Así es el blog de poesía de la senadora Paloma Valencia
Me sumergí en el blog de poesía de Paloma Valencia Ilustración: Lady Chaparro
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Me sumergí en el blog de poesía de Paloma Valencia

Colaborador ¡Pacifista! - febrero 15, 2019

La escritora Fátima Vélez hace un análisis literario de los poemas publicados por la senadora del Centro Democrático.

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Por: Fátima Vélez

Es difícil separar a un poeta de su vida, y más si se trata de una figura pública, de una figura política. Si el personaje en cuestión es Paloma Valencia, es probable que un acercameinto a su poesía esté lleno de desconfianza, de prejuicios. Pero sobre todo de curiosidad, si consideramos que la poesía es un medio para expresar y acceder a una intimidad, y con intimidad me refiero a miedos, deseos, pasiones, angustias,  maneras de sentir el cuerpo. Entonces, es inevitable preguntarse, ¿había pensado alguna vez en acceder a la intimidad de Paloma Valencia? ¿Estoy preparada? ¿Qué se revelará? Entro a su blog loquevimos.blogspot.com con reservas. ¿Será buena o servirá como trapito al sol para sacarle en medio de uno de sus próximos debates en el senado? ¿Y qué tal que su poesía sea tan deslumbrante que yo empiece a olvidar incluso que ella defiende, y no precisamente con buenos argumentos, al personaje más nefasto de la historia de Colombia?

Lo primero que hago es buscar huellas de la senadora furibunda en estos textos que exhiben abiertamente a un yo desprotegido y vulnerable. Pero, me pregunto, ¿y si no supiéramos de dónde vienen? ¿Si estos poemas los encontráramos al azar en una búsqueda y el nombre de Paloma Valencia no encajara con el personaje político que ha hecho de sí misma a través de sus afirmaciones y actos, y al apoyar un partido cuyos vínculos con la cultura y más aún, con una forma artística tan marginal como la poesía son nulos? (Pregunta: ¿por qué no se ha abierto el portafolio de Estímulos del Ministerio de Cultura este año cuando en años anteriores salía a finales de enero sin falta? ¿Se va a abrir? ¿Podría la poeta Paloma Valencia intervenir en este asunto?). ¿Es interesante esta poesía más allá de la contradicción que genera entre el personaje político y el personaje que se exhibe? Algo que decir sobre los poemas de Paloma Valencia.

Me pregunto si en el terreno político hay un acto equivalente a la edición.

Los poemas, en su mayoría de amor, pero sobre todo de desamor, varían entre el verso libre y la prosa poética. En casi ninguno se utilizan las mayúsculas, al parecer deliberadamente. Tampoco se acentúa siempre; se podría decir que no hay una gran preocupación por las tildes. A veces hay errores ortográficos más evidentes, como “agenos” o “carrucel” o “peses”. En algunos casos, el error ortográfico no es más que un error ortográfico, que llama la atención por ser cometido, sabemos, por una senadora de la república, que ha estudiado derecho, filosofía y literatura. Algunos otros errores, por otra parte, enrarecen la lectura, como cuando se dice “El cielo de nueves ha dejado” (el énfasis es mío). La palabra “nueves”, una mezcla entre jueves y nueve y nuevo y nubes, resultaría un neologismo inquietante si de hecho esta poesía sugiriera una experimentación con el lenguaje. Sin embargo, el acierto parece más un descuido que un acto deliberado; descuidos que quizás tengan que ver con deletrear, tal vez con prisa, como si se escribiera desbordadamente para no perder el hilo, para no pensar demasiado; escribir lo que salga y como salga hace que haya errores como “tines” en vez de “tienes”.

Tal vez estos poemas se escribieron en un computador desde el cual la poeta no sabía cómo poner las tildes. En general no me detendría mucho en la parte formal si este “descuido” no me llevara a sacar ciertas conclusiones en relación con las actitudes políticas de la senadora/ poeta. La poesía es un territorio donde se puede expresar todo libremente, sin restricciones gramaticales ni ortográficas. Y más si es poesía que no está publicada en un libro sino en un blog. Tal vez esto hable de una concepción de la política como un territorio donde se puede expresar todo “como salga”, “con mala ortografía, si es preciso”, y esto conlleve a una expresión irresponsable e irregular de las ideas más polémicas y xenófobas, total, desde la posición del poder (así como desde un blog olvidado en la inmensidad del Internet), no hay restricciones. Esto me lleva a pensar en la muchas veces equívoca relación que se puede tener entre libertad creativa y descuido. Me pregunto si en el terreno político hay un acto equivalente a la edición.

