Analizamos el anuncio de capturas por los crímenes contra líderes sociales
- Estas son las imágenes de algunos líderes, miembros de organizaciones civiles y defensores de derechos humanos, asesinados, que ha registrado ¡Pacifista!. Foto: Archivo Pacifista
Hoy el diario El Tiempo tocó, en primera página y con un extenso despliegue, la problemática del asesinato de líderes sociales, miembros de organizaciones civiles y defensores de los derechos humanos en el país desde el arranque de la implementación de los acuerdos con las Farc el 1 de diciembre de 2016.
Dada la cobertura y la influencia del periódico más grande del país, es probable que solo hasta hoy millones de colombianos se hayan enterado de este drama. Pero el asunto es complejo, pues, aunque produce alivio que un medio de semejante influencia le dé protagonismo, el fenómeno es tan espinoso y exige tanto compromiso de la sociedad que no puede quedarse en una simple noticia.
CINCO RAZONES PARA SENTIR ALIVIO:
1. La Fiscalía por fin se mueve
El jueves arrancó con una buena noticia para quienes han seguido de cerca el asesinato de líderes sociales y defensores de los derechos humanos. Luego de un largo silencio, el tema finalmente aterrizó en la agenda de la Fiscalía General de la Nación y estará a cargo de la vicefiscal María Paulina Riveros. Esta prestigiosa jurista tiene un perfil idóneo para liderar las investigaciones. Formó parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, luego se desempeñó como directora de DDHH del Ministerio del Interior, y en 2016 se sumó a la cuota femenina del Gobierno durante los diálogos de paz en La Habana.
Con el caso de los asesinatos recientes en sus manos, Riveros tendrá una oportunidad única: la de investigar y entender realmente qué está sucediendo en las zonas más afectadas. Al fin y al cabo, ninguna otra institución del Estado tiene la capacidad de abordar la problemática con fuerza que la Fiscalía.
2. Las capturas permitirán saber si hay un patrón detrás de los asesinatos
El Tiempo informa que la Fiscalía ya capturó a 56 personas e investiga a otras 74 en relación con los asesinatos de líderes sociales en el país. Esto es una buena noticia, pero solo si esas acciones llevan a información concreta sobre los hechos. Una detención debe permitir un interrogatorio, y un interrogatorio hecho de manera apropiada puede revelar la realidad que se esconde detrás de los titulares de la prensa: antecedentes de los involucrados, el modo de operación de los victimarios y las redes criminales a las que pertenecen.
Los resultados de las pesquisas podrían dar claridad sobre los asesinatos, activar a otras entidades del Estado y hacer despertar a partes de la sociedad que se mantienen escépticas o desinformadas hasta hoy. También podrían aportar decisivamente a salvar vidas mediante medidas de protección adecuadas para los líderes, miembros de organizaciones y defensores de los derechos humanos.
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3. ‘El Tiempo’, finalmente, toca el tema
El cubrimiento que le dio el periódico de mayor alcance a nivel nacional tuvo dimensiones proporcionales al tamaño del problema: el titular principal de la primera página y todo el espacio de la sección Primer Plano que sale todos los días en la página dos. La decisión de los editores de actuar de esta manera podría generar una oleada de interés en otros medios masivos nacionales (ojalá en radio y televisión) y poner sobre una mesa más amplia los asesinatos y las amenazas de líderes sociales, miembros de organizaciones civiles y defensores de los derechos humanos. Hasta ahora el cubrimiento de los grandes medios había sido más bien tímido. El protagonismo se lo habían llevado hasta hoy los medios regionales y comunitarios, y plataformas alternativas entre las cuales se encuentra ¡Pacifista!.
4. Las élites políticas, económicas, sociales y urbanas podrían comenzar a conmoverse
El conflicto, que al parecer todavía no termina, ha tenido lugar principalmente fuera de las grandes ciudades y lejos de las rutinas de los miembros de las elites dominantes del país. Si estos asesinatos efectivamente son consecuencia de una nueva ola de violencia reciclada, los colombianos estarían presenciando un regreso a este patrón del pasado. Que los grandes medios y la alta dirigencia le pongan finalmente atención al tema es una ganancia. No solo para los afectados, sino también para aquellos interesados en el desarrollo del país después de los acuerdos. Esto si se considera que los grandes jugadores de la economía nacional y del diseño de políticas públicas necesitan una paz verdadera para alcanzar metas tan ambiciosas como, por ejemplo, que Colombia entre al club de los países ricos, más conocido como Ocde.
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5. Podríamos detener, desde ya, un drama nacional
Para lograrlo el país tendría que trabajar en conjunto: la Fiscalía, avanzar seriamente en sus investigaciones; los partidos políticos, ponerse de acuerdo en rechazar los asesinatos y luchar para contrarrestar la violencia contra los afectados; las elites, entender que el tema es crítico para el desarrollo sostenible de la nación; los medios, darle relevancia al tema y exigir acciones del Estado y la sociedad, y finalmente los ciudadanos, dejar de ver lo que les ocurre a los demás como un hecho que nada tiene que ver ellos y movilizarse. Si esto cumple (y en ¡Pacifista! sabemos que no será nada fácil), los colombianos podrían ponerle fin, a tiempo, a un capítulo quizá tan dramático como el exterminio de los miembros de la Unión Patriótica a principios de los años noventa.
