Fui a una clínica donde se puede interrumpir el embarazo y me sentí perseguida | ¡PACIFISTA!
Fui a una clínica donde se puede interrumpir el embarazo y me sentí perseguida Collage por: Juan Ruiz
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Fui a una clínica donde se puede interrumpir el embarazo y me sentí perseguida

Natalia Márquez - octubre 19, 2018

#Divergentes | La campaña católica 40 días por la vida realiza vigilias en las se reza y exige el fin del aborto frente a entidades como Oriéntame, en donde ofrecen la interrupción voluntaria del embarazo de forma legal.

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Ayer tenía una conversación casual con unos amigos mientras cenábamos. Los temas eran los de siempre: amor, dinero y trabajo. Sin embargo, en un momento puse sobre la mesa, literalmente, un tema del que se suele hablar en voz baja y que parece prohibido. Les conté que quería hablar sobre el aborto. Sus caras cambiaron de repente; eran de desconcierto e incomodidad. Cada uno me dio sus impresiones y, para mi asombro, uno de ellos –que es bastante conservador y de crianza religiosa– fue quien más me sorprendió.

Empezó a contarme que había pasado por esa experiencia con una ex pareja. En su momento ambos tenían claro lo que querían hacer, pues creían que eran muy jóvenes para convertirse en padres. Sin embargo, a medida que se acercaba el día, la determinación ya no era tan tajante y las dudas iban creciendo más. De todos modos lo hicieron creyendo que era lo mejor y todo quedó como un secreto, tal y como esta sociedad nos enseña a hacerlo porque “es mejor que nadie se entere”.  

Él* asegura que son muchas las personas que han pasado por este tipo de experiencias y que todo este misterio alrededor del tema se derrumba con facilidad. Son más las caras conocidas alrededor de uno las que cargan con el secreto de haber tomado una decisión autónoma que las que que nunca han tenido que pasar por algo así. Estigmatizarla en nuestro país resulta absurdo, pero en la práctica así viene sucediendo por décadas.

Con la curiosidad de saber más sobre lo que estaba pasando entorno a la realidad del aborto en Colombia me fui al barrio Teusaquillo de la calle 33, abajo de la avenida Caracas, el cual es conocido –entre otras cosas– por ser un lugar en el que se pueden encontrar distintas clínicas donde realizan los procedimientos para interrumpir el embarazo de manera voluntaria. Recordemos que en 2006 la Corte Constitucional despenalizó el aborto bajo tres causales: malformación del feto, embarazo producto de una violación o incesto y cuando hay riesgo para la salud o vida de la mujer (sentencia C – 355 ). Este, el derecho al Interrupción Voluntaria del embarazo (IVE ) es un derecho fundamental que, en teoría, pretende evitar una revictimización, discriminación, culpabilidad o estigmatización hacia las mujeres que desean acceder a este servicio. Sin embargo, la realidad es otra.

En la calle 33a# 16 – 55 queda la clínica Oriéntame, una entidad médica legal enfocada en prestar servicios orientados a fomentar una sexualidad libre y con derechos. Mientras caminaba hacia allá, vi un tumulto de gente me llamó la atención. Eran cinco mujeres y un hombre levantando carteles de fetos de bebé en un anden de la calle, a pocos metros de la entrada. Me acerqué.

“Santa maría, madre de Dios ruega por nosotros los pecadores, ahora y en nuestra muerte, amén”, rezaban una y otra vez estas personas en voz alta y con pequeños rosarios en sus manos.

– Buenas, me gustaría saber qué es esto…

Una de las mujeres paró su oración y me respondió.

-Esta es una campaña por la vida y por el fin del aborto que funciona al rededor del mundo.

– ¿Y cómo funciona? – pregunté.

-Esta es una campaña pacífica oriunda de Estados Unidos que entró en vigencia en el 2015 en Colombia. Nos llamamos 40 días por la vida y estamos en oración 24 horas por este mismo periodo. Son vigilias en las que oramos, ayunamos y exigimos el fin del aborto. La vigilia de ahora empezó el 27 de septiembre y termina el 5 de noviembre. Tenemos turnos y todos los que venimos somos voluntarios. Adquirimos compromisos de a tres horas y venimos en el día o noche, como queramos y podamos – Me explicó. 

– ¿Por qué lo hacen acá? – pregunté insistente.

– Porque es que acá al frente hay un centro de abortos -dijo la señora. 

– ¿Centro de abortos?  

