OPINIÓN Una de las peores humillaciones que uno tiene que afrontar como adolescente colombiano es “definir la situación militar”.
Columnista: Rodrigo Sandoval
Una de las peores humillaciones que uno tiene que afrontar como adolescente colombiano es “definir la situación militar”. Empieza con filas eternas en una oficina conocida como Distrito Militar, sigue un examen médico que atenta contra el derecho a la privacidad e incluye un desnudo colectivo para averiguar el estado de los testículos (seguramente porque hay que tener “bolas” para defender a este país).
Aquellos que resultamos “no aptos” debemos seguir la dicha buscando que nos expidan un recibo de pago. Después, hacer todo tipo de maromas para conseguir el dinero y pagar el “derecho” de no ponerse un camuflado. De ahí en adelante, son varias visitas al renombrado distrito para que algún militar se compadezca de uno y decida entregarle la libreta.
Si uno incumple cualquiera de las citas o no puede pagar la cuota de compensación militar, que nadie sabe para qué se usa, se convierte en un paria terrible de la sociedad: un remiso. Hasta hace un año, un remiso no podía graduarse de educación superior. Imagínese la desgracia.
Lo peor es que el Ejército decidió que puede hacer reclutamiento ilegal. La Corte Constitucional le ha recordado varias veces que no puede, pero no hay juez que intimide a un militar. Camiones se parquean en los barrios pobres de las grandes ciudades para llevarse a jóvenes que no han podido conseguir la libreta militar. Obvio, uno nunca verá un camión a la salida de un colegio internacional. Siempre es en una estación de buses en la periferia.
Los remisos tampoco podían conseguir trabajo hasta este abril. Al menos eso salieron con júbilo a decir en el Gobierno. Mienten, el requisito no fue eliminado, apenas le dieron a los jóvenes la opción de pagar la libreta militar en cuotas, durante 18 meses. El proyecto era tan ridículo que si después de los 18 meses uno no había conseguido la libreta podía ser despedido con justa causa, cosa que el Congreso en un arranque extraño de sabiduría eliminó. Como era obvio, el proyecto no incluye permisos especiales para que uno pase días enteros en el Distrito ni se imagina que podría ser buena idea acabar con el pago o la libreta misma.
Paralelo al show, el gobierno Santos también presentó un proyecto de ley que busca endurecer las condiciones del servicio militar obligatorio. Por ejemplo, la libreta sería requisito para tramitar pasaporte o licencia de conducción; y el servicio militar de bachilleres subiría a 18 meses, como lo prestan hoy los campesinos.
Ni una palabra para evitar el reclutamiento ilegal, ni para favorecer a los más pobres con subsidio del pago. Tampoco se les ocurre que podría ser una buena idea hacer transparentes los recursos en los que se invierte la plata que tantos jóvenes tuvimos que pagar para evitar entrar a las filas o porque nuestros cuerpos no estaban aptos para uniformarnos.
Menos se les pasa por la cabeza que con las Farc a punto de acabar, y con retos de convivencia que no se resuelven con adolescentes bien peluqueados, es la hora de acabar con el servicio militar obligatorio. No, todo lo que se les ocurre son pamplinas.