bajo amenaza, fueron a su casa para dejarle los números telefónicos del cuadrante y, comenta Carlos, que uno de esos policías mientras charlaban le dijo: “Señor si usted fuera rico lo ayudarían”.
“Recostado en el árbol que fue testigo de mi muerte y cómplice de mi resurrección”
Carlos hizo sus primeros pinos fotográficos desde muy niño. Dice que siempre se sintió atraído por las imágenes pero, debido a las frustraciones que vivió en el campo, tomó la determinación de ingresar a las filas del EPL en 1984. Su pasión por la fotografía quedó opacada por la guerra. Luego, en 1990, tuvo una experiencia que partió en dos su vida: un fusilamiento.
Cuenta Carlos que “ese 27 de julio de 1990 en jurisdicción del municipio de Isaza, nororiente de Caldas, paramilitares y miembros del Batallón Barbula de Puerto Boyacá, realizaron una masacre en la que murieron seis campesinos. Fueron torturados para después ser asesinados y un joven de 14 años fue desaparecido. Yo, junto a otro campesino, fuimos amarrados a un árbol y luego fusilados. El campesino murió y yo sobreviví”.
A raíz del fallido fusilamiento, Carlos se desmovilizó en el año 1991, retomando así la imagen y la palabra para visibilizar el desastre social que él veía en el país.