Periodistas regionales y comunitarios se reunieron para pensar su papel frente a los diálogos y la construcción de paz territorial.
Un locutor de una radio comunitaria en Nariño, durante un encuentro nacional de periodistas que discutían sobre cómo hablar de paz, dijo que “el problema de los medios en Colombia es que los hay de tres niveles: los comerciales, los de las capitales regionales y los comunitarios. Los tres tienen lógicas muy distintas de cómo se maneja la información, pero la información es una sola y debería ser transparente. Entre un medio comercial y uno comunitario solo debería cambiar el tiraje”.
Las respuestas de los colegas llevaron la hipótesis todavía más lejos: entre más grande el medio, dijeron, debería ser más imparcial, más riguroso, más responsable. Quizás suena obvio, pero en muchos casos no ha sido así. Incluso dentro del mismo gremio de periodistas hay dudas sobre la forma en que se abordan algunos temas. Dos preguntas recurrentes durante el encuentro de periodistas fueron “¿qué intereses hay detrás de lo que estamos informando?” y “¿para qué contamos lo que contamos?”.
El tema del encuentro, organizado por el Ministerio de Comunicaciones, iba más allá de mirar cómo están trabajando los medios. La idea era hablar específicamente de la cobertura que se le da a los temas de conflicto y paz. La discusión partía de una premisa que tiene relativa acogida entre los periodistas y la opinión pública: si se firma la paz y se acaba el conflicto con las Farc, la manera de informar deberá adaptarse a los cambios.
Los periodistas imaginaron una sociedad donde, por un lado, emergen nuevos conflictos, pero, por otro lado, aparecen nuevos actores. Muchos de esos nuevos actores —campesinos resistentes, líderes comunitarios, promotores de iniciativas rurales— han sido invisibles para los grandes medios, mientras que los medios comunitarios y regionales han intentado rescatarlos.
Para hablar de cómo podría ser el periodismo del futuro en Colombia, los asistentes al encuentro discutieron primero cómo era en el pasado y cómo es en el presente. El eje de la conversación giró alrededor del papel de los medios regionales y comunitarios como puente para llegar a la población alejada del centro del país. Si los eventos más fuertes de la guerra pasan por las regiones, los periodistas locales son los que tienen la información de primera mano y deben transmitirla.
Sin embargo, se manifestaron varios obstáculos al respecto. Uno de ellos fue la falta de garantías de seguridad para hacerlo. Un reciente informe del Centro Nacional de Memoria Histórica recordó que en los últimos 38 años han sido asesinados 152 periodistas en el país y, entre esos casos, 112 fueron contra periodistas de pequeños medios. A los que no han matado, en muchos casos los han amenazado y han sido presionados por grupos legales e ilegales.
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Frente a las amenazas y a la violencia, a la par del miedo emergieron la valentía y el compromiso. Varios periodistas que viven en zonas de conflicto —Magdalena Medio, Caquetá, Antioquia, la Costa Atlántica— dijeron que su labor no puede verse disminuida porque sería darle la razón a quienes quieren sesgar la información. Recordaron que su trabajo ha sido darle voz a las víctimas y contar los casos que muchas veces pasan por alto los grandes medios.
El llamado de atención para los medios comerciales, a la hora de cubrir temas de conflicto y paz, fue a no limitarse a replicar los comunicados que emiten el Gobierno y las Farc desde La Habana. Esa información, aunque necesaria, no da cuenta de los problemas que día a día enfrentan muchos municipios del país. Los medios, en muchas regiones donde la presencia del Estado es débil, deben asumir por su propia cuenta la pedagogía de la transición que enfrenta el país, pero su papel no se puede reducir a ser un megáfono de lo que se dice en las capitales, sino que deben contrastarlo y mostrar las tensiones que existen con las situaciones particulares en los territorios.
Los periodistas discutieron acerca de la importancia del concepto de “paz territorial”, que es como se ha denominado la aplicación de los acuerdos de paz en las regiones. En ese sentido, recordaron que su labor pasa por ser un canal de doble vía. Por un lado, desde la base de las regiones, mucho antes de los diálogos en La Habana, han surgido iniciativas que se oponen al conflicto y tratan de mejorar las condiciones para las comunidades, y esa información pocas veces llega a ser relevante en las grandes discusiones del país. Por otro lado, esas grandes discusiones deben ser aterrizadas por quienes realmente entienden la idiosincrasia de cada territorio.
Sobre esa base, de ahora en adelante el reto para los periodistas de medios grandes y pequeños que cubren temas de paz es ampliar el enfoque. Si la intención es generar un ambiente de paz, no se puede apuntar solo a cubrir las muertes y los temas sensacionalistas, sino que hay que empezar a darle más espacio a las historias de paz y resistencia que surgen en las comunidades. La idea, según eso, sería equilibrar las cargas: mostrar que, aunque la violencia no acabará de la noche a la mañana, hay mucha gente trabajando en iniciativas de paz que normalmente no son noticia.
Para cumplir esos objetivos, pidieron al Gobierno que sea coherente con lo que se ha propuesto. Si realmente se quiere generar un ambiente de paz en las regiones, gran parte de esa responsabilidad pasa por los medios locales, que necesitan seguridad, incentivos y difusión. Pero la tarea no es solo de los periodistas regionales: otra conclusión del encuentro fue que los grandes medios, por encima de las lógicas del mercado, también deben ponerse la camiseta de la paz y actuar con responsabilidad y compromiso.