"Si la memoria no se hace con cautela puede llevar a la venganza y al odio" | ¡PACIFISTA!
“Si la memoria no se hace con cautela puede llevar a la venganza y al odio”
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“Si la memoria no se hace con cautela puede llevar a la venganza y al odio”

Staff ¡Pacifista! - abril 29, 2016

María Emma Wills ha recorrido el país de arriba abajo tratando de entender la complejidad de la guerra.

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Foto: Santiago Mesa

 

María Emma Wills ha recorrido el país de arriba abajo tratando de entender la complejidad de la guerra. Cuando cuenta las historias que ha conocido, las de horror y las de esperanza, la mirada se le pone brillante, se le pierde entre el recuerdo. Ha dedicado su vida, con pasión por encima de todo, a pensar maneras de reconstruir lo que ha dejado el conflicto y transmitirlo a la gente.

Fue parte del Grupo de Memoria Histórica y ahora es una de las cabezas que hace marchar el Centro Nacional de Memoria Histórica. Hace algo más de un año, en el marco de los diálogos entre el Gobierno y las Farc en Cuba, fue escogida como la única mujer en una selección de catorce académicos que integraron la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Tenían la labor de redactar un informe que ayudara a comprender las causas de la guerra en Colombia.

Desde hace un tiempo, partiendo de su espíritu pedagógico, se planteó la idea de hacer un instrumento que sirviera para que los niños y los jóvenes, que difícilmente se tragan un informe de memoria histórica de cientos de páginas, comprendieran y aprendieran a conmoverse por los ires y venires del conflicto. El resultado fue una “Caja de herramientas”, que se lanzará este sábado en la Feria del Libro de Bogotá.

Hablamos con María Emma sobre los pormenores de ese proyecto, su papel en la Comisión Histórica y la actualidad del proceso de paz.

¿Cuál es el propósito de la Caja de herramientas?

Esto empezó con los informes que sacábamos como Grupo de Memoria y luego como Centro de Memoria Histórica. Son muy rigurosos y detallados pero tienen un problema: el lenguaje que usan es académico y no es masivo ni juvenil. Entonces uno se pregunta para qué hacemos memoria y la respuesta tiene que ver con qué vamos a aprender del pasado para que las generaciones futuras vivan en un país donde quepamos todos, donde acojamos al otro, la diferencia.

¿Hay una clave para encontrar un lenguaje que sea atractivo para los jóvenes?

El centro de todo deben ser las víctimas pero hay que crear puentes de comunicación entre ellas y el resto de la sociedad. Ahí entran los jóvenes. La idea es que pueden reflexionar con sus pares de la misma edad sobre lo que vivimos como país, pero también sobre lo que ellos viven en el presente. De esas reflexiones ellos mismos pueden concluir qué es lo que no debemos repetir.

La idea no es uniformarlos a todos en un mismo pensamiento sino que ellos puedan debatir sobre tres puntos: qué nos pasó, qué nos sigue pasando y quién soy yo. La memoria histórica empieza por una reflexión personal. A partir de esas reflexiones personales los jóvenes emprenden un viaje hacia el pasado. La Caja de herramientas lo que hace es orientar ese viaje hacia unos debates: el debate sobre la tierra, sobre la discriminación, sobre el género.

¿Podría darnos un ejemplo?

Nosotros tomamos el caso de El Salado, que más allá de la masacre es un oportunidad de llevar el debate de tierras al aula escolar. Arrancamos el problema de la tierra con una reflexión de los chicos sobre sus lugares significativos. Les pedimos que identifiquen los lugares significativos en su vida cotidiana. Luego los invitamos a pensar en conflictos que hayan tenido con esos lugares. Esa reflexión sobre un lugar propio ayuda a que se pueda reconstruir el conflicto, porque los chicos descubren que hay un evento, la guerra, pero se construye con distintas miradas: tus recuerdos, tus sentimientos. En ese punto empiezan a entender, a partir de sus propias experiencias con los lugares, las relaciones que pueden tener los campesinos con la tierra.

Además de la comprensión de una dinámica del conflicto, ¿qué reflexiones motiva este ejercicio sobre la forma en que actuarán los jóvenes a futuro?

