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Un reto para la paz: hablemos de los desaparecidos
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Un reto para la paz: hablemos de los desaparecidos

Staff ¡Pacifista! - agosto 31, 2015

OPINIÓN La desaparición forzada es una referencia en los trabajos académicos y las conversaciones sobre el terror de la guerra en Colombia.

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                       Columnista: Andrei Gómez Suárez 

El pronunciamiento público de las Farc del 30 de agosto de 2015 es una luz de optimismo frente al ritmo de las negociaciones en La Habana: “el proceso de paz se mueve en dirección del acuerdo final”, dicen. Sin embargo, ese mismo pronunciamiento revela uno de los retos que tenemos por delante una vez se firme el acuerdo final: buscar y esclarecer miles de casos de personas desaparecidas.

La desaparición forzada es uno de los hechos victimizantes más atroces que ha fracturado el tejido social de varios sectores de la sociedad colombiana: sindicalistas, movimientos sociales y partidos políticos de izquierda, para nombrar a los que más han sufrido. A pesar que la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES) es una de las ONGs más antiguas del país (establecida en 1983), la magnitud de esta tragedia es desconocida para la mayoría de los colombianos.

Incluso la academia ha brillado por su ausencia. Mientras la desaparición forzada es sólo una referencia en trabajos sobre el terror de la guerra en Colombia, las investigaciones sobre paramilitares, guerrillas, narcotráfico abundan; incluso es posible encontrar varios trabajos enfocados en masacres, homicidios y secuestros.

Elsa Blair, profesora de la Universidad de Antioquia, señala que “dado que el propósito de las desapariciones es justamente el de “no dejar rastro”, el número de desaparecidos en Colombia es un dato muy difícil de obtener.” La incertidumbre de los datos y el vacío investigativo son una muestra más de la efectividad de la desaparición forzada en Colombia: ni en las universidades, ni en nuestras casas, ni en nuestros trabajos hablamos del drama constante de la búsqueda por un familiar que salió de su casa y nunca volvió, que fue detenido por la Fuerza Pública y nunca más apareció.

Sin embargo, los datos que han logrado recoger varías organizaciones e instituciones son estremecedores. Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas (RNPD), a agosto de 2015, 77.051 personas han sido víctimas de desaparición forzada; mientras tanto el Registro Único de Víctimas (RUV) había registrado 45.497 casos. En el 2013, el Centro Nacional de la Memoria Histórica en su informe ¡Basta Ya! estableció que en 85,6% de los casos el RUV no reporta autoría presunta, razón por la cual “la tarea de esclarecer históricamente la desaparición forzada apenas comienza, a pesar de los largos y constantes esfuerzos de las organizaciones familiares y de Derechos Humanos.”

Los informes coinciden en dos periodos de victimización. Primero, de finales de los 70 a principios de los 90, cuando la desaparición forzada era una práctica selectiva para eliminar a la oposición política y fundamentalmente practicada por la Fuerza Pública. Segundo, de mediados de los 90 a mediados de los años 2000, cuando se volvió una práctica masiva de terror ejecutada por los paramilitares que se extendió a sectores sociales y populares. Esto quizá explica la distribución geográfica de la desaparición forzada (según el RNPD: 24% Bogotá, 14%  Antioquia, 9% Valle, 5% Meta, 4% Norte de Santander, 3% Cundinamarca, 3% Nariño, 30% otros).

Contrario al caso argentino, donde se creó la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas con un mandato amplio para el esclarecimiento, que a la postre se convertiría en el primer ejemplo de una Comisión de la Verdad en el mundo, en Colombia se han dado varios desarrollos institucionales a lo largo del conflicto armado, pero han fracasado en esclarecer y poner fin a la desaparición forzada.

Por ejemplo, en el año 2000 se creó la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas de Desaparecidas con delegados de la Fiscalía, la Procuraduría, la Defensoría, el Ministerio de Defensa, la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, ASFADDES y la Fundación Nydia Erika Bautista para los Derechos Humanos. Así como también en el año 2007, se creó el Registro Nacional de Personas Desaparecidas.

A pesar del lento avance en las investigaciones, el cual ASFADDES y otras organizaciones de Derechos Humanos relacionan con la falta de voluntad política, el proceso de paz entre el gobierno y las Farc ha despertado nuevas esperanzas. La participación de ASFADDES en la segunda delegación, de las cinco comisiones de víctimas que fueron a La Habana, fue aprovechada para plantear un gran reto a la mesa de negociación: crear una subcomisión de la  verdad exclusiva para las desapariciones forzadas. Además, exigieron al Estado crear un programa enfocado en garantizar la no repetición que se base en la depuración administrativa de la Fuerza Pública (y de los organismos de inteligencia) y la erradicación y desmonte de los grupos paramilitares.

Hasta el momento, las partes (el Gobierno y las Farc) han acordado crear una Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición que investigará entre otras graves violaciones a los derechos humanos la desaparición forzada. La Comisión no tiene carácter mandatorio para citar a declarar a los perpetradores y testigos, por tanto, será necesario el compromiso de los mandos militares, de los paramilitares y de todos aquellos que tengan información al respecto. Este es uno de los grandes retos que tiene la sociedad colombiana una vez llegue la firma de paz.

Seguramente Colombia tendrá que esforzarse a fondo para crear una conciencia de paz. Recurrir al poder de la literatura es quizá un camino para lograr que muchos se pongan en los zapatos del otro; para evitar que la pesadilla llena de dolor y culpa, magistralmente narrada a través de Jeremías Andrade por Evelio Rosero en En el Lejero, se siga repitiendo día tras día:

“Al despertar, hundido en el pánico, trataba de recordar. No se acordaba de nada. Con el alma en un hilo quiso ponerse de pie. Fue Inútil. “Estoy buscando a Rosaura”, recordó al fin. Iba a encontrar a su nieta Rosaura, y era un encuentro definitivo: nunca más la mandaría a comprar rosas en la tienda para que nunca más desapareciera.”

Si no reconocemos los retos de la paz estaremos condenados a repetir las pesadillas que nos ha dejado la guerra.

En Twitter: @AndGomezSuarez