La cruzada de Chico Mendes | ¡PACIFISTA!
La cruzada de Chico Mendes
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La cruzada de Chico Mendes

Staff ¡Pacifista! - marzo 25, 2016

Su comprometida defensa con la selva amazónica lo puso en la mira de la violencia. Así fue cómo este ecologista brasileño quedó en la memoria de la resistencia pacífica.

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POR MARÍA CAMILA RINCÓN

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Chico Mendes en 1988. Foto: Wikicommons.

 

Si alguien entendía el daño irreparable del hombre contra el medio ambiente era Francisco Alves Mendes Filho: Chico Mendes. Un brasileño ecologista, sindicalista y activista, pero sobre todo un enamorado de la selva amazónica. La defendió a muerte, en todo el sentido de la palabra. El 22 de diciembre de 1988, las balas de una escopeta segaron su vida. Estaba en el patio de su casa. La resistencia pacífica que había emprendido contra la extracción madera y la tala de árboles era incómoda. Por eso, muchos lo definen como uno de los mártires de la ecología.

En momentos donde la escasez del agua, el calentamiento global y las sequías son una preocupación, el legado de Chico Mendes no es menos sino pertinente. Empezando por la arraigada conciencia que tenía sobre la finitud de los recursos. Días antes de que lo mataran, dijo que no quería flores en su tumba “porque sé que irán a arrancarlas a la selva”. Consciente de las amenazas que lo acechaban agregó: “Sólo quiero que mi muerte sirva para acabar con la impunidad de los matones que cuentan con la protección de la policía de Acre (estado de Brasil donde nació) y que desde 1975 han matado en la zona rural a más de 50 personas como yo”.

Desde 1975, cuando nació un sindicato para oponerse a la destrucción de la Amazonía brasileña, empezó a denunciar las consecuencias irreversibles de atentar contra este pulmón del mundo. “La tierra es la vida”, solía decir para reiterar que el progreso es posible sin acabar con el medio ambiente. Justamente, como lo explica Gloria Helena Rey en un artículo para El Tiempo, “la importancia de la Amazonía radica, principalmente, como reguladora de las lluvias, el clima y por su rica biodiversidad”.

En otras palabras, la deforestación acelera el calentamiento global, reduce las lluvias y afecta los ciclos agrícolas. Sin tanta ciencia, Chico Mendes, que también era recolector de caucho, tomó las banderas para empezar a explicar por qué acabar con el Amazonas era poner en riesgo la supervivencia humana. Por eso, buscaba defenderla a como diera lugar.

Chico Mendes en un árbol de caucho. Foto: Wikicommons.

En 1969, el gobierno brasileño impulsó un plan denominado Programa Nacional de Integración para el Amazonas. La directriz era construir una carretera transamazónica de 5.000 kilómetros y motivar a que habitantes de otros lugares llegaran a instalarse para colonizar o criar ganado. Jorge Cappato, director de la organización medioambiental Proteger, escribió en un perfil sobre Mendes que la intención del entonces presidente Emilio Garrastazu Médici era ofrecer “una tierra sin hombres a los hombres sin tierra”. Sin embargo, los resultados fueron catastróficos, como Chico lo temía.

“Ni la tierra era fértil, ni estaba vacía: allí estaban los indios, los seringueiros (recolectores de caucho), gente que vivía de y cuidaba la selva. Las carreteras impactaron sobre 96 tribus”, apunta Cappato. Y agrega que el daño fue tal que de cada mil niños nacidos en Acre 838 morían antes de cumplir un año. Los incendios se convirtieron en el pan de cada día y la tala de árboles para adecuar el terreno a la cría de ganado fue masiva. En ese escenario vivía Chico Mendes y, como cauchero, empezó la defensa de los árboles, de los bosques y de sus colegas. Ahí estaba su sustento, la manera cómo aprendió a sobrevivir después de heredar el oficio de su padre.

Entonces, la resistencia pacífica fue su método. En varias ocasiones se encadenó a los bulldozers que estaban demoliendo el Amazonas para impedir que siguieran abatiendo a la selva. También ayudó a frenar el desplazamiento de recolectores de caucho que ya empezaba a sentirse por las políticas implementadas en esa región. Su figura se empezó a delinear y trataba de llamar la atención sobre el daño monumental que sufría el medio ambiente. Incluso, incursionó en la política. Los votos no le alcanzaron pero usó la contienda electoral para denunciar lo que estaba pasando.

A principios de la década de los 80, el gobierno en Brasil volvió a apostarle a una carretera en el Amazonas para ampliar la producción en 25 millones de hectáreas que quedan sobre la frontera. Pasaron cinco años antes de que el Ejecutivo se comprometiera a delimitar una zona para los indígenas, teniendo en cuenta las consecuencias del proyecto anterior. Para ese momento, Chico Mendes había logrado que las denuncias de la destrucción de la selva llegaran al ámbito internacional.

No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva.

Y es por esa época cuando propuso la idea de las reservas extractivas: territorios donde, junto con la actividad cauchera, se conservarían las especies naturales como frutos y árboles. Según Cappato, “se demuestra que una hectárea de selva produce -sólo en caucho, nueces, resinas y frutas- mucho más que una hectárea dedicada a la ganadería”. La lucha de Chico se fortaleció cuando en 1987 ganó el Premio Global 500 de las Naciones Unidas. Pero, de nuevo, eso resultaba muy incómodo para quienes tenían intereses económicos en seguir acabando con la selva. Los hacendados, madereros y empresarios de caucho ya lo habían declarado su enemigo.

Para ese año eran cerca de 85 líderes sindicales los asesinados. Él mismo se había salvado de cinco atentados, mientras las amenazas seguían llegando. Esa noche del 22 de diciembre de 1988 Darci Alves Da Silva, hijo del ganadero y latifundista brasileño Darly Alves, lo asesinó con una escopeta en su propia casa. Fueron condenados a 19 años de prisión en 1990. Tres años después escaparon de la cárcel y en 1996 las autoridades volvieron a capturarlos.

Desde entonces, Chico Mendes se convirtió en un mártir y quedó en la memoria de los movimientos pacíficos. Sus pasos han inspirado a varias generaciones que siguen defendiendo el territorio al que él le entregó tantos suspiros y esfuerzos.