Por Lina Gabriela Cortés
Paz mundial, paz con la naturaleza es el lema de este año del Festival de Poesía de Medellín, que llega a su versión número 32. El Festival es un espacio de encuentro de poetas de todos los continentes y un lugar de reflexión sobre la situación social del país.
En esta segunda entrega de Primeras Líneas Poéticas nos sumamos al llamado del Festival y compartimos cuatro poemas de poetas de diversas geografías del país que le apuestan a voces no humanas para narrar la violencia, a preguntas por nuevos futuros posibles, y otras formas de interpretar la relación entre territorio, naturaleza, paz y violencia.
Compartimos un poema de La mata, el primer libro de Eliana Hernández, Premio Nacional de Poesía 2021.
Dice La mata:
Con el tiempo ellas,
desafiando la amenaza de la noche,
cruzan la mata, la piel bien despierta,
siguen bullendo a pesar de la noche,
unidas son un arroyo persistente.
De a poquito las tareas cotidianas
son de nuevo el corazón del día:
pelar, comer, lavar
verbos asidos a sus objetos concretos:
el cuchillo, la loza, las hierbas,
el palo que reparta su sombra vendrá después.
Son ellas, no flores,
juntas una inflorescencia,
brillantes son como luciérnagas,
el amor que les nace como un coral gigante.
Invencibles, una piedra en cada mano,
otras en los bolsillos,
ignoradas las preguntas de los hombres, burladas las prohibiciones:
no salir después de las siete,
por ningún motivo agruparse.
Trepa la mata en las hojas de las ramas,
por el vaivén de sus pasos
es también un incendio.
¿Y si hubiera algo más alto que la noche,
más arriba, agujereando el cielo?
Oyen de cerca las nubes acomodándose
los truenos aún compactos, recios,
en la manigua un zumbido.
Abajo los corazones, galopando:
oyen sus crines rojas
de cara al viento
Compartimos un poema del libro inédito El hombre que vio al hombre que vio al oso de Christian Rincón, quien ganó el XXII Premio Internacional de Poesía Aranda Arenasil en España.
Sobre la extinción
Cada vez que una existencia desaparece,
es una pieza de universo de sensaciones lo que se desvanece.
Vinciane Despret
Hemos perdido la presencia de los pájaros el último guacamayo de Spix murió de taquicardia entre las manos de un humano Los cinco Ticoticos de Alagoas que quedaban en Brasil se dejaron caer de una rama delgada porque a veces los finales son la única forma de interpretar el futuro pero lo que el bosque ha perdido no es aquello por lo que nosotros lloramos al pájaro carpintero de pico de marfil le movieron los árboles para hacer increíbles sillas sobre las que pensaremos en la desaparición a la Curruca de Bachman dejaron de buscarla y ahora los gusanos proliferan en la fruta como una venganza de diez corazones las despedidas se parecen tanto a un animal extinto todo lo que sucede ahora puede ser la última vez.
Compartimos 2 poemas del libro Dios fue mejor cuando era tigre de la poeta Luisa Villa Merino.
1.
Primero los tigres acechaban nuestros ranchos
pero vinieron monstruos insaciables a tragarse el río
a pedirnos estrellas
tuvimos miedo de que una chispa de luz nos delatara
–asomándose como un rabo–
huimos a oscuras y a oscuras seguimos las rayas
y encontramos
lecho…
Solo los refugiados en la casa del tigre nos salvamos
Es mejor convivir con tigres
están como deidades por encima de los hombres.
Compartimos un poema de Johanna Barraza del libro Sembré nísperos en la tumba de mi padre, recientemente publicado en nuestro país por Himpar Editores
X
El árbol de níspero
junto al que murió mi padre
ha sido cortado.
Mi vecina vino a traerme
sus últimos frutos y una bala
que encontró en su tronco.
Teníamos dos cosas en común,
haber sostenido su cuerpo
mientras sangraba
y mantenernos en pie
sin importar los disparos.