Colombia, para la fotógrafa Viviana Peretti, es un nido de clasismo e indiferencia.
- Todas las fotos cortesía: Viviana Peretti
La antropóloga Viviana Peretti llegó a Colombia en el año 2000 para hacer una maestría en Antropología cultural en la Universidad de Los Andes. Allí, planteó como tema de investigación la colonización del imaginario entre los indígenas paeces del Putumayo. Venía con la idea de viajar al Putumayo, de hacer trabajo de campo. Pero cuando aterrizó en Bogotá, le informaron que las guerrillas llevaban seis meses de paro armado en esa zona del país y que no había ni la más remota posibilidad de que la universidad autorizara el viaje de un extranjero a esa zona.
No quería regresar a Italia pero tampoco le gustaba la propuesta que le hizo la universidad: que se quedara e hiciera una investigación/tesis teórica. Les dijo que sobre su tema había mucho más material en Europa que en Colombia y que le parecía bastante increíble que esperaran que llegara a Bogotá para anunciarle que no la iban a dejar viajar al Putumayo. Entonces, acordaron que Viviana estudiaría fotografía. Tras cursar sus estudios regresó a Italia pero la nostalgia la trajo de vuelta a los pocos meses, en 2002.
A su regreso se vinculó con medios de comunicación internacionales y empezó a trabajar como corresponsal hasta el año 2009, cuando decidió ir a estudiar Fotoperiodismo y Documentación Fotográfica en el International Center of Photography en Nueva York. De vuelta en Colombia, siguió narrando el conflicto y otras historias colombianas a través de imágenes. Su trabajo ha sido publicado en medios como The New York Times, Newsweek, BBC, CNN, L’Oeil de la Photographie, New York Magazine, El Mundo, VICE, Le Journal de la Photographie y L’Espresso.
El trabajo de Viviana es bastante reconocido. Ha sido premiada y becada por el Centro International de Fotografía, CNN, la fundación Bruni-Sarkozy in France, la Universidad de Salamanca en España, la embajada de España en Colombia, el Foto Museo de Bogotá, y el Ministerio de Cultura de Colombia, entre otras instituciones. También, en 2014, fue elegida Fotógrafa del año en el Sony World Photography Awards, en la categoría Arte y Cultura por su serie Dancing Like a Woman, hecha en Colombia.
De tanto andar, recorrer y fotografiar, esto es lo que Viviana ha entendido de Colombia y sus conflictos a través de su lente:
Después de recorrer casi todo el país tomando fotos, ¿cuál es tu impresión general de Colombia?
Por un lado, son una infinidad de países que comparten la misma bandera pero que a menudo no tienen nada que ver entre sí. Es como una idea de país más que un país realmente. Uno se aleja de Bogotá tres horas y ya sabe que está en otro contexto y podría decir que en otro Estado. Tengo la idea de Colombia como un país muy desigual, excluyente y clasista. Esa impresión la tuve desde el comienzo, incluso en la universidad. Cuando estaba en el colegio, en Italia, estudié el concepto de oligarquía, y nunca lo había entendido. El gobierno de los pocos. Aquí finalmente entendí cómo es una oligarquía. El matoneo clasista es increíble. El hecho de que alguien no te pregunte cuál es tu historia sino dónde vives para hacerse a una idea de a qué clase perteneces, me impactó.
¿Cómo fue trabajar con las madres de la Candelaria –una organización de víctimas de desaparición forzada en Medellín–?. Esa serie de fotos es un reflejo de ese dolor que viven las víctimas pero que para el resto es indiferente…
Esa ha sido una de las historias más desgarradoras. Yo las acompañé en Medellín como un mes, estuve todos los viernes en los plantones. Hay historias que haces y logras mantener siempre cierta distancia que te permite llevar a cabo tu trabajo, porque de otra manera te volverías una nada y no podrías. Con ellas procuré que fuera así, pero fue súper difícil, hubo historias que realmente me tocaron. Lloré en los plantones, nunca me había pasado, no a ese nivel de tener la emoción a flote y de no lograr poner ningún tipo de filtro sino intentar tomar fotos y al tiempo llorar.
Después de tantos años acá, ¿cómo has entendido a los colombianos frente a su conflicto y a las víctimas?
