Una conversación con un empleado de planta del famoso Barrio Antioquia.
Conseguir drogas en Medellín, hay que decirlo sin tapujos, es demasiado fácil. Si se va al lugar correcto, basta con mirar alrededor, preguntar con un guiño de complicidad, esperar no más de uno o dos minutos, pagar la cantidad exacta y recibir el producto con alegría. Estas transacciones, serenas y masivas —solo en 2016, el Observatorio de Drogas de Colombia arrojó que 227 mil personas consumen sustancias ilícitas en la ciudad—, dimensionan que este no es un negocio pequeño y mucho menos ‘clandestino’.
Algunos de los tantos billetes de Pablo Escobar todavía circulan en Medellín. Hay barrios que fueron construidos prácticamente con el narcotráfico y que hoy aún se sostienen por él. El Barrio Antioquia, es un secreto a voces, es uno de los más concurridos expendios de drogas de la ciudad. Barrios como este se han plagado de “plazas” u “ollas”, controladas por pequeñas bandas de microtráfico que tienen muy bien distribuidas sus funciones: unos venden, otros dirigen y otros —quizá el eslabón más importante y peligroso de la cadena— pistean y alertan para que no los cojan.
Les llaman campaneros.
Ellos monitorean las plazas, alertan a los dealers si llega la Policía, informan a sus jefes de movimientos sospechosos en su área, rastrean a la competencia para que no se meta donde no debe meterse. Para conocer un poco de ese jodido oficio, hablamos con Emilio Gómez*, un paisa de 58 años que trabaja en turnos de cinco horas en una de esas esquinas de Medellín donde se junta el vicio, el comercio y la ilegalidad, una de las tantas plazas del convulsionado Barrio Antioquia.
¿Desde cuando comenzó a camellar en esto?
Emilio Gómez: A mí me conocen en Medellín desde 1972. Imagínese que en esa época el mercado de vicio era muy diferente…Y la ciudad también. La mayoría de los que la policía perseguía eran los que contrabandeaban tabaco, alcohol y bareta. Y eso que era muy fácil sobornarlos.
¿Qué ha cambiado de 1972 a hoy?
Hoy usted ve que estamos en un negocio de mucha más envergadura y que da más billete. También hay más gente involucrada. Pablo Escobar cambió toda la vuelta, no solo aquí en Medellín, sino en todo el mundo. Hoy en día es más el micro que el macro tráfico y aún así se mueve mucho billete. Los tombos también se volvieron más aviones y a veces se las pillan, entonces nosotros también nos hemos vuelto más bajo perfil.
¿Quiénes son sus jefes? ¿Uno puede ir a hablar con ellos?
Claro, pero usted para eso los tiene que conocer. Quédese usted al lado mío que los patrones están ahí en su zona de seguridad. Usted no puede estar allá. Para que sepa: aquí la seguridad tiene un esquema, y nosotros cuidamos tanto al cliente como al proveedor.
Bajo perfil pero, ¿llevan armas?
Aquí absolutamente todos van enfierrados, menos nosotros los vigías. Nosotros estamos sanos. Pero los demás sí cargan al menos una navaja. Claro pues que es muy rara la vez que toca hacer uso de las armas.
Eso sí, si viene la tomba en un operativo por acá y si empiezan a dar bala aquí al lado tenemos a veinte hombres armados que salen y responden. Los tombos ya saben eso y no hacen esas cosas porque no quieren armar una guerra. Ya en los noventa en Medellín se dio mucha bala y hoy en día los tombos prefieren reprender al negocio y al consumidor desde la ley y no desde la violencia.
Además les conviene en lo económico, vea por ejemplo ese nuevo Código de Policía y las multas que cobran.
“Hoy en día es más el micro que el macrotráfico y aún así se mueve mucho billete”
¿Usted cómo llegó a este trabajo?
Pues como le dije ahora, me conocen desde hace rato entonces me he ganado la confianza de los patrones. Y también llegué aquí porque yo he probado todos los vicios: marihuana, tragos, chirrinchi, cigarrillo, basuco, rivotril, perico.
Ahora solo me pego una traba de vez en cuando, una o dos veces al día. Aquí con el trabajo me garantizo la traba y de resto no me gasto la plata porque estoy ahorrando pa’ sacar la cédula y pa’ pagar la pieza.
Aquí no hay quincena, aquí es lo que usted se gana al día o a veces a la semana. No crea, este camello es duro, además es peligroso.
¿Tiene algún proyecto en mente?
Yo lo que quisiera es montar una ‘chacita’ de tintos, y he estado ahorrando pero es duro porque no me alcanza. Y pues hasta ahora no he conseguido a nadie que me preste la plata pa’ empezar. Pero claro, es que me conocen y creen que es que me la voy a meter en puro vicio. Pero pues ya si monto el negocio de los tintos, dejo de trabajar acá y ahí voy progresando.
¿Cómo empieza un día de trabajo suyo aquí en la plaza?
Todos los días voy a la Terminal de Buses a bañarme, y cada quince días a motilarme. Para estar siempre bien presentado. Luego camino o a veces cojo bus. Llego temprano y trabajo el tiempo que me toque.
¿Por quién votaría para presidente?
No sé y casi que ni me importa eso. Todos esos políticos que tanto roban, teniendo tanto…
¿Que porque otros tienen más cosas o más plata son mejores que yo? ¿Que porque esos pirobos estrato mil tienen motos y carros son mejores que yo? ¿Que porque tienen ropa buena y una casa son más inteligentes o más vivos que uno? ¡LAS HUEVAS!
(Se agarra las huevas)
Yo también tengo lo mío.