– Sí, de abortos. Ahí no dicen que los practican, dicen que es un centro médico entonces la gente entra con el pretexto de que van por un examen y le practican el aborto -señaló la mujer. 

Luego otra señora se me acercó. Su nombre es Yarleen y cargó sobre mí una mirada estática y profunda.

-Tengo curiosidad sobre qué es esto, no entiendo bien -les volví a decir mientras escuchaba de fondo voces que repetían a unísono “señor ten piedad, cristo óyenos, cristo escúchanos” . 

– ¿Y uno cómo se vincula? -pregunté.

-Mira, nosotros damos información a las chicas que están en embarazo o en una crisis inesperada a causa de este. Les damos esta información y el número de la casa 40 días, a donde nos llevamos a las chicas que se encuentran en esta situación pues están desesperadas, no saben qué hacer. Toma. -Me respondió al tiempo que me entregó el siguiente folleto.

Folletos de la organización 40 días por la vida

Seguí la conversación pero la confusión no se aparataba de mí. Los folletos de colores hacían alusión a las etapas de evolución del feto dependiendo de las semanas de embarazo: con tres semanas el corazón comienza a latir, con seis el cerebro comienza a producir ondas cerebrales, con ocho todos sus órganos internos están formados, con 12 el “bebé” ya es capaz de tener expresiones faciales.

Incluso había un separador de libros que aludía a que la mujer “asumiera su responsabilidad” y “no se dejara intimidar” por esos “centros abortivos” refiriéndose a Oriéntame. “Aunque es tu hijo, no eres su dueño. Aunque te cause dificultades, un día te hará feliz. Aunque el mundo quiera asesinarlo, tu deber y derecho es defenderlo”. Me sentí asustada.

-¿Cómo reconocen a estas mujeres en la calle? -cuestioné mientras el pulso de mi corazón se aceleraba. 

-Exactamente, las abordamos si se dejan hablar y entregar información. Hay niñas que ven los carteles de 40 días por la vida y piensan que no están solas en la vida. Les pasamos esta pequeña información como te la estoy pasando a ti, y le damos la información de cómo está tu bebé dependiendo de las semanas que tienes de embarazo. Si te encuentras indecisa te podemos llevar a casa 40 y allá te hacen una ecografía gratis. Te hacen la prueba de embarazo también, y te decimos cuales son los pro y los contras del aborto. De qué te podría suceder en caso de que te practiques un aborto y cómo está tu bebé por dentro”, manifestó Yarleen. 

Todo esto me lo decía mientras intentaba tocar mi brazo.

-Quiero informarme también en Oriéntame -le dije.

-¿Sí? ¿Por qué? ¿Qué estás pensando? -me preguntó con ojos serios.

-No, pues solo quiero ir allá a informarme -respondí con cara de pocos amigos. 

-¿A dónde quieres ir? Si quieres te llevo a casa 40 -insistía la mujer.

– No, yo por ahora quiero pensar…. Saber…nada más ¿Tú has entrado allá? -le devolví la pregunta.

-Sí, entré allá hace 30 años. Por eso yo te digo, la decisión apresurada no es sana porque quizás tú puedes decir sí en el momento, pero  luego te enfrentas con una decisión que cargas en tu corazón por siempre. Ese fue mi primer bebé, el que aborté cuando era joven. Lo hice muy presionada, no me di, en ese momento, la oportunidad de pensar con tranquilidad. Mami, ven, siéntate y te cuento un poquito de mí -me contó.

-En el momento en que se apaga el corazón del bebé se apaga tu corazón de mamá -agregó la señora.

-Bueno, gracias Yarleen, lo voy a pensar -sostuve.

-No lo pienses tanto. No lo pienses tanto -decía con esa mirada penetrante que sentí desde que empezó a hablarme.

Me retiré sorprendida, invadida pero no persuadida. Imaginaba estar en un estado real de embarazo y tener que pasar por esto. Imaginaba estar con cuatro, cinco, seis semanas de gestación, en un estado de completa desorientación, miedo y soledad, y que un grupo de religiosas me hablaran del corazón del feto que llevo dentro sin que yo supiera si quiera si ser mamá es algo que yo quisiera para mi vida. Reflexionaba sobre el hecho de estar hormonalmente afectada por la naturalidad de un embarazo y, además, que alguien viniera con rosarios en las manos, oraciones repetitivas de fondo y folletos con testimonios de madres que decidieron “no asesinar a sus hijos” para presionarme a no hacer lo mismo. ¿Asesina?¿desentendida?¿inhumana? No lo sé. Lo único que sé es que soy mujer.

