Elliot Abrams: el oscuro pasado del enviado especial de EE.UU a Venezuela | ¡PACIFISTA!
Elliot Abrams: el oscuro pasado del enviado especial de EE.UU a Venezuela Elliot Abrams. Ilustración por: Juan Ruiz - ¡Pacifista!
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Elliot Abrams: el oscuro pasado del enviado especial de EE.UU a Venezuela

Colaborador ¡Pacifista! - febrero 27, 2019

Con Guaidó y los líderes de la oposición pidiendo abiertamente una intervención militar en contra del gobierno de Maduro cobra relevancia la sangrienta trayectoria de Abrams en Centro América.

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Por: Tomás Mantilla

Dos días después de que Estados Unidos reconociera al autoproclamado presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, se supo que el Representante Especial de ese país para Venezuela sería Elliot Abrams, un funcionario que auspició la financiación de grupos paramilitares comúnmente llamados “Contras” (contrarrevolucionarios), culpables de homicidios, desapariciones y tortura de civiles y líderes sociales que apoyaban una reforma agraria en la Centro América de los años 80.

Conocido por ser uno de los arquitectos de las políticas de injerencia estadounidense durante los últimos años de la Guerra Fría en Panamá, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, Abrams ahora tiene como misión promover y restaurar la democracia en Venezuela, algo paradójico, pues como deja ver su trayectoria profesional, su trabajo ha consistido en hacer todo lo contrario.

Para entender el historial de Abrams es necesario comenzar con el tristemente célebre acontecimiento que lo dio a conocer al mundo. El 12 de diciembre de 1981, en su primer día como Secretario Asistente de Estado por los Derechos Humanos y Temas Humanitarios de la administración de Ronald Reagan, encubrió la masacre de más de 800 campesinos en el remoto caserío del Mozote en el Salvador, ocurrida un día antes a manos del batallón Atlácatl de ese país, creado y entrenado por los Estados Unidos.

El Salvador y los Contras

Su primera acción como hombre clave para Latinoamérica, en donde los Estados Unidos tenía un proyecto anticomunista y de promulgación de la democracia y los derechos humanos, fue negar lo ocurrido.

Abrams aseguró que el suceso no era más que una estrategia de “propaganda comunista”, deslegitimando los reportes de prensa que alertaron al mundo sobre la masacre, elaborados con información recabada en el terreno por periodistas estadounidenses. Negó que el batallón –encargado de combatir al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), una guerrilla de inspiración marxista revelada en contra de la clase dominante apoyada durante décadas por los Estados Unidos– hubiera interrogado, torturado y asesinado a cientos de civiles y campesinos de la región además de violar a mujeres y niñas antes de degollarlas y colgarlas de los árboles.

Víctimas de la masacre del Mozote. Foto: Creative Commons – Susan Meiselas.

Aunque hasta el día de hoy Abrams continúa negando lo ocurrido, la veracidad de La masacre del Mozote no está en disputa. La Comisión de la Verdad para el Salvador, auspiciada por las Naciones Unidas,  exhumó en 1992 los restos de cientos de personas y en 2012 el entonces presidente Mauricio Funes pidió perdón a las víctimas y aceptó que la masacre sí ocurrió. Un año después, cuando la misma comisión encontrara que el 95% de los crímenes ocurridos durante el conflicto habían sido cometidos bajo órdenes de los funcionarios que Abrams había apoyado a capa y espada, el enviado aseguró que el rol de los Estados Unidos en El Salvador había sido “un éxito fabuloso”.

Abrams ha reconocido que ese supuesto éxito no se dio solo, sino que contó con su involucramiento. En 1989 admitió a la revista conservadora Policy Review que él mismo junto a otros fue partícipe del “excesivo micro manejo de los Contras”. Desde entonces y hasta el día de hoy Abrams ha construido una narrativa en la que la violencia producto de las acciones y la injerencia de los Estados Unidos es consecuencia, únicamente, de aquellos grupos que obstaculizan la ‘promoción de la democracia’.

Su trayectoria negacionista en El Salvador se extiende más allá de la Masacre del Mozote. Debido a su rol en el escándalo Iran-Gate (la venta ilegal de armamento por parte de Estados Unidos a Irán y el uso de las utilidades para financiar a los Contras de Nicaragua y así deponer al gobierno revolucionario sandinista), el Departamento de Justicia de su país lo encontró culpable y condenó a dos años de libertad condicional por haber mentido y ocultado información al respecto ante el congreso estadounidense. Es ahí donde su historial se entrelaza más de cerca con Colombia.

Según un controvertido reportaje investigativo –basado en documentos desclasificados de la CIA y audios encubiertos de la DEA– que llevó al gobierno federal estadounidense a abrir tres investigaciones. Además de coordinar la venta ilegal de armas a Irán, un grupo de personas denominado dentro del escandalo como ‘La Empresa’, habría orquestado el tráfico masivo de cocaína desde Latinoamérica hasta las calles de Estados Unidos, en especial a los barrios afroamericanos de la ciudad de Los Ángeles para conseguir fondos para la contrainsurgencia. Abrams habría hecho parte de ese grupo.

