Habla el representante a la Cámara del Centro Democrático que interpuso una tutela contra la pregunta del plebiscito.
- El representante a la Cámara Santiago Valencia. Foto: Cortesía
La figura de Santiago Valencia, representante a la Cámara del Centro Democrático (CD), no se puede desprender del papel que ha jugado su familia en la política colombiana y, en particular, la política de Antioquia. Es el hijo menor del político de Medellín Fabio Valencia Cossio: exministro, exrepresentante, exsenador, exembajador, durante muchos años una de las figuras más visibles de un sector del conservatismo y, ahora, director del Comité Central del CD.
Fue justamente por cuenta de los cargos de su padre que Santiago nació en Bogotá y estudió derecho en la universidad Sergio Arboleda. Sin embargo, asegura que siempre mantuvo sus vínculos familiares con Antioquia. Tiene razón: en las pasadas elecciones legislativas, por ejemplo, hizo parte de la lista del uribismo a la Cámara de Representantes y logró una de las seis curules del CD por ese departamento.
A finales de agosto su nombre figuró por cuenta de un debate que citó para que el alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo, respondiera las 60 preguntas sobre el proceso de paz formuladas por el procurador y que el presidente se había negado a contestar. La semana anterior volvió a tomar protagonismo por una tutela que interpuso, pues considera que la pregunta del plebiscito viola derechos fundamentales.
Hablamos con él sobre la visión que tiene el CD de los acuerdos y sobre la campaña del “NO”.
¿En qué puntos resumiría lo que más le preocupa de los acuerdos entre el Gobierno y las Farc?
Toda la situación en el contexto es delicada. Pero me preocupa la impunidad: el acuerdo habla de que no habrá amnistía para delitos atroces y crímenes de guerra, pero en la práctica no habrá un castigo efectivo. Me preocupa la participación en política y la revictimización que pueda existir, no solo porque estas personas no tengan que pagar cárcel, sino porque además puedan participar en política. Me preocupa mucho, desde el punto de vista de la igualdad en la lucha democrática, un partido de las Farc con una participación gratuita en el Congreso y sin entregar la plata del narcotráfico.
Para algunas personas es muy difícil digerir la idea de que hay un sector de la política colombiana que le va a decir “no ” a un acuerdo con una guerrilla que lleva más de 50 años en guerra.
Ese voto no es contra la paz. Por una parte, creemos que el plebiscito no es el mecanismo idóneo porque el presidente se había comprometido a refrendar, no a consultar. La refrendación implica la respuesta a los puntos negociados en La Habana. Mínimo seis preguntas, una por cada punto.
Entonces, ¿cómo le explica la postura del CD a una persona que está al margen de las controversias políticas y de la polarización que genera este tema?
A lo que nos oponemos es a un acuerdo que, consideramos, no da garantías democráticas para la supervivencia del Estado de derecho en el tiempo. A lo que nos estamos oponiendo no es a la paz sino al acuerdo, porque consideramos que es nocivo y genera demasiados riesgos a futuro.
Pongámonos en el escenario de ese lunes 3 de octubre, un día después del plebiscito, y supongamos que gana el “NO”, ¿eso qué representa?
Personas que conocen las Farc han dicho que, si la guerrilla hubiera logrado en la negociación del gobierno del presidente Andrés Pastrana la mitad de lo que ha logrado hoy, habría firmado. Es tanto lo que han logrado las Farc que el hecho de que gane el “NO”, a pesar de lo que ha dicho el presidente, sí sería una posibilidad de renegociar en otros términos los puntos que les preocupan a los colombianos.
¿Usted ve viable una renegociación después del 2 de octubre?
Sí, porque incluso renegociando y las Farc cediendo algunas de las cosas que el Gobierno les ha dado en este proceso, todavía estarían ganando. Cuando uno hace un análisis del Acuerdo Final, lo que ve es que el Gobierno terminó cediendo en todo y la guerrilla no terminó cediendo en nada, tal vez salvo la constituyente que, además, ya no la necesitan por el acuerdo especial y la inclusión en el bloque de constitucionalidad del acuerdo.
