PACIFISTA! y la Organización Intereclesiástica para la Cooperación al Desarrollo (ICCO) nos unimos para recopilar la experiencia de cuatro mujeres que desde distintas regiones han implementado esta resolución histórica y necesaria para la construcción de paz.
El pasado sábado 31 de octubre se cumplieron 20 años de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU). Este documento defiende la implementación de una perspectiva de género a partir de las necesidades especiales de las mujeres y las niñas en situación de postconflicto. Es una carta que exige el respeto a los derechos de las mujeres y reconoce su papel en la construcción de paz.
La resolución nació por la preocupación de que los civiles, particularmente las mujeres y los niños, constituyen la inmensa mayoría de perjudicados por los conflictos armados. También estuvo motivada por la urgente necesidad de incorporar una perspectiva de género en el mantenimiento de la paz. Con esta resolución, el mundo reconoció que eran necesarios mecanismos para garantizarles protección a las mujeres.
Por medio de la 1325, la ONU instó a las naciones miembro a velar por que aumente la representación de la mujer en todos los niveles de toma de decisiones acerca de temas relacionados con los conflicto armados.
PACIFISTA! y la Organización Intereclesiástica para la Cooperación al Desarrollo (ICCO), con el apoyo de la Embajada de los Países Bajos en Colombia, nos unimos para recopilar la experiencia de cuatro mujeres que desde distintas regiones han implementado esta resolución histórica y necesaria para la construcción de paz.
Estas son sus historias:
Claudia Patricia Palacios
Palacios es una lideresa afro que vive en Quibdó, Chocó. Tiene 47 años y es licenciada en Teología para la ética y los valores. Tiene un diplomado en Derechos Humanos Internacionales y paz de la Universidad Javeriana. Desde el 2000 está vinculada a la Ruta Pacífica de Mujeres y a partir de 2012 es la coordinadora en el Chocó de ese movimiento feminista. Antes fue coordinadora del proyecto ‘Exigibilidad de derechos para las mujeres’, entre 2008 y 2012, con la organización Casa de la Mujer.
Ella ve el cumplimiento de la resolución reflejado en los escenarios donde ahora las mujeres pueden hacer propuestas con la garantía de hacer cumplir sus derechos. Reconoce que desde esos espacios pueden plantear sus propias propuestas basadas en sus vivencias.
Sin embargo, acerca del respeto a la vida de niñas y adolescentes, Palacios considera que el papel de las instituciones garantes como la Defensoría del Pueblo debe mejorar. Insiste en que la resolución respalda a las mujeres para exigir que estas entidades cumplan su rol. El papel activo de ellas está presente en la elaboración de informes que dan fe de lo que ocurre en su territorio y en la emisión de alertas tempranas.
Palacios percibe en los colectivos un medio para socializar la resolución con más mujeres. Les cuenta cómo le ha servido a ella y a su organización. Considera que uno de los logros es que la conversación sobre los derechos de las mujeres cuenta con un escenario nacional. Una prueba de ello fue que hubo enfoque de género en los diálogos de La Habana y que las mujeres chocoanas pudieron hacer parte de ese espacio.
“Nosotras para autoprotegernos y hacer ser un liderazgo debemos de empezar a trabajar en equipo. Eso nos va dando mayor peso porque no es lo mismo cuando hablamos desde lo individual que cuando hablamos desde lo colectivo”, reflexiona Palacios. Ella identifica en el trabajo articulado la manera de reducir los riesgos en la lucha por su causa.
Luz Adriana Rodas
Rodas tiene 30 años, es víctima del conflicto armado y vive en Vista Hermosa, sur del Meta. Actualmente estudia psicología e integra la Veeduría de Mujeres Valientes en su municipio. Además, es facilitadora de Limpal en el marco del proyecto ‘Mujeres como Agentes Centrales de Paz’ desde el 2017 y hace parte de la Red de Equidad Departamental de Mujeres de la Secretaría de la Mujer del Meta.
Con la resolución 1325, Rodas y los colectivos que integra empezaron a encaminar procesos para instruirse en cómo aplicarla y materializarla en los espacios que concertaron en Vista Hermosa. Una iniciativa que luego se extendió en su departamento hasta llegar a un escenario nacional.
“Las mujeres [con las que hicimos el acompañamiento] pasaron de ser unas mujeres víctimas a ser unas defensoras de los derechos humanos”, destaca la lideresa sobre la socialización de la normativa.
Ella reconoce que el trabajo articulado entre las mujeres es otro de los resultados visibles de la implementación de la resolución. Considera a la 1325 como una herramienta que reduce las barreras impuestas por el machismo y el patriarcado. Comenta que las estigmatizaciones no han faltado, además de los señalamientos por ser mujer, defensora y veedora, que provocan reacciones que entorpecen su labor en la construcción de paz.
En todo caso, Rodas destaca que cada vez llegan más mujeres dispuestas a participar en esos procesos y por eso han conseguido hacerse de espacios donde, entre otras cosas, formulan estrategias de autoprotección. Con sus compañeras creó un plan de seguridad, que va desde avisarle a una amiga o a una persona de confianza que cuando van a salir hasta una comunicación en conjunto con otras instituciones para permanecer protegidas y fortalecidas.
