#EDITORIAL | Con nuestro nuevo documental quisimos ver a Urabá como la gran puerta del movimiento reggae en Colombia, como una tierra que no niega su pasado y que ha sido la cuna de grandes talentos.
En los días previos al estreno de Dancehall a prueba de balas, nuestro más reciente documental, mientras en ¡Pacifista! discutíamos sobre los últimos detalles de la edición final y del lanzamiento del trailer, comenzamos a charlar sobre la importancia de la historia que teníamos entre las manos. No estábamos hablando por primera vez de una de las tantas regiones que el Estado ha olvidado en el país, sino viéndola y oyéndola desde otra parte.
Nuestra emoción (con cierto grado de sorpresa) venía más de no entender cómo ese enorme movimiento de los ‘picós’ y ritmos jamaiquinos en Urabá había permanecido como una cultura casi marginal dentro de la variada escena musical del país. No podría ser. Alguien preguntó: ¿Por qué? y alguien respondió: “Tal vez porque para los colombianos Urabá siempre ha sido dos cosas: banano y bala”.
Banano y bala… La historia de la Colombia violenta y centralista no nos había dejado tiempo para mirarnos a nosotros mismos más allá del ruido de la guerra. Mientras muchos éramos todavía niños –en los años ochenta– toda una generación de grandes músicos urabaenses había comenzado a resignificar los sonidos que llegaban de Jamaica y de Panamá. Los beats del reggae y el dancehall entraban con forma de discos de acetato por los puertos, los mismos lugares en donde se encontraban también con las rimas del rap en español. De esa unión nada malo podía salir, menos en una tierra en la que la sabrosura se da silvestre.
Y sí, lo que salió fue un flow bestial. Sin embargo, entre mediados de los ochenta y los noventa, fue muy poco lo que como país pudimos ver de Urabá en términos culturales y mucho lo que observamos en términos bélicos. Masacres, guerrilla, paramilitares, narcotráfico, bajos índices de desarrollo… Colombia estuvo tan preocupada por la seguridad de la región que permaneció casi sorda ante su canto. Por años, desde las ciudades omitimos esa cultura afro para la que un ‘picó’ estridente era un altar y la mejor manera de hacerle resistencia a la guerra.
Esa fue nuestra principal motivación para sacar adelante la idea del Dancehall a prueba de balas, ver a Urabá como la gran puerta del movimiento reggae en Colombia, como una tierra que no niega su pasado y que ha sido la cuna de grandes talentos como Elio Boom, Betoman, Franck la P, Shaka y los Generales, entre muchos otros. Quisimos buscar “esa cultura subterránea en el corazón de nuestra identidad nacional” como dijo Lucas Silva, uno de los productores audiovisuales de esta pieza.
Después de una semana de rodajes entre San José de Apartadó, Turbo y Ríogrande, y varios meses de edición, aquí está para todos ustedes. Disfrútenlo todos: Dancehall a prueba de balas.