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Así fue nuestra charla con el autoproclamado presidente interino de Colombia

Santiago A. de Narváez - marzo 5, 2019

"Colombia tiene un gobierno absolutamente legítimo. Lo que pasa es que es un gobierno inoperante", dice Alejandro Muñoz.

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—¿Nunca pensé que esta fuera la forma de conocer a un presidente?

—De afán, ¿dice?

—Sí. Corriendo.

—Yo tampoco…

Acabábamos de colgar con Alejandro Muñoz, actor, fotógrafo, guionista, camarógrafo y –desde hacía tres días– autoproclamado presidente interino de Colombia.

Nos había citado en la entrada de la biblioteca Luis Ángel Arango, lugar desde “donde despacha”, a la una y media de la tarde. Íbamos con 15 minutos de retraso.

Estaba bravo. No se deja esperando a un presidente por más interino, autoproclamado o paródico que sea.

*

El pasado lunes 25 de febrero tuvo lugar en Bogotá la reunión del Grupo de Lima para decidir qué acciones tomarían sus países miembros frente a la crisis en Venezuela. Una de las posibilidades que se contemplaba era una acción militar en el vecino país. Acción que finalmente, y de momento, se dejó de lado. A la reunión también asistió el (parcialmente reconocido) presidente encargado de Venezuela, Juan Guadió.

(Guaidó asumió en el mes de enero, amparado por el artículo 233 de la Constitución venezolana, como presidente interino con el fin, dice él, de convocar elecciones libres en Venezuela y tener una transición a la democracia).

Ese mismo lunes 25, muy cerca del Palacio de Nariño y a pocas cuadras de la Cancillería, un grupo de gente –no más de 15– vitoreaba a un señor de pelo lago y numerosas arrugas en la cara que llevaba puesta la banda presidencial de Colombia:

“¡Alejandro Muñoz, presidente interino de la República de Colombia!”, gritaban unos.

“Colombia tiene dos presidentes”, contestaban otros.

*

“La Constitución, pobrecita, es la más maltratada de todas” dice Alejandro Muñoz. Fotos Juan Esteban Quintero

 

Llegamos al encuentro con Muñoz. Nos saludó. No sonaba tan enojado como por celular, pero sí estaba visiblemente molesto.

—No, hermano, es que eso no es serio. Si me dicen a las y media es a las y media.

—Sí, Alejandro, dis…

—Tuve que cancelar un almuerzo y todo.

Mientras Juan Esteban, el camarógrafo, organizaba los equipos, apoyaba el trípode, cuadraba la cámara, Alejandro hablaba de su “posesión” hacía tres días y de su pasado como artista.

Fue uno de los fundadores del Teatro La Candelaria. En los noventa fue parte del elenco de la novela Los Victorinos (Muñoz hacía el papel de Ceferino, el padre de Victorino Moya) y recientemente funge como fotógrafo urbano: le saca fotos a distintos grafitis alrededor de la ciudad. “Es que son unos grafitis muy bellos. Hoy no hacen grafitis sino arte mural efímero”.

Muñoz empieza a hablar de política. Dice que a este país le hace falta diálogo nacional. Aquí no hay discusión política, aquí lo que hay es una masacre política, dice él mientras se acomoda el micrófono de la cámara.

Juan Esteban, el camarógrafo, nos dice que está todo listo para grabar. Le indica al autoproclamado presidente el lugar donde se tiene que hacer para empezar la entrevista.

—Uy no, hermano. Ese plano está muy cerrado, no me gusta. Me gusta este —dice él y señala una banca que tiene de fondo un vidrio que refleja toda la luz de la tarde bogotana.

—Pero Alejandro, ahí no quedaría tan bien. Mire que ese vidrio refleja…

—Yo soy director de televisión. Ese plano que me dicen no me gusta. ¿Contra la escalera? No, no, no. Si vamos a hacer fotografía, hagamos fotografía buena —dice él y obliga a Juan Esteban a reacomodar el trípode y la cámara.

No sólo hace falta diálogo, decía él. Hace falta, también, aprender realmente a escuchar.

*

Brevísimo recuento de candidatos paródicos:

Durante la década de los 50 y 60 hubo un candidato, Gabriel Antonio Goyeneche Corredor, que era el blanco de burlas de muchos y que contaba con propuestas como pavimentar el río Magdalena o ponerle una gran cornisa a Bogotá para que la gente no se mojara en días de lluvia. En las elecciones de 1966 alcanzó a sacar 2.652 votos. Ese año el ganador fue Carlos Lleras Restrepo.

