Por Lina Gabriela Cortés.
La presencia de Francia Márquez en estas elecciones es una oportunidad para hablar de feminismos populares, comunitarios, ecofeminismos interseccionales, donde se articula la raza, la clase, el sexo, la edad, etc., una oportunidad para revisar desde qué lugar construimos como mujeres y no caer en la trampa colonial.
Francia es el resultado de diversos procesos históricos, colectivos, que ponen en el centro la vida, el cuidado. Luchas de mujeres cuidadoras indígenas, afro, campesinas que surgen en América Latina para cuestionar las relaciones extractivistas que avanzan sobre los territorios y los cuerpos, principalmente feminizados. Actoras sociales inesperadas para las empresas, mujeres que representan comunidades que se oponen a los megaproyectos, luchan por el cuidado del territorio y por esto han sido criminalizadas, reprimidas y violentadas.
Según el Primer informe del sistema de información de violaciones a los Derechos Humanos contra Lideresas y Líderes Ambientales en Colombia, 11 líderes ambientales han sido víctimas de asesinato entre enero y mayo de 2022, y se han registrado 42 hechos de violaciones a los derechos humanos. El departamento del Cauca y la región del Magdalena Medio son los epicentros de los casos de violencia contra líderes y también son regiones donde se han implementado numerosos proyectos extractivistas. Es decir, hay una relación directa entre el despojo, la violencia y el “desarrollo”.
Para esta segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia, las posiciones de las diversidades y los feminismos han tenido mayor visibilidad, incluso se hizo, por primera vez, un debate feminista al que ya sabemos que solo asistió un candidato. Pero en varios casos el debate que se retuitea y se multiplica en las redes sociales y medios de comunicación parece más el de un feminismo hegemónico, blancocéntrico, que le hace campaña al voto en blanco o incluso al abstencionismo y crítica de forma punzante la única alternativa real —en este momento— para que los proyectos populares feministas tengan algún lugar.
Las mujeres no hemos sido simplemente el eslogan de una campaña política o la respuesta a los argumentos misóginos de la campaña de Rodolfo Hernández. Por el contrario, hemos posicionado en la agenda política nuestras demandas y hemos peleado ese lugar dentro de un proyecto político nacional.
Caer en la trampa colonial es desarticular la lucha feminista de las otras luchas, eliminar su carácter interseccional. Y sostener una supremacía moral es caer en la trampa de que el problema es de personas y no de estructuras. Al problema hay que situarlo históricamente y ver cómo se expresa en el poder, que es básicamente la lucha que nos estamos dando en estas elecciones, la de una perspectiva de poder que nos permita situar el debate feminista en términos populares y poner en el centro la vida.
La riqueza del feminismo que representa Francia es que interpela a diversos sectores sociales y logra articular luchas, resistiendo ante el mandato patriarcal que se refuerza con discursos neofascistas.
Necesitamos feminismos críticos, claro que sí, para eso nacen los feminismos, para desestabilizar, incomodar a quienes detentan el poder y para cuestionar los binarismos sobre los que hemos construido la historia moderna, pero construyendo, tejiendo puentes, aprovechando la capacidad creativa y el momento histórico. Francia Márquez recoge y representa los feminismos populares, los que ponen en el centro la vida, y para estos el voto en blanco o el abstencionismo no son una opción.