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Colaborador ¡Pacifista! - mayo 23, 2018

OPINIÓN | Yo no sé si los pueblos tengan los gobernantes que se merecen, lo que no me cabe duda es que sí son fiel reflejo del pueblo que los eligió. Por: Adolfo Zableh Durán 

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Foto: Lucía Romero

García Márquez fue un gran narrador, aunque se quedó corto. Digo, logró contar buena parte de nuestra realidad, pero Colombia produce tal cantidad de noticias absurdas que ni siquiera un genio como el de Aracataca estuvo en capacidad de atajarlas todas para convertirlas en un gran relato.

Y como república bananera que somos, los hechos más descabellados vienen de quienes están llamados a liderar: los políticos. Yo no sé si los pueblos tengan los gobernantes que se merecen, lo que no me cabe duda es que sí son fiel reflejo del pueblo que los eligió. Hace cuatro años asistimos a unas elecciones presidenciales descabelladas y turbias, amplificadas por el megáfono de las redes sociales. Lo que no sabíamos es que estas que estamos viviendo las iban a superar con creces.

Así, en un día normal, Álvaro Uribe compara sus Crocs con los Ferragamo de Petro, solo para voltear la torta y dárselas de humilde, de hombre de pueblo, y crea un revuelo en redes donde nos pone hablar de zapatos y no de ideas. Y cuando no nos hemos repuesto de aquella batalla dialéctica, aparece otra vez para tirárselas de víctima y decir que si olvidamos su legado se amarra una piedra en la nuca y se lanza al río Magdalena, lo cual no es solo pintoresco sino macabro. Si uno suele hablar de lo que sabe y tiene en la cabeza, algo del asunto debe saber ese señor.

Después tenemos a Duque, llamado a ser su sucesor, acudiendo a su peluquero para que certifique que sus canas no son falsas y diciendo que los hombres de su familia son canosos. Ni idea si serán reales o no, pero cuando uno tiene que acudir a su estilista para reforzar el debate es que la democracia no anda bien.

En el otro extremo las cosas no están mejor. A Gustavo Petro se le mete en la cabeza que va a ganar en primera vuelta (porque sabe que si va a segunda vuelta, pierde) y asegura que si pierde será porque se está urdiendo un fraude electoral de proporciones históricas. Y como la historia es lo suyo, empieza a hablar raro y a mandar unos tuits con fotos de las plazas que llena al tiempo que habla sobre el pueblo de Israel huyendo de Egipto donde no se sabe si él es el faraón, o Moisés, o el Mesías, o el pueblo, porque el mensaje es pretencioso, confuso y de un lirismo desafortunado.

Es como si nuestros políticos entrenaran en el mismo colegio para volverse líderes. Podrán ser de diferentes partidos e ideas, pero todos coinciden en agregarle locura a la contienda electoral.

Fajardo hizo lo imposible para faltar al debate sobre Bogotá porque no tiene idea del tema, y Petro hizo lo mismo con el debate sobre Medellín. Y en el medio, Vargas Lleras estaba sacando videos donde dice que les ha notificado a los parlamentarios que lo están apoyando que “Se acabó la robadera”. Es decir, que sí roban, pero que si Vargas Lleras llega a la presidencia eso va a dejar de suceder. Si el candidato tiene constancia de ello, como lo afirmó en su video, debería dar pruebas para encarcelarlos y no taparles las fechorías, propongo.

Eso por separado, porque juntos es como si estuvieran haciendo carrera a ver quién es el más amenazado, o el menos, porque todavía no queda claro cuál de las dos situaciones da más caché. En un país donde tener escolta es símbolo de estatus, hay quien hace ver que sufrir un atentado o descubrir un plan para ello es motivo de orgullo, mientras que en la otra esquina se pavonean de no tener enemigos.

Y no será candidato, pero el procurador Fernando Carrillo puso la nota más alta en esta demencia de país cuando mandó un tuit invitando a una audiencia de víctimas en Medellín y espichó mal el dedo porque le adjuntó la foto de un hombre con un pene de plástico amarrado a la cintura. El tuit fue borrado de inmediato pero los pantallazos quedaron, y la Procuraduría salió rápido a decir que la cuenta de Carrillo había sido hackeada, lo cual suena a carreta. Es raro, siempre pensé que el Procurador con inclinaciones sexuales exóticas era Ordóñez (por aquello de su fanatismo religioso) y no Carillo, pero la vida te da sorpresas. Igual todo es respetable y cada cual le gusta lo que le gusta. De hecho me solidarizo con él: yo siempre he temido que me pase lo mismo y que en un tuit, un mail o peor, en el grupo de Whatsapp de mi familia, se me vaya el archivo que no corresponde y quede en evidencia. Por eso, para ser sincero, nunca me interesó ser político: si uno la va a cagar, mejor quedar en evidencia con la familia que ya lo tiene en mal concepto, y no frente a todo un país que espera que uno sea siempre un personaje ejemplar.