Este es un país muy cínico con las víctimas, se ha vuelto muy indiferente. O bueno, no es que se haya vuelto, eso hace parte del país también, aquí ‘si no me toca a mí, no pasó’. Esa idea aplica en todo. Por ejemplo, a mí me han atracado en Bogotá y golpeado en plena calle: la gente se asoma por la ventana para ver el espectáculo. No hace nada. Es así, si no me toca a mí me resbala y eso está muy presente con las víctimas. Yo creo que inclusive hay un fastidio colectivo nacional: ¿otra vez las víctimas?, ¿otra vez las madres de la Candelaria?, ¿qué quieren?, ‘están sólo detrás de la plata’ o ‘si a su hijo lo mataron, por algo será’.
Pero eso que estás diciendo, que a la gente no le importan las víctimas, es muy políticamente incorrecto…
Al colombiano no le gusta que le digan esto, más si viene de una extranjera. Muchas veces he escuchado a la gente decir: si no le gusta, ¿qué hace acá?.
Cuando fui profesora de colegio, lo más chocante para mí fue que a los niños no se les enseña a pensar, no se les enseña a analizar, no hay reflexión. Eso no se enseña, no interesa. Es mejor que se crean el cuento de que aquí todos los problemas son por la guerrilla y que una vez acaben con las Farc este país va a florecer otra vez, no se de dónde y no se sobre qué, pero va a florecer.
¿Cómo ha sido la respuesta de gente de afuera ante el trabajo fotográfico que has hecho aquí?
La acogida a nivel internacional no la sé medir. Los colegas responden porque hay interés por el trabajo que uno está haciendo. Pero, por parte de los medios yo creo que hay un desinterés total. No le importa a nadie lo que pasa acá.
El trabajo que hice con las madres de Soacha fue muy difícil de publicar. Finalmente, decidió publicarlo El Mundo, y bueno, me gustó que salió en un país de habla hispana y etc… Pero no hubo manera de publicarlo en Estados Unidos, que es de donde llega la mayoría de la ayuda militar. No hubo manera. Me dijeron ‘sí muy interesante, pero es muy específico, muy Colombia’.
Y tampoco le interesa a mucha gente aquí…
Aquí, en absoluto. Yo aquí no propongo nada a medios por varias razones. Una porque el trato que le dan a la fotografía es muy pobre, dos, porque pagan una miseria y tampoco, y tres, porque realmente es una lucha para que salga algo.
Lo que sale a nivel internacional es guerrilla, guerrilla en los campamentos….Lo que llevamos 30 años viendo. Pero es que esa es la otra, yo creo que este es un país que no ha sido contado por imágenes. No se ha ido más allá del paisajismo y del conflicto armado sintetizado en unas cuantas fotos de guerrilleros y miembros de las AUC en sus campamentos o de masacres que me hacen ver los efectos, más que las causas, del conflicto. Y tampoco están contando la realidad del país. Es decir, esa idea de que yo cuento la guerra y el conflicto enterrándome en el monte, mostrando unos cuantos con camuflado y fusil me parece muy pobre.
¿Qué no hemos visto de nuestra guerra?
Las víctimas están en una total invisibilidad. Aquí hay 6 millones de desplazados y Bogotá es la ciudad que a nivel mundial tiene el más alto número, pero nadie sabe dónde están, nadie los ha sacado… A la mayoría de los colombianos no les cabe el país en la cabeza. Los colombianos no quieren admitir que ésta es una guerra que viene desde lejos y que tiene raíces profundas en la desigualdad, la impunidad y el clasismo que parecen endémicos. Un país donde a las señoras del aseo se les llama ‘muchachas’, aunque hayan superado la edad en la que uno es una muchacha, y que comen por ahí, paradas y arrinconadas en la cocina después de haberles servido el almuerzo a los señores. A veces aquí parecen estar en los tiempos de la colonia. Donde a los indigentes se les llama ‘desechables’. ¿Cómo puede estar en paz un país donde la mayoría de los ciudadanos no alcanzan a ganarse ni un salario mínimo?
¿Qué te trae de vuelta cada año?
Me traen los talleres, regreso una o dos veces al año a dictar talleres de fotografía. Intento enseñarle a ver, pensar y analizar a la gente, Me gusta la idea de coger a alguien y hacerle entender que es urgente pensar -risas-. Yo fui acostumbrada a ese pensamiento crítico de analizar y cuestionar. Yo me hice fotógrafa acá, vine con otra idea y descubrí una profesión. Fue liberador en muchos sentidos. Eso para mí ha sido muy valioso y estaré siempre muy agradecida con Colombia.
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