Después de despedirme del grupo de religiosos me dirigí a mi lugar inicial de llegada: Oriéntame. Allí, a pocos metros de los panfletos con fetos gigantes llamando la atención de las mujeres que colindan a su alrededor, el portero del establecimiento, luego de haberme visto con estas mujeres, me entregó otros papeles.

“Mire, vamos a entregarle esto porque vi que la estaban molestando por allá. Esta información se la entrega la Fundación Oriéntame porque esa gente está allí protestando y molestan a las pacientes. Ellas vienen a hacer eso porque no están de acuerdo con el aborto, pero lo que quieren es que los den en adopción porque usted sabe que todo eso es negocio para ellas. Eso se mueve todo por el dinero”, me comentó.

La diferencia era drástica. Estos folletos no hablaban de asesinatos ni de voces de fetos hablándome al oído y gritando salvación por su vida. En grande lo primero que pude leer fue “Solo tú decides”, enseguida de una explicación a la sentencia C-355 de 2006 de la que hablaba al principio. “Toda mujer tiene derecho a la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Pregunta si tu EPS tiene convenio con Oriéntame para acceder a este servicio sin ningún costo”, decía abajo. En otro explicaban los servicios de salud sexual y reproductiva que tenían las mujeres en Colombia según la ley, que no solo implican el derecho a acceder a una IVE en cualquier etapa gestacional sino servicios de anticoncepción, asesoría en adopción y la promoción de la salud reproductiva.

Folletos clínica Oriéntame

Luego de recibir esta información, en la Fundación Oriéntame me atendió Cristina Villareal, la directora ejecutiva. Villareal me habló sobre las distintas barreras que actualmente existen en el país para que una mujer acceda al derecho de tomar esta decisión sobre su cuerpo.

“Este grupo religioso 40 días por la vida es otra barrera que se suma a las que ya están. Este conglomerado resolvió que su manera de evitar el aborto era orar y abordar a las mujeres en la calle. Empezaron acá, en la sede de Teusaquillo, donde han sido más insistentes, pero lo hacen en otros barrios de la ciudad como Kennedy, Usaquén y Suba. Allá también tienen sedes. Estas personas invaden el espacio público, ponen altares, sillas e imágenes religiosas en ambientes a los que llegan mujeres desorientadas, en su mayoría solas, y para colmo embarazadas sin saber qué hacer”, me explicó la directora de Oriéntame.

Foto tomada de página de Facebook Cuarenta días por la vida.

Desde esta entidad ya le han pedido a la Administración Distrital delimitar una zona de protección para que las mujeres no sufran este tipo de estigmatización basados en reportes de mujeres que aseguran que, además de que les hablan y les entregan información tergiversada, las persiguen hasta la Caracas en donde cogen el Transmilenio y les tocan el abdomen.

“Inclusive una mujer que fue abordada por ellos la persiguieron hasta la Avenida Caracas y notó que tenían un aparatico que no era un celular. Nunca le pidieron su número y ella no lo dio. Pero luego le empezaron a llegar mensajes a su celular pidiéndole que no abortara. El sistema se llama Geofencing. Todos estos son actos de hostigamiento y acoso. Nosotros defendemos la libertad de expresión pero el lugar para manifestar sus opiniones no puede ser al frente de un centro de salud que defiende este derecho, pues eso pone en riesgo la salud de las mujeres. Hay que proteger el acceso a la salud de la mujer”, señaló Cristina.

Al salir de la clínica, la intimidación e incomodidad que sentí a causa del cuestionamiento por lado y lado me fue imposible de disimular. “¿Qué necesita? ¿Para dónde va? Piénselo bien”, me decían las religiosas. No quiero ni imaginar si el caso hubiese sido otro. Seguro estaría al borde de los nervios. Nada más con todo lo visto y escuchado me sentía un poco mareada y confundida. La psicología es tremenda. Tan intimidada me llegué a sentir, que decidí coger por un camino distinto de regreso a mi casa.

Allí, en la calle, a unas cuantas cuadras de Oriéntame y el puesto improvisado de la campaña 40 días por la vida, se me acercó un tipo alto y barrigón con una tarjeta en la mano.