El cuerpo que se exhibe aquí ha probado tener la capacidad de ser más que una queja.

Pero más allá de los formalismos y de hacer una cacería sobre fallas ortográficas y un paralelo entre el no respeto por las normas ortográficas y las normas constitucionales, lo que más me llama la atención es la sensación que esta poesía produce. Un desasosiego, una persistente invocación a la soledad que pesa, que se siente con dolor, que quiere dejar de sentirse, literalmente, “quisiera dejar de sentirme sola”, “pero luego ese dolor… que no cesa. Ese dolor en medio del pecho que te impide respirar. Ese dolor que no tiene sentido y sin el cual sería ridículo vivir”. Un dolor que está en todas partes y en ninguna, que no está dentro ni fuera, sino “oculto en esos espacios invisibles que los átomos dejan unos entre otros. Esos espacios huecos que somos íntimamente”. Los poemas hacen alusión constante a “la vida está en otra parte”, pero en vez de proponer maneras de ir hacia esa otra parte o de hacerla posible, se conjugan desde la insatisfacción, como cuando se dice: “no hay salida/ están todos los caminos y aún así no hay uno para mí”. En esta misma línea, estos poemas también evidencian un escepticismo hacia la posibilidad de cambio “para qué, decirte o no decírtelo/ no lo cambia. es así”. Versos que traslucen una creencia en que las cosas son así y no pueden ser de otra manera, y, por lo tanto, expresan constantemente, y algunas veces con violencia, un deseo por la otredad que se queda en el deseo, “me gustaría soñarme otra-/ me gustaría no reconocerme en el espejo”, o “Si fuera otra no estaría con este sentimiento”.

Desde una lectura literal, parece que esta poesía se refiere a un amor imposible o perdido, pero también podría pensarse que hace alusión a un tiempo regido por otros órdenes, “la añoranza y el recuerdo de lo que se pierde. El dolor infame de lo que se sabe no está, no estará”. Ante el reconocimiento de la imposibilidad de cambio, la voz poética expresa estancamiento, inmovilidad, cansancio, “Es finalmente esta laguna donde no hay Corrientes, donde el agua está estancada” y también expresan una desesperanza, una imposibilidad de formar resistencias contra el estancamiento. Ante esto, solo se puede producir el lamento, la queja “Nunca llegaré al mar, nunca a un río. Condenada a estas pocas aguas. Llorar para aumentarlas”, o en un verso más literal, “importa porque finalmente fracasas”. Una poesía que deja ver un mundo predecible, aburrido, del que solo queda lamentarse, y que en vez de usar la potencia de la palabra para transformarlo, busca acentuar aún más esta inmovilidad.

Lo que más me llama la atención de esta poesía es la manera en que se aborda el cuerpo. “Soy plana, movible, deforme”; “soy polvo, soy hoja, liviana”, “retorcijones de hambre”, “frío que se ajusta a las articulaciones”. El reconocimiento del cuerpo en su materialidad permite que los poemas no caigan en una queja y un lamento interminable. Esto puede verse cuando habla de fluidos, o de “unas células extrañas que me contraen dentro del cuerpo […] y cierto picazón obeso se me derrite en los músculos, y me río”. O en poemas más explícitos, en los que se refiere al cuerpo como carne que se le ofrece al otro amado en señal de sacrificio, “¿Quieres arrancarme las entrañas y comerte la carne?”. En este cuerpo percibo una potencia, en contraposición a esa insistencia en el estancamiento, muy propia de los típicos escenarios de desamor.

Su poesía, más allá de las constantes alusiones al desamor y a la dificultad de vivir, reflejan una manera de concebir la política dentro de la inmovilidad y el estancamiento.

También la relación que se propone entre la sensorialidad del cuerpo y figuras animales como la trucha, el cangrejo, el pájaro, y el caracol, resultan misteriosas e inquietantes. El cuerpo que se exhibe aquí ha probado tener la capacidad de ser más que una queja, como se evidencia en versos como: “una extensión animada que se desplaza sobre los planos de un mundo que no comprende”.  Posibilidad que circula precisamente en la aceptación y descripción de la vulnerabilidad, que permite una apertura, no ser una sola cosa sino habitar la multiplicidad, en contraposición al hastío. Pero precisamente ese hastío parece anclarse en “un mundo que no comprende”; un mundo con el que insiste relacionarse desde la incomprensión y la claustrofobia.