“Yo le recomendaría a las mujeres lideresas y defensoras de los derechos humanos que se apropien de la resolución”, dice Rodas. Y agrega que es importante que la 1325 llegue a todos los territorios.
María Marcela Valencia
Valencia es caldense pero vive en Tolú (Sucre) desde hace un buen tiempo. Tiene 64 años y es defensora de los derechos humanos, ama de casa y también microempresaria. Tiene un diplomado de la Escuela de Mujeres Constructoras de Paz con las lideresas de los Montes de María y actualmente es vicepresidenta de la Asociación de Desplazados de Tolú — Asodestolú.
Ella conoció la resolución gracias a la Red Ecuménica Nacional de Mujeres por la Paz en 2017. Fue citada como coordinadora de la mesa de víctimas y desde entonces desarrolla procesos de participación en su territorio. Según dice, se “enamoró” de la resolución tan pronto la conoció. Se puso a investigar sobre ella y ahora la replica en 26 municipios.
Con el apoyo de ICCO ha impartido talleres de liderazgo y empoderamiento. Dice que más allá de buscar culpables por la situación que padecen, lo importante es que las mujeres participen de estos aprendizajes. Si conocen sus derechos pueden exigirlos. Por eso, su frase predilecta es: “Lo que la guerra destruye, la mujer lo construye”. Resalta el papel de las mujeres en los procesos de paz y considera que la resolución es lo más importante que hizo el Consejo de Seguridad de la ONU por las mujeres latinas.
Sin embargo, reconoce que para algunos sectores la resolución todavía se queda en el discurso. Pone el ejemplo de la protección y la participación, puntos clave que todavía están escasos de garantías. Valencia cree que, ante el camino que falta por andar, conocer sus derechos es su principal protección y también una forma de empoderamiento.
“Sé que hay una gente que me protege. Hay una ley que a mí me asegura, que vela por mi paz y mi seguridad como es el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.
Aunque su familia le dice que conserve un perfil bajo, dice que en las venas lleva la palabra ‘servir’. Su mensaje para las mujeres es: “Somos muy importantes en el proceso de transformación de los territorios y la única manera en que podemos transformarlos es participando activamente”. Recalca que la resolución es un gran paso hacia la paz y la seguridad.
Margarita Hílamo
Hílamo es una lideresa indígena del pueblo Nasa. Es madre de dos hijos y tiene 50 años. Fue coordinadora del Tejido Mujer de la Cxhab Wala Kiwe y exautoridad del resguardo de Huellas, en Caloto (Cauca). Identifica la resolución en la paz, la seguridad y la prevención. Trabaja en cabildos indígenas del norte de su departamento.
Ella reconoce que los resultados de la implementación de esa resolución fueron bastante visibles justo cuando se firmó el Acuerdo de paz. Asegura que por un tiempo en el norte del Cauca vivieron en “una total paz”, pero lastimosamente empezaron a sufrir una escalada de violencia; por lo que la 1325, aunque sigue siendo una herramienta muy útil para los procesos participativos de las mujeres, no se puede descontextualizar de la difícil situación que se vive en este territorio.
“Nadie nos había puesto el ojo, como decimos los pueblos indígenas, y sobre todo a los nasa. Por ese el documento es importante”, así define ella el impacto que tuvo la resolución. Siente que les dio poder político a ella y a las demás mujeres de su comunidad. Destaca que pudieron aplicar su contenido en la protección y prevención ante diferentes conflictos; o como les dicen en su pueblo, diferentes “enfermedades”.
De todas formas, Hílamo se muestra algo insatisfecha frente al seguimiento estatal de los indicadores que contiene la resolución. Dice que las mujeres y las ONG hacen su parte, mientras que el papel de los órganos ejecutivos se queda corto. Para ella, debería crearse un comité o una veeduría en torno a esta normativa.
Es optimista, pero insiste en que mientras el Estado no cumpla su parte en las garantías, especialmente la protección, los esfuerzos desde la comunidad serán insuficientes. Resalta como un gran avance el hecho de que las autoridades indígenas se han concienciado y eso les ha permitido visibilizar las luchas de las lideresas indígenas.
Asimismo, asegura que la protección se empieza a tejer, de la mano de la espiritualidad y la tradición, desde adentro de las comunidades. Ella percibe que la seguridad parte desde la familia, pasa por las autoridades tradicionales y llega a las instituciones. Por esa misma línea, identifica que los espacios de participación que nacieron producto de esta resolución permiten que no se sientan solas. Incluso identifica que parte de esa tranquilidad se las brindó ICCO con su apoyo.
“Dejar los miedos, dejar la desesperanza que encontramos en las comunidades de base y pensar en la esperanz; que somos mujeres alternativas, mujeres que le hemos apostado a la paz”, concluye Hílamo.
Desde luego, invita a más mujeres para que se apropien de esta resolución y la multipliquen en sus entornos.