OPINIÓN |Hay algún tipo de virtud, por ejemplo, en el payaso que es capaz de burlarse de sí mismo. Por eso Navarro Wolf es el payaso por excelencia del video.
Por: David Díaz
El reguetón de la corrupción es una payasada política y el pataleo de quienes sienten que están próximos a ahogarse y deben tomar medidas desesperadas para que, desde la superficie, alguien les tienda la mano. El reguetón es una invitación seductora y monótona con la que Claudia López, Antonio Navarro, Jorge Roble o Antanas Mockus, entre otros, buscan salir airosos del atolladero profundo que es esperar que 12 millones de personas voten en la Consulta.
Sin embargo, hacer payasadas no es lo mismo que hacer bobadas o idioteces. La payasada puede ser elogiable y el payaso que payasea ser virtuoso. Hay algún tipo de virtud, por ejemplo, en el payaso que es capaz de burlarse de sí mismo. Por eso Navarro Wolf es el payaso por excelencia del video: una pésima dicción que, a su favor, es lo más cercano en la canción al acento puertorriqueño más afectado y defectuoso de algunos reguetoneros, y una prótesis en la pierna izquierda que no lo retendrá de saltar en “una pata” si gana el “sí” en la Consulta. Pero, siendo Navarro Wolf el payaso, Robledo es el cuentachistes por excelencia. Serio y recio, tiene la virtud de contar un chiste flojo y hacernos reír: “Que los corruptos sean como mi pelo y se vayan a cana”.
En conjunto la payasada es clara: hacer un reguetón que, comparado con la corrupción, es un mal menor. Componer una letra fácil y un ritmo monótono y pegajoso con fines políticos. Esto no es nuevo. Lo nuevo es, quizá (o lo menos viejo), que en el mismo intento desesperado por hacer llegar el mensaje político a través de una payasada se declare que se está haciendo una payasada. Algo así como: miren, porque creemos que la corrupción es la payasada menos loable y más cancerígena de nuestra sociedad, nosotros somos capaces de rebajarnos musicalmente y ponernos públicamente en ridículo. Porque si lo que nosotros hacemos atenta contra el buen gusto (lo que quiera que sea eso), lo que hacen los políticos corruptos es atentar contra la justicia y la moral. Mejor dicho: una medida desesperada, una medida de quienes saben que están a punto de ahogarse y no tienen otra alternativa que dar lo peor de sí para ser salvados por la democracia.
El video tiene otra virtud, que está implícita en lo que ya se ha dicho: al declararse a sí mismos como payasos, están mostrando la payasada ridícula que puede llegar a ser el reguetón. Póngase unas gafas oscuras (o píntese la cara de colores), vístase con chaquetas anchas y de colores fuertes (o con ropa que no convine y le quede grande) y saque un megáfono e invite a la gente a almorzar (o componga un reguetón para que las personas voten por el “sí” en la Consulta Anticorrupción).
Pero ¿Por qué un reguetón? Sí, en la superficie, optar por un medio masivo para transmitir el mensaje. Pero ¿a quién quieren llegarle? ¿Quién acude al llamado del reguetón? Hay un montón de jóvenes reguetoneros a los que no les interesa votar en la Consulta ni en ninguna elección. Puede que les guste, que para ellos “Antanas la rompió”, y que qué chimba el ‘flow’, pero no se convertirán en votantes. Hay otro montoncito, también, de jóvenes que no están en edad de votar, sobre todo la mayoría de quienes siguen a los youtubers que participaron en el video. Y, también, les pudo haber encantado la canción. Ese Mockus es un crack. Pero, ajá. No se ganarán nuevos votantes, aunque el reto es interesante: ¿Es posible que el reguetón sirva para conducir a los jóvenes hacia una democracia crítica, activa y participante? Sería encomiable que el reguetón lo consiguiera, el género se ennoblecería. Se vendría abajo fácilmente un prejuicio elitista y chambón: que el reguetón embrutece. Pero, por lo pronto, parece más cercano el naufragio.
Sí, el reguetón le llega a más gente, es seguro, es un medio efectivo de difundir el mensaje. ¿Pero es un medio efectivo para que alguien acuda al rescate? Piense: si usted está en el mar, ahogándose, cerca de la playa sin gente que esté pendiente de usted, ¿cómo puede ganar visibilidad?, ¿cómo puede ganar oídos que lo escuchen? Cada vez siente que le cuesta más trabajo salir a la superficie. Apenas puede sacar la cabeza del agua por pocos segundos. De repente tiene una epifanía y, con la voz torcida de Navarro Wolf y la potencia ya moribunda de las palabras de Claudia López, decide contar y cantar un chiste, esperando que, además de reírse y bailar, alguien al escucharlo lo salve.