Para las presidenciales de 1978 había aparecido un nuevo candidato, el doctor Clímaco Urrutia. En realidad, había aparecido un año antes, cuando el Partido Liberal estaba escogiendo candidato entre Carlos Lleras y Julio César Turbay.

En ese momento, los que querían atajar a Turbay de llegar a ser candidato liberal, propusieron al doctor Clímaco Urrutia, personificado por el actor y director de televisión Jaime Santos. La idea se le había ocurrido a Humberto Martínez Salcedo (conocido como Salustiano Tapias), guionista de Sábados Felices y padre del actual Fiscal General de la Nación.

Decidieron entonces, Humberto Martínez y Jaime Santos, emitir cada sábado durante 15 minutos en Caracol Televisión al doctor Clímaco Urrutia haciendo campaña. Durante siete meses salió en horario Premium. Finalmente, el Partido Liberal terminó optando por Turbay como candidato presidencial (quien, un año después, ganaría la presidencia).

*

“Para mí la paz es justicia social” dice el autoproclamado Presidente.

 

—¿El gobierno de Colombia es ilegítimo? —le pregunto a Alejandro Muñoz.

—No, Colombia tiene un gobierno absolutamente legítimo. Lo que pasa es que es un gobierno inoperante. Es un gobierno que en vez de estar pensando en la solución de los problemas de la nación está generando unos nuevos: reforma tributaria, redistribución de las formas laborales donde la ciudadanía sale perjudicada. La salud, la educación, el trabajo.

—¿En qué artículos de la Constitución se basa para autoproclamarse presidente?

—Por ahí había un artículo de la…de la…de la Constitución que dice que…bueno….es decir: en la Constitución no hay ningún artículo que diga que hay posibilidad un presidente interino porque para eso hay un vicepresidente, ¿no cierto? Pero si la vicepresidenta tampoco cumple sus funciones…hay ausencia ¿cómo es? hay ausencia de gobernabilidad.

—¿Qué piensa usted de la democracia?

—La democracia tiene que ser participativa.

—¿En este momento no lo es?

—No lo es. Aquí nos imponen decretos. Aquí nos han vendido media Colombia sin consultas. Aquí hacen licitaciones de una sola persona como la que hizo el señor Santos con Reficar. ¿Cómo así que van a vender el agua? Al señor Álvaro Uribe la Corte Constitucional le echó para atrás la venta del agua porque ya tenía toda el agua vendida, a los franceses o no sé a quién.

—…

—¿Qué es lo que quieren?  ¿Hacer de esto un chiste? ¡Pues hagamos un chiste!

(Imágenes de la posesión de Alejandro Muñoz días atrás:)

https://www.youtube.com/watch?v=7E4ibe8W9iw

*

Aunque decidió “volverse Presidente” cinco días antes de la reunión del Grupo de Lima en Bogotá, Muñoz dice que llevaba preparándose durante 60 años.

—Hace ya tiempo venía con la idea de hacer esto —dice. Y dice que creció y se formó en un ambiente artístico (y por eso mismo crítico).

Que lo respalda un equipo de grandes actores. El director de cine y televisión, Ricardo Coral. O el mismo Jaime Santos, interprete de Clímaco Urrutia.

Ya tenemos, dice, el canal el YouTube y en mi página en Facebook voy a publicar todos los días un decreto que se desprende de cada artículo de la Constitución. Es que la Constitución debería ser de obligatorio estudio para todos los niños, desde la primera infancia en adelante. Pero ¿cómo hacemos si la Constitución no nos la dan a conocer? ¿Por qué no les interesa que la gente desde niña practique artes?, pregunta retórico.

Uno de sus decretos, dado a conocer a través de su cuenta en Facebook, en el que se reglamentan los derechos fundamentales al agua y la soberanía alimentaria, dice, por ejemplo, que:

“El derecho humano al agua es fundamental e irrenunciable. Nadie puede depredar maltratar o privatizar afluentes acuíferos como paramos, o desviar ríos con fines de lucro personal o privado pues estos son propiedad del pueblo colombiano. El agua constituye patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida de las personas y colectividades”.

—Se trata es de mamarle gallo a esto. Pero hay que estar bien enterado de las cosas…

*

—¿En qué medida usted va a lograr que la democracia sea más participativa?

—A través de la consulta popular que ellos quieren quitar para hacer lo que les da la gana con los territorios.

—Explíqueme.

—La consulta popular es una cosita que nos dice por aquí una señora que se llama la Constitución —dice Muñoz y saca de entre sus papeles un libro blanco, viejo, editorial Oveja Negra— donde usted para hacer una presa tiene que hacer una consulta popular. No 62 masacres, como en Hidroituango. Eso no es una consulta popular. Eso es apropiación indebida de territorios a través de la violencia, sin nombrar los desplazamientos. Toda esa población está protestando y nadie la escucha.

