OPINIÓN | Un capítulo de las bases del plan, titulado “Equidad en la diversidad”, dedicado a promover el respeto de los derechos de la población LGBTI, despertó el rechazo en uno de los senadores.
Por: Miguel Estupiñán*
Por estos días el Congreso de la República deberá retomar el análisis del proyecto de ley del Plan Nacional de Desarrollo (PDN), que servirá de hoja de ruta al gobierno del presidente Iván Duque para el periodo 2018-2022. El proyecto, que ya aprobó la Cámara de Representantes, deberá pasar ahora al Senado y deberá darle trámite antes el 7 de mayo.
Un capítulo de las bases del plan, titulado “Equidad en la diversidad”, dedicado a promover el respeto de los derechos de la población LGBTI, despertó el rechazo de Jhon Milton Rodríguez, miembro del partido Colombia Justa Libres y fundador de Misión Paz a las Naciones, megaiglesia con sede en Cali (Valle del Cauca).
El senador Rodríguez forma parte de un conjunto de pastores cristianos que respaldaron la candidatura presidencial de Duque. Un video divulgado a través de Twitter en mayo del año pasado presenta al entonces candidato acompañado de él y de otros pastores, mientras repite una oración que, por lo problemática, merece ser citada de forma completa: “Señor Jesús, esta tarde yo vengo a ti como futuro presidente de Colombia; en esta tarde yo te pido que perdones todos mis pecados. Toma el primer lugar en mi vida, en mi familia y en esta Colombia. Señor Jesús, esta tarde yo te recibo como mi señor y salvador personal; anota mi nombre en el libro de la vida. Gracias, Jesús, por guiarme en este ministerio de gobernar a Colombia. Señor, que mi corazón se disponga para ti cada mañana, cada tarde y cada noche, y que tu palabra, la Biblia, sea mi libro de cabecera, porque, como abogado, entiendo que todas las leyes que rigen a Colombia provienen de esa, tu palabra. Gracias, Jesús, muchas gracias, por traerme gozo y paz y permitir que mi nombre permanezca en el libro de la vida”.
‘…Y que tu palabra, la Biblia, sea mi libro de cabecera, porque como abogado entiendo que todas las leyes que rigen a Colombia provienen de esa tu palabra, gracias Jesús’.
Iván Duque repitiendo como loro lo que le dicta alguien. pic.twitter.com/V9OgtvYq8B
— Rafael Noguera (@ranoguera) 23 de mayo de 2018
Si ya es inquietante el contenido de la oración y aquello de creer que las leyes de un Estado Social de Derecho provienen de la Biblia, más grave aún resulta el hecho de que un grupo de presión, como aquel del cual hace parte Rodríguez, se sienta con la atribución no solo de dictarle a Iván Duque cómo debe rezar, sino también cómo debe gobernar a Colombia y diseñar sus programas.
Ha dicho el parlamentario que, en la política formulada inicialmente a través del citado apartado de las bases del PND, estaba presente la ideología de género y exigió que fuese extirpada en la versión final del documento, con el fin de garantizar que prevaleciese el interés de salvaguardar la autonomía educativa de los padres y de evitar que sea violentada la identidad de los niños.
Implícitamente, asocia Rodríguez lo que da en llamar ideología de género con veladas formas de atentar contra la integridad infantil y familiar.
Recientemente, Mauricio Toro, representante a la cámara por la Alianza Verde, denunció a través de los micrófonos de Noticias Uno que, ante las presiones de Rodríguez, en efecto, el Gobierno habría modificado el contenido original del Plan Nacional de Desarrollo. Según el congresista, se habrían obstaculizado avances en materia de promoción del respeto a la diversidad sexual y de lucha contra la discriminación.
Toro pide al Gobierno que mantenga al capítulo libre de las modificaciones propuestas por Colombia Justa Libres. A su parecer, la presión de Rodríguez busca echar mano de un caballo de batalla ya conocido, el rechazo a la denominada ideología de género, para aprovecharse electoralmente de un debate no zanjado, ahora que empiezan a perfilarse candidaturas regionales y surgen nuevos comicios.
En reacción, y también entrevistado por Noticias Uno, Jhon Milton Rodríguez contestó: “no tenemos cálculos políticos; la política nuestra es la política de la convicción, la política de los principios, de los valores”.
¿A qué convicción, principios y valores se refiere el senador? A los mismos que hace tres años, en agosto de 2016, muchos evangélicos y católicos defendieron cuando se sumaron a las marchas convocadas por otra cristiana: Ángela Hernández, diputada en la asamblea del departamento de Santander. Hernández rechazó la presencia de la denominada ideología de género en un conjunto de documentos producidos por el Ministerio de Educación en atención a una sentencia de la Corte Constitucional que exigió al ente gubernamental fomentar en las escuelas una cultura de respeto a la diversidad sexual y de inclusión de la diferencia en el sistema social.
La sentencia respondía al hecho de que Sergio Urrego, un adolescente homosexual de 16 años, se suicidó en agosto de 2014, luego de ser víctima de acoso escolar por parte de directivas de su colegio, el Gimnasio Castillo Campestre, de Bogotá. El Estado debía impedir que hechos de discriminación como los que llevaron a su muerte se repitieran. Sin embargo, dos años después del suicidio, muchas personas interpretaron como un ataque a sus principios y valores el que por vía institucional y jurídica se pretendiera así avanzar en la humanización de los escenarios educativos.