-Toma esta tarjetica. ¿Qué te dijeron en Oriéntame? ¿Sí te ayudaron? Porque acá –dijo mostrándome una tarjeta– hacemos el mismo procedimiento: interrupción del embarazo quirúrgico o con pastillas. Es la misma competencia. ¿Si me entiendes? Acá hay una doctora. Si necesitas pastillas también las tenemos. ¿Qué necesitas? ¿Qué procedimiento requieres? -susurraba el hombre. 

Tarjeta clínica de aborto clandestino.

– Solo fui por información -le respondí.

– ¿Información? Ven, ven aquí con la doctora que ella te hace la ecografía y no te la cobra.

– No, gracias -le dije.

– ¿Por qué te da miedo? -dijo entre risas.

– Porque no lo conozco -respondí, pero esta vez el miedo se sentía real.

– No, no, tranquila. Es que uno es el que está pendiente y tarjetea. Ven y te muestro dónde es si quieres para que no vayas a desconfiar de uno, tranquila. Porque seguro allá te dicen no que aquí uno las roba y no, olvídate de eso. Somos serios con esas cosas -me explicó.

En la tarjeta que me entregó solo había un nombre: Carlos. Sin apellido. El centro médico tampoco tenía nombre pero sí una serie de servicios acompañados de dos teléfonos celulares: medicina general, ginecología, pruebas de embarazo, planificación familiar, ecografías y laboratorio clínico.

Accedí insegura de lo que me iba a encontrar porque la situación era evidentemente sospechosa. El hombre que me abordó caminaba muy rápido de camino al “centro médico” y cuando estábamos cerca pude darme cuenta de que le avisó a otras dos mujeres que estaban afuera del establecimiento, con una seña en la mano, que iba con un cliente. Una vez adentro del sitio me hicieron pasar de una vez a un consultorio. No tuve tiempo de procesar lo que estaba pasando. Todo fue demasiado rápido.

De la nada, en el pequeño cuarto al que ingresé entró una mujer con uniforme de enfermera y comenzamos a dialogar.

-Ven, si quieres te doy la asesoría -aseguró la mujer.

-¿Es gratuito? -le pregunté

– Sí, dime ¿sobre qué es? 

– No, pues es que yo estaba buscando información en Oriéntame y el hombre que me trajo me dijo que acá me la podían dar -respondí.

-Bueno, ¿y tú que quieres? -me dijo.

– Información, ¿ustedes cómo funcionan? -insistí. 

– Usted qué quiere, ¿interrumpir un embarazo?

-No sé, ¿eso cuánto cuesta?

-150.000 pesos: dos pastillas vía oral y dos vía vaginal -me explicó.

Luego de la corta charla la mujer me dijo que pronto vendría el doctor. Nuevamente, a pesar de que no estaba embarazada, sentí pánico del sitio en el que estaba. El “consultorio” se veía viejo, sucio y poco legal. Sentí un miedo impresionante que me hizo salir de allí, literalmente, corriendo. Antes de hacerlo la “enfermera” no dejaba de repetirme “se nota que estas muy asustada”. Y sí. Lo estaba. ¿Quién no?

Son miles de mujeres (5.000 en el último año de acuerdo con cifras de Profamilia) que llegan a esta situación como su última opción. Las razones varían: sus EPS les dilatan el trámite violando el marco legal que ya existe, médicos les exigen requisitos adicionales como autorizaciones de padres de familia u órdenes judiciales, y las fallas en la prestación de servicios de salud, violencia o malos tratos, negación de autorizaciones médicas y exámenes inoportunos, terminan llevándolas a la ilegalidad de la clandestinidad, del riesgo.

Esto que viví es la realidad que muchas mujeres atraviesan a diario: hostigamiento, discriminación y señalamientos por querer hacer valer un derecho que se les concedió desde hace más de una década. En el papel suena muy bonito pero en la práctica la experiencia se da entre la legalidad, la informalidad, la presión de la religión y el estigma social. Así no se supone que debería ser. Así de hecho no es y las cifran dan la razón: frente a los 10.517 abortos legales que se realizaron en Colombia en 2017, en la clandestinidad se han realizado más de 40.000 abortos de acuerdo con cifras de organizaciones pro vida. En ese último lugar que visité no hay seguridad, acompañamiento e información. Se siente un riesgo de muerte inminente pero a veces, para muchas, no hay más opciones. En Colombia, el camino de la clandestinidad se ha convertido en la única opción para miles de mujeres. No debería ser así.

*Por cuestiones de privacidad no se publica su nombre.

Este artículo hace parte de Divergentes, un proyecto sobre movilización y organizaciones sociales. Para ver todos los contenidos haga clic acá.