El aprovechamiento de residuos orgánicos puede ser algo sencillo, económico y sustentable. Diferentes comunidades y barrios de Bogotá han participado en la elaboración de pacas, una alternativa a la débil situación del uso de desechos en la ciudad.
En un país en el que 78 % de los hogares no recicla, resulta cuando menos lógico que exista un riesgo sanitario y ecológico gigante. La mayoría de los desechos son almacenados sin aprovecharlos y esto tiene consecuencias socioambientales como la filtración de lixiviados a cuencas o la disminución de calidad de vida para las viviendas aledañas a los rellenos. Esta situación no es novedad, es mas bien la muestra de que muchas metodologías erradas siguen vigentes.
Pero también las formas de entender nuestra relación con los desechos:
Dentro del imaginario colectivo sobre el reciclaje, se suele pensar en vidrios, papel y cartón, mientras que los desechos orgánicos pasan a un segundo plano pues hay quienes desconocen que puedan tener un segundo uso.
Un dato: cada día llegan al relleno sanitario de Doña Juana entre 6500 y 7000 toneladas de basura, las cuales no se aprovechan de ninguna manera y más de la mitad de esa basura corresponde a residuos orgánicos.
Bajo este panorama, alternativas como la Paca Digestora Silva toman fuerza dentro de las comunidades que buscan un mejor horizonte en materia ecológica. Las pacas son una técnica de compostaje para obtener abono mediante un proceso de fermentación que no genera malos olores y no atrae roedores ni moscas si se hace bien. Es una biotecnología ecológicamente limpia y eficiente. El abono resultante es útil para procesos de agricultura urbana y ayuda a promover autonomía en las comunidades que lo implementan.
Una paca es un bloque de basura orgánica prensada en un metro cúbico. Está compuestas por 250 kg de basura de cocina vegetal y cárnica, desechos de animales de toda clase, y es cubierta con 250 kg de basura de jardín y de poda. Guillermo Silva, su inventor, concluyó al respecto que esta técnica propicia una fermentación natural que produce alcohol y ácido acético, compuestos que desinfectan los residuos implementados en su elaboración.
En ellas también hay producción de ácido sulfhídrico, amoniaco, metano y lixiviados, los cuales pueden ser perjudiciales, pero sus niveles son tan bajos que resultan indetectables. Potenciar este tipo de proyectos lograría mitigar el impacto que diariamente tiene la producción de basuras en la capital.
Juan Camilo Barrera, miembro del colectivo ambientalista La Huella Ecológica Bogotá, dice que las pacas representan un ‘primer paso’ para un eventual sistema de recolección masiva más acorde a las necesidades de la población, particularmente la aledaña al relleno sanitario que demanda soluciones desde hace décadas. Según Barrera, “el trato de los residuos ha correspondido a políticas donde se priorizó el lucro sobre la afectación”, alegando que el sistema se concentra en la cantidad que recolecta y no en su aprovechamiento.
En el relleno Doña Juana esta política que describe Barrera ha provocado impactos sociales y ambientales, como la emisión de gases de efecto invernadero, la contaminación de ecosistemas hídricos y, por cuenta de la mala calidad del aire, el impacto directo en la salud de los habitantes de Mochuelo en Ciudad Bolívar. Efectos que urge mitigar.
Sebastián Jiménez, estudiante de ecología e integrante de La Huella, considera que “como sociedad estamos ignorando la dinámica cíclica que hay en la naturaleza, que consiste en reincorporar todos los elementos sin producir desechos”.
El escenario ideal para que esto ocurra debe tener antes una correcta separación en la fuente, es decir, que lo orgánico y lo inorgánico sean desechados por separado. Mejor aún si los inorgánicos son separados correctamente para ahorrar tiempo y trabajo. Lastimosamente la cultura en Colombia en torno al reciclaje es desalentadora pues, de acuerdo al Ministerio de Ambiente, solo se aprovecha un 17% de la basura. Para poner en perspectiva, naciones como Holanda y Alemania reciclan más del 50%.