CINCO RAZONES PARA SENTIR INDIGNACIÓN:
1. En el país de la ‘capturitis’, una captura no significa necesariamente mucho
En los pasillos, los funcionarios judiciales dicen siempre que en Colombia “una orden de captura no se le niega a nadie”. Se refieren a que en el país es demasiado común la práctica de primero privar de la libertad a una persona para luego comenzar a investigarla. Habrá que esperar que este no sea el caso de las 56 personas que, según El Tiempo, la Fiscalía ha detenido por estar presuntamente relacionadas con los asesinatos de líderes entre 2016 y 2017.
La opinión pública colombiana suele celebrar una captura (así sea prematura), pero este es un comportamiento erróneo. Una captura no es necesariamente un síntoma de una justicia pronta y efectiva, pues privar de a libertad a una persona es apenas una medida judicial, no un sinónimo de justicia. Para hacerse una idea, en 2015 fueron capturados un poco más de 156.000 colombianos. Ese mismo año un informe de la Fiscalía señaló que en Colombia 9 de cada 10 asesinatos quedan en la impunidad. Desde ¡Pacifista! deseamos que estas 61 capturas conduzcan a algo más que a empeorar el hacinamiento en las cárceles del país.
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2. La Fiscalía podría equivocarse al partir de la premisa de que los asesinatos no son sistemáticos
Al referirse a la problemática durante una rueda de prensa en diciembre de 2016, el fiscal general Néstor Humberto Martínez dijo: “Por el momento no hay una sistematicidad en las acciones”. Hoy, casi tres meses después y con 26 líderes muertos en las estadísticas, su vicefiscal dice más o menos lo mismo: “Aún es prematuro hablar de un ataque sistemático”. Expertos consultados por ¡Pacifista! tienen dudas sobre este enfoque.
Los investigadores podrían hacer justamente lo contrario: investigar bajo la premisa de que sí puede haber sistematicidad. En un país donde la violencia política fue durante décadas un mecanismo de dominio y terror, esta podría ser una línea lógica. Hoy hay quienes consideran incluso que, con base en los datos de los miembros de movimientos políticos asesinados en 2016, es posible ver algunos patrones: corta edad, bajo estatus en las jerarquías de sus movimientos, incidencia rural. “Siguen las matanzas del paramilitarismo en las narices del gobierno y de la Fiscalía, los cuales aseguran que el paramilitarismo no existe”, escribió el periodista Antonio Caballero el pasado 25 de febrero en la revista Semana en una columna titulada ‘Dejà Vú’.
Vea también: ¿Quién está matando a los líderes sociales? Esto dice la Misión de Paz de la OEA
3. Los medios no deberían cubrir el tema como lo hizo ‘El Tiempo’ hoy
Uno podría aplaudir la decisión del diario de tocar el tema en su primera página, pero a la vez hay que cuestionar la manera cómo lo ha hecho. El título es triunfalista (“Ya van 56 capturados…”) y subraya los éxitos de la Fiscalía y no tanto el drama que viven las víctimas, directas e indirectas. Las fuentes principales son voces oficiales, pero los líderes sociales y los representantes de las organizaciones en las regiones brillan por su ausencia. Los redactores tampoco incluyen puntos de vista críticos, o que al menos contrastaran las hipótesis de la Fiscalía. Ni El Tiempo, ni la sociedad deben pasar por alto la realidad innegable: el asesinato político sigue sacudiendo al país.
4. No nos hemos puesto de acuerdo sobre una sola cifra de muertos
El cubrimiento que le han dado las organizaciones y los medios, ¡Pacifista! incluido, ha sufrido de un problema técnico desde el inicio: todos manejan un número distinto de homicidios. Marcha Patriótica dice que han matado a 24 líderes sociales, miembros de organizaciones civiles y defensores de los derechos humanos desde que Santos y Timochenko firmaron el acuerdo final.
La Cumbre Nacional Agraria habla de 30, mientras que ¡Pacifista! registra hoy 26 con base en los datos de Marcha Patriótica y la organización Somos Defensores. El portal Verdad Abierta maneja una cifra incluso más baja: 11 en lo que va de 2017. Si la sociedad de verdad quiere dar un debate profundo y tomar medidas inmediatas para contrarrestar la violencia política, es necesario superar la disparidad de las cifras, pues esta quita credibilidad a quienes cubren el tema. De ahí que instituciones calificadas, organizaciones activistas y medios como ¡Pacifista! lleven ya días haciendo un llamado establecer un diálogo para fijar criterios.
5. No todos los asesinados son líderes
Desde ¡Pacifista! hemos elaborado un contador con las cifras de líderes asesinados. Con respecto a ese punto hay que aclarar que hemos hablado de todas las personas que han muerto por la defensa de los humanos en las regiones, sin distinguir su rango dentro de las organizaciones.
Analistas que siguieron de cerca la matanza de la UP dicen que, a diferencia de lo que pasaba en los 80, ahora están tratando de impedir cualquier posibilidad de representación organizativa, atacando no a los líderes visibles —como en épocas de la UP— sino a miembros de juntas de acción comunal y militantes de base, que tienen un liderazgo más comunitario y local.
Esto no significa que debamos voltear la mirada y minimizar el problema, sino que es posible que la estrategia de los victimarios esté cambiando y su método de terror ahora vaya dirigido a otros puntos. El crimen de líderes de base, como han afirmado los expertos, activa la memoria del horror e impide la organización de movimientos que, por ejemplo, hagan veeduría a los acuerdos de paz en temas como la Reforma Rural Integral o los planes de sustitución de cultivos en áreas de plantaciones de hoja de coca.