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Por favor, hagamos una campaña honesta de cara al plebiscito
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Por favor, hagamos una campaña honesta de cara al plebiscito

Staff ¡Pacifista! - agosto 25, 2016

OPINIÓN La decisión más importante de la historia parecer estar atrapada en la lógica tradicional de la política.

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Columnista: Andrei Gómez Suárez*

La discusión sobre el proceso de paz se ha desvirtuado. Paradójicamente, las reglas de juego establecidas por la Corte Constitucional no han servido para que se adelante una campaña honesta por el No o por el Sí en el plebiscito. Todo lo contrario, todos parecen ir perdiendo el rumbo, incluso aquellos que quieren promover un debate equilibrado entre las posturas opuestas.

La semana pasada por ejemplo, la Universidad del Rosario junto con el periódico El Tiempo organizaron un debate al que invitaron a César Gaviria y Clara López, por el Sí, y a Carlos Holmes Trujillo y José Felix Lafaurie, por el No. El auspicio del diario con mayor cobertura del país hizo que muchos colombianos se alinearan a un lado u otro del espectro dependiendo de “quien” había ganado el debate.

Qué pobreza de argumentos. No los de los panelistas, los cuales no quiero entrar a discutir precisamente para no caer en la trampa, sino los de los colombianos que en vez de centrarse en la trascendencia de los acuerdos hablan de cuál es la personalidad política que respaldan. Desde hace un tiempo, cuando se lanzó la campaña de “Resistencia Civil”, sectores políticos y sociales han confundido el proceso de paz con una cruzada personalista en contra del presidente Juan Manuel Santos.

Hoy la decisión más importante de los últimos 50 años parece estar atrapada en la lógica tradicional de hacer campañas políticas en Colombia. En dichas campañas no ganan los mejores programas de gobierno, ni se escuchan las mejores propuestas. Ganan los más sagaces, los que logran derrotar a sus contendientes en debates que parecen parte de un reality.

Es entendible que la campaña por el No recurra a estas estrategias: por la dificultad de ganar este debate con argumentos. Es predecible que salgan con mensajes al estilo de Big Brother, en la novela de George Orwell:

Guerra es Paz

Libertad es Esclavitud

Ignorancia es Fortaleza

Tal como lo promueven en Twitter: #VotarNoEsPaz.

¿A qué político sensato se le ocurría argumentar que votar en contra de un acuerdo de paz es votar por la paz? A ninguno, pero las campañas políticas no las ganan candidatos sensatos, las ganan, según la tradición colombiana, aquellos que logran movilizar el odio, el miedo de los colombianos, con o sin mentiras. A fin de cuentas la reelección de Santos en gran medida se debe al voto en contra de Uribe. El miedo que representaba para la izquierda su regreso al poder inclinó la balanza.

Pero este plebiscito es distinto. No debería ganarse como si fuera una campaña presidencial tradicional. Los que están a favor de los acuerdos, no pueden caer en la trampa del marketing. Tampoco deberíamos reducir los argumentos entre los que apoyamos el Sí a “ojalá que funcione la mermelada”; ni mucho menos sostener que “ya no es hora de hacer pedagogía,” que es necesaria una campaña publicitaria que llegue a 47 millones de colombianos y los convierta como por arte de magia en defensores del Sí.

Si los medios de comunicación y las universidades quieren promover un debate serio sobre lo que se ha acordado en La Habana y lo que sienten muchos colombianos, no pueden seguir reproduciendo los debates de siempre, con jefes de campaña tradicionales. Es necesario que sean más creativos y que hagan alianzas con organizaciones gubernamentales, como la Conversación Más Grande del Mundo, y no gubernamentales, como Común Acuerdo, para promover diálogos sobre cada uno de los puntos de los acuerdos y desmontar las mentiras que se han promovido en las redes sociales para manipular a la opinión pública.

El preámbulo al plebiscito debe ser un momento para centrarnos en lo que han logrado los equipos negociadores y los esfuerzos de la sociedad colombiana para implementarlos. El voto por el Sí no es sólo un triunfo electoral, conlleva una gran responsabilidad nacional: hacer realidad la reforma rural integral; volver operacional una Jurisdicción Especial para la Paz que no cargue con los vicios de la justicia; desmontar la economías ilegales que se alimentan de la participación de actores que se mueven en la legalidad; y contribuir a la transformación de las Farc en una estructura política que participe en la construcción social y económica de un Estado que ha brillado por su ausencia en muchas regiones de Colombia.

El proceso de paz ha dejado un legado importante en los territorios que han sido azotados por la guerra: sus habitantes han pasado de la lógica del miedo a la lógica de la esperanza. El fin de los bombardeos, los combates y los ataques guerrilleros han hecho palpable la posibilidad de que finalmente se consolide un ejercicio democrático, donde la autonomía de los procesos organizativos de las comunidades sean respetados.

Hablar de estos logros y visibilizarlos también debe ser prioridad en este momento. Invisibilizar  estos logros para dar pantalla a los políticos de siempre es un error porque la herencia cultural en Colombia demuestra que la animadversión por el gobernante de turno es más fuerte que sus logros.

La paz no es el voto por el SÍ o el No. La paz es lo que construimos juntos frente a posibilidad que las Farc (y el ELN) dejen las armas; frente a la oportunidad que el Estado construya su legitimidad respondiendo a las necesidades de todos los colombianos; frente a oportunidad que todos los actores del conflicto armado rindan cuentas del pasado y se comprometan a la no repetición. Construir paz no es fácil, empieza por cambiar la cultura política que se ha desvirtuado en esta larga guerra. Guerra No es Paz.

*Profesor y Consultor en Justicia Transicional y miembro de Rodeemos el Diálogo @AndGomezSuarez