—Hábleme de sus propuestas puntuales. En lo que refiere a medio ambiente, por ejemplo.

—Lo de mis propuesta en medio ambiente son muy claras. Yo publiqué en Facebook un decreto presidencial donde ordeno la suspensión inmediata del fracking y de la aspersión. ¿Por qué? Porque el fracking y la aspersión utilizan venenos prohibidos para la organización mundial de la salud.

—Ajá.

—Aquí vino una comisión que dizque para averiguar sobre el fracking y resulta que todos los de la comisión pertenecían a compañías petroleras. ¿Si? ¿Entonces? ¿Qué van a decir? ¿Qué el fracking es malo? Qué va…

*

En el centro de Bogotá ya muchos reconocen a Muñoz como “Presidente interino”

 

¿Cuál es la legitimidad de la risa? ¿Cómo sirve el humor en una democracia? ¿Cuál es el papel de la parodia? ¿Cómo puede volverse el chiste un gesto político? ¿En qué momento el humor se vuelve el último territorio del sentido común? ¿Qué nos dice un país donde (parece) sólo se puede hablar en serio a través de la parodia?

*

Cuando acabamos la entrevista, le decimos a Alejandro que si lo podemos acompañar de camino a la Plaza de Bolívar. Él accede y de camino, bajando por toda la calle 11 hacia el Occidente, varios transeúntes –más de cinco, menos de diez-–lo saludan:

“¡Presidente!”

o

“¡Felicitaciones, Presidente!”.

Él sonríe y da la mano como buen político.

Tocamos el tema de Venezuela:

—¿Usted reconoce a Guaidó como presidente legítimo?

—Eso es un problema de los venezolanos —responde Muñoz evasivo: con la agilidad que caracteriza a los buenos políticos—. Uno se queda aterrado de ver como son 50 % gobiernistas y 50 % antichavistas. Por eso yo respeto la autodeterminación de cada país. Uno ve grandes masas votando contra Maduro, pero ve grandes masas luchando contra Maduro.

—Pero habla de autodeterminación y no me responde. Para que haya un gobernante legítimo en un país tiene que haber reconocimiento internacional…

—¡Claro! —responde y rápidamente el tono de la conversación cambia—. Pero yo sé que la ONU no reconoce al señor Guaidó. Yo no reconozco a ningún individuo que venga a promocionar una guerra contra otro país.

—¿Qué es lo que usted insinúa que estaría haciendo el señor Guadió?

—¡No! Insinuó, no. ¡Es lo que está haciendo! Aquí vino a decir que aquí hace falta un baño de sangre.

—…

—Las bombas, a la hora de la guerra, no tienen distinción política.

—Alejandro, ¿a usted lo respalda algún movimiento?

—Mi movimiento se llama Macondo Vive. ¿Por qué? porque no queremos otros cien años de soledad— dice como si estuviera sugiriendo un titular—. Queremos sonrisas, mamadera de gallo. Queremos ser felices. Es gratis ser feliz. ¿Por qué nos lo prohíben? ¿Si ve por qué nos toca reírnos de nuestros políticos? Porque seguir llorando como que no.

*

¿Tiene sentido tomarse en serio a este señor?

Quizás no sea esa la pregunta adecuada.

Quizás la pregunta que haya que hacerse sea, en realidad: ¿En qué medida hacen falta señores como él para llenar el vacío de sentido común? O ¿en qué medida necesitamos a comediantes para que nos den una mirada renovada de los problemas importantes? ¿Una mirada nueva de los asuntos que los políticos profesionales pasan por alto (o quieren que pasemos por alto)?

*

“Hay que crear cadenas de afectos. No podemos seguir educando a la gente en el odio” dice Alejandro Muñoz

 

Llegamos a la Plaza de Bolívar. Invitamos a Alejandro a almorzar en vista de que llegamos tarde a la entrevista y tuvo que cancelar su almuerzo.

Nos dice que no, pero que sí nos acepta un juguito con este calor que está haciendo.

Cruzamos la Plaza en dirección a la cafetería que Alejandro escoge. Pasamos junto a la estatua de Bolívar que está cubierta por una tela verde. Alejandro la señala y dice:

—Pobre don Bolo, vea como me lo tienen arropado.

—¿Qué piensa de Bolívar, Alejandro? ¿Se considera bolivariano? —le pregunto.

—Es que todos somos bolivarianos. El día que Bolívar nos independizó de un Imperio, ese día todos nos volvimos bolivarianos.