De la gente para la gente
La esencia de las pacas está en lo comunitario. Son las mismas personas las que se hacen cargo de sus residuos orgánicos. En la realización del proyecto se dieron cuenta que las pacas potencian otros proyectos comunitarios como huertas y siembras. “Surge como una necesidad y un llamado a liderar el cambio nosotros mismos, sin esperar a que un ente institucional, un gobierno o una empresa vengan a solucionar todos los problemas” agregó Jiménez.
Las pacas que se realizan son el resultado principalmente de voz a voz. Alguien de una comunidad se entera por algún amigo, familiar o conocido; propone la idea en su barrio y si cuenta con los espacios y permisos, se lleva a cabo su elaboración. El proceso inicia con la definición del espacio en el que se realizará la paca, se verifica que haya un correcto separamiento y la construyen con un molde donde depositan los desechos de jardinería y cocina. Con la pobalción interesada en hacer parte del proyecto se desarrollan talleres para instruirlos para que así ellos puedan trabajar en su paca de manera más autónoma.
Hace 6 meses La Huella impuló este sistema de descontaminación en algunos barrios en localidades como Barrios Unidos, Teusaquillo y Kennedy. Destacaron el caso del la comunidad de Centro Nariño, donde 40 familias involucradas participaron en el aprovechamiento de más de una tonelada de residuos orgánicos.
“Le dicen en un papelito que separe la bolsa negra y en la bolsa blanca tales y a veces como que se queda ahí, no hay una profundización en la pedagogía”, comenta Juan Camilo Barrera. Por lo tanto, reconocen en las pacas también que el trabajo comunitarios alrededor de estas propicia un espacio práctico para interiorizar una conducta ecológica.
Quienes han estado inmersos en la dinámica comentan que la actividad ha permitido generar unidad en las comunidades. Catalina Carrasquilla, partícipe del proceso realizado en el barrio Pablo VI, reconoce que el proceso ha permitido involucrar a gente de todas las áreas para solucionar los problemas o necesidades que ocurren con respecto a la paca de su comunidad. Sin embargo, reconoce que contar con los permisos y espacios para hacer las pacas ha sido un problema.
En este mapa, cortesía de Paquerxs Bogotá, puedes consultar la presencia de pacas en la ciudad de Bogotá:
Si bien, las pacas no cuentan con permisos explícitos para desarrollar procesos en espacios públicos, pues son una apropiación del espacio, colectivos como Paquerxs Bogotá han forjado acercamientos con la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos para hacer posible la utilización de estas zonas. Estas pueden ser de parques así como otros tipos de zonas verdes como terrenos baldíos o en separadores de vías. Al solicitar el permiso, lo que buscan es mantener la autonomía del proceso, es decir, que permanezca como proceso comunitario.
Un ejemplo de implementación fue el de el barrio Castilla en Kennedy, donde las pacas que realizó la comunidad, con asesoría de La Huella, se hicieron en los separadores de vía. Allí la comunidad estableció que cada domingo a las 10:00 de la mañana iban a recoger los residuos. León Suárez, residente de la zona, reconoció que el proceso les ayudó en la separación de residuos y que poco a poco se han ido integrando más personas. “Ese cambio cultural es complicado pero con el tiempo, y con el apoyo de la comunidad, se genera un hábito” concluye León.
Esperar por soluciones institucionales somete a las comunidades a un papel pasivo y se debe, en parte, a que quienes padecen el problema no reciben suficiente atención, sobre todo las comunidades más afectadas. En el Mochuelo, cuando la población se movilizó para protestar sobre el relleno fueron reprimidos por el Esmad. Por lo pronto, tendrán que soportar hasta el 2022 a Doña Juan, un vertedero cuya vida útil estaba contemplada originalmente para finales de los noventas.
Las pacas son una apuesta desde el interior de las comunidades para mitigar el problema ambiental que afecta a la ciudad es una necesidad urgente que pasa desapercibida. Aunque el panorama parezca desalentador, conocer alternativas que de a poco crecen permiten creer que es posible aspirar a un futuro más verde.