Entraron en conflicto visiones distintas sobre el ser humano. Y un debate fue abierto. La Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia declaró que “el género no es una teoría ni una ideología sino un concepto desarrollado en torno a la noción de sexo y de las relaciones entre hombres y mujeres; […] un instrumento de análisis que ha dado lugar a un campo de estudios […] dentro del cual, como en todo campo de estudios, hay distintas escuelas teóricas, pero no ideológicas”. Por su parte, el abogado Samuel Ángel, quien se autodenomina defensor de la familia, de la vida y de los niños, persiste desde entonces en sus ataques contra lo que insiste en denominar peyorativamente ideología de género, calificándola de “totalitarismo” y “dictadura”, pues, según él, es un arma de la nueva izquierda que “cambió la bandera roja, con el martillo y la hoz, por la bandera multicolor” con el fin de secuestrar “las mentes y corazones de nuestros jóvenes”.
El No a los acuerdos de paz entre la antigua guerrilla de las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos, que dos meses después prevaleció en el plebiscito de octubre de 2016, se alimentó en buena medida del rechazo a una supuesta conspiración, que para entonces ya involucraba a Santos, a las Farc y, por si fuera poco, al castrochavismo. Según Samuel Ángel, dicha conspiración estaba orientada a imponer entre los niños y jóvenes esa nueva forma de “totalitarismo” y “dictadura”, que atenta contra el modelo tradicional de familia.
El conflicto de visiones diferentes sobre el ser humano pronto se tradujo para algunos en una abierta cruzada en defensa de un determinado tipo de orden social. El nuevo escenario fue entonces la campaña por la presidencia en 2018, que enfrentó en última vuelta a Gustavo Petro con Iván Duque.
De no haber salido elegido este último hubiese sido impensable la realización en el Congreso de la República de una actividad como la Tercera Cumbre Trasatlántica Colombia 2019, llevada a cabo durante el 3 y 4 de abril. En ella el pastor y senador Jhon Milton Rodríguez coincidió como panelista con el expresidente Álvaro Uribe y otros miembros del partido de gobierno, el Centro Democrático; así como con conservadores venidos de otros países, como Katalin Novak, Ministra de Estado de Familia y Juventud del Gobierno de Hungría; Kazimierz Kuberski, viceministro de Familia, Trabajo y Política Social de Polonia; y Luis Losada, director de CitizenGo para América Latina.
Bajo el título “Ante el auge de la crisis global: principios sólidos para un mejor futuro”, el foro pretendió poner en común estrategias, prácticas y líneas de acción para el fortalecimiento de “la familia, el matrimonio, la defensa de la vida y la dignidad humana, la libertad de conciencia y religiosa”. Según el ente organizador, la Red Política por los Valores, el evento quiso responder al recrudecimiento de “una ofensiva a escala global contra la civilización”, problemática representada para la red en asuntos como el antinatalismo y, claro, la ideología de género.
La filósofa Nancy Prada ha llamado la atención sobre el hecho de que, si bien el concepto de ideología puede ser usado de modo peyorativo, según hemos visto lo hacen determinados actores políticos y religiosos en alusión a un supuesto velo mental que no deja ver la realidad tal cual es; por otra parte, puede ser empleado para referirse, en términos generales, a una concepción del mundo que penetra en la vida práctica y que es capaz de animar e inspirar una praxis social, suministrar un horizonte simbólico para comprender el mundo y una regla de conducta moral para guiar prácticas que sirven para imputar sentido a este. Según Prada, no se trata de rechazar la existencia de la ideología de género, para contestar a la instrumentalización política de su rechazo, sino de recuperar esa otra forma de concebir la categoría, en favor de una ideología de género distinta, no concebida desde la dominación, como determinados actores políticos y religiosos pretenden hacerlo, sino desde la resistencia.
El debate no debe ser pospuesto, opina la filósofa; y he aquí su aporte: “ese camino demandaría señalar que la sociedad colombiana funciona ya según cierta ideología de género —la que han impuesto, entre otros, las iglesias más poderosas— que ha promovido la dominación, frente a la que se yergue una ideología de género distinta, que promueve la resistencia; que señala el fascismo intrínseco del statu quo; que no pretende ‘homosexualizar’ a los niños y niñas, sino educarles para que comprendan que la homosexualidad o el transgenerismo, lejos de ser despreciables, son opciones tan legítimas como otras; que defiende la libertad de las madres y padres de educar a su descendencia sin que ello justifique la promoción de la violencia y la discriminación; que no le apunta a restringir la libertad religiosa sino a desligarla del ordenamiento social y jurídico; y que sí afirma —como lo reclama la derecha conservadora— ‘que no se nace siendo hombre o mujer, sino que a través del ejercicio de la libertad cada quien construye su identidad de género y determina su orientación sexual’”.
Nótese que los planteamientos de Prada, así como los de la Escuela de Género de la Universidad Nacional antes citados, en modo alguno no pretenden constituirse en verdad definitiva, dogma sobre hechos revelados por una divinidad irrefutable. Por el contrario, buscan aportar al debate civil de las ideas.
Según informó El Espectador el 23 de abril, senadores de la bancada alternativa radicaron una nueva ponencia en la que ofrecen 19 razones por las cuales debería replantearse el Plan Nacional de Desarrollo. Los ponentes rechazaron la resistencia por parte de los partidos de Gobierno “a incluir en el PND disposiciones que promuevan los derechos sexuales y reproductivos de niños, niñas y adolescentes, así como los derechos de la comunidad LGBT”. Esta y las mujeres quedaron excluidas del documento, en opinión de los ponentes.
Así avanzaban las discusiones sobre el asunto al cierre de esta columna. Hasta qué punto Duque coincide ideológicamente con los pastores que apostaron por su presidencia y hasta cuándo estará dispuesto a permitir que le dicten cómo rezar y gobernar, todavía está por verse. En todo caso, su nombre está escrito en el libro de la vida. O no.
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