Esto arranca preguntándote por quién eres tú y culmina, después de pasar con la historia, con otra pregunta personal: ¿qué vas a hacer tú?, ¿vas a ser testigo que no se mueve?, ¿vas a dejar que otros decidan por ti?, ¿o te vas a involucrar? Esos criterios políticos son los que buscamos que surjan.

¿Cuál cree que ha sido el problema para que esa pedagogía no haya funcionado bien en el país?

Las reformas educativas propusieron un currículum alrededor de las ciencias sociales que abarca todo y nada. Desde globalización hasta revolución industrial. Eso no permite que conectes con la vida cotidiana de las personas. Estás viviendo una historia alejada. Las preguntas generales que debería proponer la historia (quién soy yo, dónde me ubico, qué papel voy a desarrollar) no están ahí porque los problemas son muy abstractos y no tocan la vida local.

Hay quienes creen que la pedagogía sobre memoria histórica, sobre el pasado, es diferente a la pedagogía que fomenta una disposición hacia la paz.

No veo por qué serían dos cosas diferentes. Lo que sí hay que considerar es que si el trabajo de memoria histórica no se hace con cautela y responsabilidad puede llevar a la venganza y el odio.

¿Cómo lograr que esa comprensión del horror no genere sentimientos de venganza?

Una vez uno entiende cómo se teje la historia se da cuenta de que el enemigo no es la persona sino el sistema que hizo posible el horror. Tú te levantas es contra unas condiciones. Si hubieras sido un alemán de 18 años y te hubieras encontrado en medio de todas las condiciones de Alemania en la guerra, probablemente serías nazi. Entonces reconoces que el ser humano es capaz de las peores atrocidades en ciertas circunstancias, pero lo que te debe importar son las circunstancias. Para que no se repitan.

Uno de los temas a los que usted le ha dedicado más empeño es la violencia de género dentro del conflicto. Pero todavía hay mucha gente que no dimensiona el tamaño de ese problema en el país, no solo en la guerra sino a nivel cotidiano.

Hay un montón de mujeres que se la pasan recorriendo el país expresando tanto la violencia que ellas han vivido como su capacidad de transformar el país. Lo primero, entonces, es darle la palabra a las mujeres, para que hablen de ellas mismas, de lo que han sufrido. Ese testimonio termina siendo pedagógico, va pintando cómo esa violencia de género permea sus vidas cotidianas. Y hay que entender también que eso no solo es culpa de la organización armada: es todo este sistema.

Todos esos temas que están en la Caja de herramientas (género, tierras, participación política…) usted ya los abordó desde una perspectiva más académica en el informe de la Comisión Histórica hace poco. ¿Cuál fue su apuesta en ese escenario?

Lo primero es entender que hacer memoria histórica del conflicto no es llegar a una mirada homogénea y unificadora. Va a haber siempre distintos énfasis. Luego, añoré encontrar en esa pluralidad, en catorce ensayos distintos, una serie de hechos inobjetables que han pasado en el país. Esas ya no eran interpretaciones de quienes escribimos sino hechos. Esos hechos se van decantando y forman unas líneas rojas que no podemos volver a transgredir.

¿Cree que ese informe tuvo incidencia real en lo que se discutió en La Habana después de que lo entregaron?

Las dos delegaciones tienen su independencia. Yo sé que, para abordar ciertos debates, las Farc pedían otras miradas distintas a la del ¡Basta Ya! y eso fue lo que tratamos de darles. Lo esencial del informe, como dije, es que encuentren esos puntos donde todos los investigadores convergimos y se tenga una discusión democrática para resolverlos.

Varias de esas causas de la guerra en las que ustedes convergieron ya se habían abordado en Cuba. Agro, drogas, participación política. ¿Qué temas clave cree que no se han negociado aún?

Hay una discusión, por ejemplo, sobre los diseños institucionales entre el centro y las regiones. Existe un problema de ausencia del Estado en ciertas regiones y de organizaciones criminales que están enquistadas en la institucionalidad. Es necesario crear diseños institucionales más robustos para hacerle frente a esas organizaciones criminales. Hay que pensar con qué mecanismos vamos a enfrentar esas alianzas entre narcos, jueces, militares, en fin.