Es de esta manera que la poesía de “Algo que decir sobre lo que vi” nos lanza a una paradoja. Es capaz de nombrar aquella falla en un mundo que condena la diferencia y la apertura; es capaz de nombrar esa contradicción entre una intuición visionaria de la multiplicidad del sentir y un reconocimiento de la fragilidad del cuerpo y las relaciones humanas, en contraposición con una realidad que se impone dentro de estrictas categorías temporales, y que por lo tanto produce un estancamiento y un desasosiego. Es capaz de situarse en la fragilidad, la incomunicación, las complejidades del amor, la inmovilidad, y al mismo tiempo decir, no hay nada que hacer, como si haberlo visto, haberlo señalado, haberlo sentido no fuera ya una forma de mostrar que hay muchas y múltiples formas de sentir.

Entonces, la poesía de Paloma Valencia, más allá de las constantes alusiones al desamor y a la dificultad de vivir, me permite una lectura que refleja una manera de concebir la política dentro de la inmovilidad y el estancamiento, lo que llama la atención cuando hay intuiciones y maneras de sentir que no corresponden a esos órdenes que con tanta vehemencia defiende, y que hace que uno le pregunte a la senadora, utilizando sus propias palabras “¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo?”. Ella misma parece darse cuenta de esto y reclama “Me gustaba más esa Sonora/ mucho más difusa../ esa que en mis oídos tenia interpretaciones/ Esta es incuestionable/ Clarísima.”

Sobre esa otra a quien se reclama, llama la atención la cita al poema de Whitman que incluye en una de sus entradas: “Estoy enamorado de cuánto crece al aire libre,/ de los hombres que viven entre el ganado,/ o de los que paladean el bosque o el océano,/ de los constructores de barcos y de los timoneles,/ de los hacheros y de los jinetes,/ podría comer y dormir con ellos semana tras semana./ Lo más común, vulgar, próximo y simple”. Y luego, justo después de esta cita, lo que parece ser una epifanía; “Caminado hacia la universidad vuelvo a sentir que la luz tiene poder. El mundo cambia, los colores viven, el aire más transparente que nunca está frio y huele. El viento, los pajaritos, una ardilla mirándome con sus ojitos de curiosidad esperando que mis manos aparezcan con una sorpresa dulce –que no tengo-. Las sombras que pintan el piso con formas que podrían ser un lenguaje que esconde un secreto magnifico, o simplemente los juegos del cielo. Y pienso que indefectiblemente hay algo mágico, le saco una foto para ver si tú también lo ves”.

Tristemente nos damos cuenta de que una educación por la poesía no salva al mundo de ideas elitistas, violentas, fundadoras de odios.

Quizás los poemas se hacen más interesantes en el 2010, año que coincide con la Maestría en Escritura Creativa que Paloma Valencia hace en Nueva York.  En este año lo que se expresa es precisamente esa apertura que el yo poético percibe, intuye, pero a la que por alguna razón no puede aproximarse, y cuya imposibilidad de aproximación limita los poemas a una queja hacia la imposibilidad, que muy bien se refleja en el partido político que la senadora representa.

Al enfrentarnos al hecho de que Paloma Valencia escribe poesía, que haya hecho la maestría de Escritura Creativa en NYU, que haya publicado un libro de cuentos, que sea una gran lectora, por un lado, nos genera inmediatamente un desconcierto, porque pensamos que la poesía y la literatura y la sensibilidad hacia el arte nos acerca a una forma de pensar y de relacionarnos con los otros, que va en contravía con los valores analfabetas que promulga el Centro Democrático. Teníamos la idea de que precisamente los representantes del Centro Democrático debían leer más poesía, más tragedia griega, más Shakespeare,  para entender que el gobierno de un país no se trata de una lucha entre buenos y malos, y de repente, nos damos cuenta de que la senadora más defensora de estas divisiones, es poeta, y entonces, quedamos desconcertados, nos damos cuenta de que no es una cuestión de poesía, y tristemente nos damos cuenta de que una educación por la poesía no salva al mundo de ideas elitistas, violentas, fundadoras de odios.

No debemos olvidar que los propios antepasados de Paloma Valencia fueron, nada más y nada menos, que políticos-poetas, hombres letrados que construyeron un ideal a partir de la palabra, que defendieron la causa de unos pocos, y que fueron creando un universo de inclusión y exclusión que ahora llamamos Nación. No debemos olvidar que Paloma Valencia encarna, al menos en su fantasía, la continuación de esa élite política letrada, de poetas presidentes. Sin embargo, uno se pregunta, ¿por qué entonces mantener este blog tan en secreto? ¿Por qué la poesía no hace parte de su vida pública-política? ¿Dónde está la mujer letrada/ poeta, la vulnerable, la frágil, la que se preocupa por el pobre y por el ciego y el mendigo en las propuestas para separar al departamento del Cauca en dos?