Juan José Marín, de 22 años, consiguió que el Ejército lo eximiera de prestar servicio militar obligatorio por motivos religiosos.
- En el segundo semestre de 2015, cuando volvió de Francia graduado en Ciencias, Ecología y Sociedad, Juan José Marín se dio cuenta de que aparecía como remiso en los sistemas de información de la Jefatura de Reclutamiento del Ejército. Lo habían declarado apto para prestar servicio militar y él, sin saberlo, había incumplido su cita de incorporación.
Pero para llegar a ese punto, Juan debía haber aprobado dos exámenes médicos, de los que ni siquiera se enteró y a los que no habría podido asistir porque estaba en Europa. Lo último que supo de su situación militar fue que su padre, Germán Marín, se había presentado a una cita programada por el Ejército para diciembre de 2012 y que había explicado que su hijo se hallaba en Francia.
Juan no volvió saber del tema hasta que volvió a Colombia. No sólo estaba preocupado por aparecer como remiso, sino porque su fe cristiana le impedía participar de la vida militar. Su familia es una de las fundadoras de la Iglesia Cristiana Menonita de Pereira, que arrancó labores en 2002. Desde hace cinco siglos, cuando surgieron en el seno de los debates para reformar la Iglesia Católica, los menonitas son pacifistas y se oponen a la prestación del servicio militar.
Marta Lucía Gómez, la mamá de Juan, es la pastora de la Iglesia y la fundadora del Colectivo de Objeción de Conciencia de Pereira, integrado por adultos y jóvenes de seis confesiones religiosas.
Antes de viajar a Francia, Juan participó de las actividades de esa organización, que hoy promueve el derecho a no empuñar las armas en colegios y universidades. Cuando regresó al país, se vinculó nuevamente al Colectivo y, con su respaldo, protagonizó un hecho histórico en la lucha de los objetores en Colombia.
No pienso integrar ni favorecer el crecimiento de instituciones bélicas.
A finales de 2015, luego de enterarse que era remiso, Juan contactó a la Asociación Cristiana Menonita para la Justicia, Paz y Acción Noviolenta (Justapaz), una organización de la Iglesia Cristiana Menonita de Colombia que promueve la construcción de paz y le presta acompañamiento jurídico a los objetores a través de la abogada Karla Enríquez.
Con la asesoría de Justapaz, Juan radicó un derecho de petición en el que le solicitó al Ejército reconocerlo como objetor de conciencia. Como la institución no respondió, él presentó una tutela para que un juez obligara a los militares a resolver su caso. No fue sino hasta mayo de este año, luego de interponer un incidente de desacato por el incumplimiento del fallo de tutela, cuando la Jefatura de Reclutamiento del Distrito Militar Nº 22 lo citó para que explicara por qué se negaba a prestar el servicio militar obligatorio.
El 5 de junio, Juan asistió a la sede del Distrito junto a Enríquez y otros integrantes de la Iglesia y del Colectivo. Allí se reunió con un psicólogo que, según él, “no sabía nada sobre el caso y empezó a preguntarme por mi apariencia física. Yo tengo una expansión pequeña en una oreja, el pelo largo cogido en una colita arriba y un piercing. Entonces él me miraba y me preguntaba por qué tenía esos objetos y por qué en la iglesia me habían permitido usarlos. Estaba muy perdido, realmente”.
- Juan José Marín junto a miembros de Justapaz y de la Iglesia Menonita. Foto: Justapaz
Luego de siete horas de diligencias, el Ejército decidió citar a Juan en la mañana del 13 de junio para que un comité interdisciplinario estudiara su caso. Al encuentro asistieron un psicólogo y una abogada del Ejército, además de funcionarios de la Personería de Pereira. Juan cuenta que le preguntaron a qué comunidad pertenecía, qué hacía su Iglesia y por qué era objetor.
Él dice que “les expuse mis motivos citándoles un versículo de Corintios: ‘nadie puede poner otro fundamento que el que ya está, el cual es Jesucristo’. Y les expliqué que él siempre difundió valores comunes como el respeto, la tolerancia y el amor, entonces cualquier cosa que atente contra estos principios va directamente en contra de mi conciencia”.
Los funcionarios del Ejército le dijeron que esa institución también estaba guiada por Dios. De hecho, la consigna de su última campaña es “patria, honor, lealtad. Dios en todas nuestras actuaciones”.
En una cartilla institucional de la campaña, la entidad asegura que el fragmento “Dios en todas nuestras actuaciones” significa “ser conscientes de que existe un ser superior que nos guía y nos da fortaleza para seguir adelante, es interiorizar que cuando Dios entrega una responsabilidad se compromete a darnos las fuerzas para cumplir ese deber que Él ha asignado, es entender que nuestra profesión es un apostolado en la que hemos abrazado una vocación que implica servir con el mayor desprendimiento a los demás”.
Juan opina que su Iglesia y el Ejército hacen “lecturas completamente diferentes del evangelio y de la Biblia”. Dice que “los militares se justifican en eso, pero no están construyendo paz, sino más violencia. En cambio, nosotros creemos rotundamente en que Jesús y Dios buscan la paz a través de medios no violentos y en que ningún cristiano es capaz de coger un arma contra su prójimo”.
También le dijeron que podía prestar servicio en áreas administrativas, donde no tuviera que cargar fusiles ni disparar, pero respondió que “la institución tiene unas lógicas y unos valores guerristas, a los cuales no adhiero” y que “no pienso integrar ni favorecer el crecimiento de instituciones bélicas”.
Al finalizar la reunión, el Distrito expidió la resolución No. 05 del 13 de junio de 2016, en la que declaró a Juan José Marín como objetor de conciencia y lo eximió de prestar servicio militar. En el pasado, otros jóvenes habían logrado que se les respetara ese derecho por orden de un juez, pero es la primera vez que de puño y letra de militares se reconoce a un objetor sin que medie decisión judicial.
Le preguntamos a Juan quién pelearía contra las organizaciones armadas ilegales si todos los hombres aptos para prestar servicio militar se declararan objetores. Respondió que “la guerra ha sido una problemática social generada por la vulneración de derechos y la desigualdad, que han permitido el surgimiento de radicalismos y extremismos. Entonces, más allá de buscar cómo defendernos de esos problemas por la vía militar, lo que debemos hacer es tratar de evitarlos. Por eso, después de firmar la paz, la pregunta que debemos hacernos es cómo vamos a conseguir que no vuelvan a surgir movimientos violentos”.