Al prohibir el ingreso de la prensa el 20 de julio, la Mesa Directiva del Congreso mostró que nuestros gobernantes prefieren una prensa que se limite a repetir discursos sin hacer preguntas.
Por: Emmanuel Vargas Penagos
La instalación del Congreso el pasado 20 de julio fue una fiesta a la que la ciudadanía no estaba invitada. Los periodistas no tuvieron permiso para ingresar y la información que se obtuvo de lo que sucedía adentro estuvo limitada a la transmisión televisiva de discursos y a lo que algunos congresistas publicaban en sus redes sociales.
La razón, como ha sido con varias limitaciones al trabajo periodístico en Colombia y en el mundo, la hemos escuchado hasta el hartazgo: los protocolos de bioseguridad. Es una excusa razonable a primera vista. Por otro lado, es muy cuestionable que, año y medio después del inicio de la pandemia, el congreso no haya encontrado alternativas menos restrictivas para el trabajo de la prensa. Los medios, según lo cuenta una nota de El Espectador, “han sido desterrados del capitolio nacional”.
Esto es algo completamente contrario a la idea de lo que es el Congreso. Se supone, aunque muchas veces sea solo una ilusión, que ahí sucede la democracia. Muchas veces se ha hablado de la importancia de que lo sucedido en ese lugar sea público, como cuando la Corte Constitucional tumbó una norma que iba a hacer que la votación sobre el proceso contra Ernesto Samper fuera secreta.
En el puro inicio de la pandemia, la Relatoría Especial sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión de las Naciones Unidas dijo que era crucial que los gobiernos creen un entorno propicio para que los periodistas puedan hacer su trabajo. Limitar los espacios en los que ellos pueden obtener información no es una forma de cumplir con esa garantía.
La posibilidad de que la prensa ingrese al congreso era un debate relativamente saldado hasta antes de la pandemia. Por ejemplo, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha dicho que los parlamentos tienen derecho a establecer medidas para la seguridad de sus miembros, pero esto no es excusa para establecer medidas desproporcionadas. En Europa, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) consideró que la decisión de retirar a periodistas del parlamento no tiene ningún tipo de justificación e interfiere con la posibilidad de tener información de primera mano y basada en la experiencia personal de los hechos.
La idea simplista que suele estar detrás de una limitación así es que las sesiones del congreso se transmiten por televisión y que las actas de lo que sucede quedan por escrito y se pueden conseguir en Internet. Esto no es suficiente. Poder estar atentos a lo que sucede en los corredores, la posibilidad de entrevistar a un congresista entre un debate y otro o antes de una votación, leer las tensiones que pueda haber entre las distintas personas, son cosas que no se pueden obtener a través de una transmisión por televisión.
Si la preocupación es la bioseguridad, se pueden establecer medidas balanceadas como límites de personas en un solo espacio, uso de tapabocas N95, la necesidad de mostrar un test negativo para ingresar. En fin, muchas medidas que quizá el congreso no quiso aplicar porque era mucho esfuerzo y la restricción general era más conveniente. El TEDH, por ejemplo, ha dicho que es razonable que los parlamentos tomen medidas para evitar disrupciones en su trabajo, como crear zonas específicas para la prensa, pero siempre con salvaguardas para que no haya prácticas abusivas contra los periodistas.
La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) le hizo ese tipo de advertencias a la Mesa Directiva del Congreso. Nada cambió. Tal vez estaban más interesados en facilitar sus actividades que en permitir que la ciudadanía se informe sobre asuntos de interés público.
Cubrir lo que sucede en el Congreso es crucial en un momento de crisis como el que estamos viviendo. El Senado y la Cámara van a estar discutiendo temas como la reforma tributaria, o la ley de infancia que tiene tintes de censura. Además, la gente tiene derecho a tener un conocimiento más directo de qué esfuerzos se están tomando en el Congreso para afrontar los problemas económicos y de salud pública que enfrenta el país.
De momento, la imagen que pinta este congreso es la de, como en varios países autoritarios, un grupo de poderosos que encuentra la excusa perfecta para esconderse del público.
A Emmanuel lo pueden leer acá.