De acuerdo con la investigación, este tráfico habría sido el generador de la epidemia de adicción al crack-cocaína que azotó a comunidades marginalizadas negras y latinas en los Estados Unidos durante años. Los proveedores de la droga habrían sido carteles colombianos, entre ellos el Cartel de Medellín y su jefe máximo, Pablo Escobar Gaviria. Ninguna de las tres investigaciones probaron que la CIA hubiera estado involucrada o que el tráfico siquiera hubiera ocurrido.

Sin embargo, cuando Carlos Ledher, cofundador del cartel de Medellín, testificó en el juicio contra el narcotraficante y expresidente de Panamá, General Manuel Antonio Noriega, este aseguró que la ayuda que el Cartel de Medellín habría dado a los contras rondaba los 10 millones de dólares. Además, dijo que era posible que el cartel hubiera utilizado como pista de aterrizaje un rancho en Costa Rica dispuesto con este propósito por el entonces miembro de la Casa Blanca, el general Oliver North, compañero de Abrams y también miembro de ‘La Empresa’.

Además el hijo de Escobar asegura en su libro Pablo Escobar in fraganti que su padre había trabajado para la CIA para financiar la lucha anticomunista en Centro América.

En lo que sería una ironía histórica, el 23 de marzo de este año, mientras que en la frontera colombovenezolana Abrams se codeaba con el presidente Iván Duque en un esfuerzo por ‘restablecer la democracia’, en el barrio El Poblado de Medellín era demolido el edificio Mónaco, símbolo de Pablo Escobar en la ciudad, quien habría sido parte del esquema del irregular apoyado por funcionarios cercanos a Abrams, entre ellos North. De hecho, fue North quien delató a Abrams por mentir al congreso, hecho crucial para su posterior sentencia.

Simbólicamente se intentaba destruir la era del terror de una época mientras que al mismo tiempo se reencauchaba la figura de Abrams, apologista de los crímenes de aquel entonces.

Guatemala, Panamá y Venezuela

Además de su injerencia en el Salvador y Nicaragua, Abrams también tuvo que ver con lo ocurrido durante esos años en Guatemala y Panamá. En el primer caso apoyó abiertamente al gobierno del dictador Efraín Ríos Montt, quien fue encontrado culpable de crímenes de lesa humanidad por el sistema judicial de su propio país por haber cometido un genocidio en contra del pueblo indígena maya guatemalteco.

En ese entonces miles de personas tachadas de “guerrillas izquierdistas” fueron asesinadas, desaparecidas o torturadas bajo órdenes de Ríos Montt. Sin embargo, por esa misma época, Abrams pidió al congreso de su país que levantara un embargo de cinco años a la venta de armas a Guatemala, pues consideraba que Ríos Montt había “traído considerable progreso” a ese país. En una ocasión afirmó en televisión nacional de Estados Unidos que Washington debería vender tecnología y equipo militar al dictador guatemalteco,  pues “creemos [él y la administración Reagan] que ese tipo de progreso debía ser premiado y alentado”.

En Panamá su rol no fue muy diferente. Abrams evitó que el embajador de Estados Unidos pusiera presión diplomática sobre el general Noriega luego de que Hugo Spadafora, quien había sido su viceministro de salud, fuera interceptado por las fuerzas de oficiales, torturado y decapitado. El propósito de esta acción fue evitar que Spadafora llevara a Ciudad de Panamá evidencia probatoria de que Noriega estaba involucrado con narcotráfico.

Según el libro Overthrow (Deponer, por su titulo en inglés) del corresponsal de The New York Times, Stephen Kinzer, el asesinato del ex viceministro se dio con complicidad de las agencias de inteligencia estadounidenses. Cuando años después se le preguntó a Abrams sobre Panamá en una audiencia en el congreso, él afirmó que Noriega “estaba ayudándonos mucho [a la administración Reagan]” y que “no era un problema tan grande. Los panameños prometieron que nos ayudarían con los Contras”.

Luego de ser encontrado culpable por ocultar información al congreso sobre el escandalo Iran-Gate, Abrams no tuvo que pagar la multa de 50 dólares (sí, 50)  ni los dos años de libertad condicional, ni prestar las 100 horas de servicio social a las que lo condenó el departamento de justicia estadounidense. El entonces presidente George H. W. Bush lo perdonó por sus crímenes. Años después, su hijo, George W. Bush lo incorporó en la maquinaria que ingenió la  desastrosa invasión a Irak en 2003.

Por ese entonces, a comienzos de los 2.000, parece que Abrams tenía su mira de nuevo en Latinoamérica, específicamente en Venezuela. Según el London Observer, Abrams habría sido uno de los miembros de la presidencia Bush que dio el visto bueno al intento de golpe de estado que depuso a Hugo Chávez de su puesto como presidente por 47 horas, llevándolo preso a la isla venezola de La Orchila.

Hoy en día Abrams está de vuelta en Latinoamérica, promulgando la democracia y el envío de “ayuda humanitaria” a Venezuela, el mismo término que, como aceptaron en ese entonces funcionarios de estado del gobierno estadounidense, utilizaron Abrams y sus colegas de la administración Reagan para camuflar el envío de armamento a los contras de Nicaragua.