¿Y cuál sería para ustedes el escenario en caso de que gane el “SÍ”?
Si gana el “SÍ” van a surtirse una cantidad de procesos que son propios del posconflicto, que van a generar mucha zozobra en el país. Me estaban contando, por ejemplo, que parece que los combos en Medellín están preparándose para la llegada de desmovilizados y eso es preocupante porque puede implicar un recrudecimiento de la violencia en las ciudades. La postura nuestra, en caso de que gane el “SÍ”, es seguir proponiendo para 2018 la revisión de algunos de esos acuerdos para que tengan una aplicación más lógica, más viable y más beneficiosa para el país.
¿Cómo asumirían el resultado si gana el “SÍ”?
Nosotros aceptaríamos en la medida de que no haya nada que denunciar. Si vemos que hay trampa, manipulación, compra de votos, mermelada, etc., no podremos aceptar el resultado.
¿Y qué significa no aceptarlo?
Nosotros estamos en lo que hemos llamado resistencia civil. Lo que nosotros hemos dicho es que hay que utilizar todos los mecanismos legales y constitucionales que otorga el Estado de derecho para revertir lo que va en contra de nuestros derechos y nuestros postulados. Por supuesto, no implica que vayamos a hacer un llamamiento a la violencia.
Hace un momento usted decía que lo único en que cedieron las Farc fue en la constituyente. Pero realmente sus pretensiones eran mucho mayores. También hay un cambio en el discurso de ese “Márquez” de hace cuatro años, cuando se instaló la mesa, y el “Márquez” que acaba de firmar el acuerdo definitivo.
Ellos evidentemente ya están asumiendo un discurso de partido político. No pueden, después de una negociación, al menos públicamente, seguir refiriéndose en los términos en que lo hacían antes. Pero una cosa es el discurso político posnegociación y otra lo que uno percibe de la guerrilla y su planificación. Yo desconfío profundamente de la guerrilla y su objetivo no es la paz por la consecución de la paz, sino que este es un paso adicional dentro de su combinación de formas de lucha para la consecución del poder.
¿Usted de verdad ve a las Farc tomándose el poder?
Ellos siguen con su objetivo intacto de la toma del poder para la implementación de un Estado socialista en Colombia. Un grupo que tenga ese control territorial que no tiene ningún otro partido, que además tenga los miles de millones de dólares que tienen producto del narcotráfico y que no van a devolver, en una democracia tan débil como la nuestra, no es descabellado que puedan llegar al poder, incluso utilizando los medios democráticos. Lo hizo Chávez y lo han hecho otros.
¿Y los ve ganando elecciones?
Sí. En un proceso extendido en el tiempo, sí.
- Santiago Valencia es el hijo menor del exsenador y exministro Fabio Valencia Cossio. Foto: Cortesía
En todo este escenario de polarización y de tergiversación han aparecido ideas como esa de que existe una manguala entre Santos y “Timochenko” para implementar un modelo como el de Venezuela, ¿usted cree que eso es así?
Hay una polarización del discurso que no está ayudando. Pero si yo le busco una causa, culpo al Gobierno que empezó a calificar entre amigos y enemigos de la paz. Estigmatizó a una porción muy grande la sociedad. En el “SÍ” y en el “NO”hay gente respetable. Yo creo que el presidente Santos ha asumido muchos comportamientos que dejan mucho que desear de su investidura como presidente de la República y que se parece más a lo que pasa en Venezuela. Para no ir muy lejos, eso de que “yo hago la pregunta como se me da la gana” es absolutamente desafortunado.
Por otra parte, el acuerdo especial es un abuso del artículo 3 de los Convenios de Ginebra que se aplica para humanizar la guerra. Aquí lo van a utilizar para finalizar un conflicto, pero, además, nos van a meter reforma agraria, reforma a la justicia, Tribunal para la Paz y todo lo que han negociado en La Habana como parte del bloque de constitucionalidad. Con eso para qué constituyente, pidieron la constituyente y les dieron la constituyente con postre. Yo no sabría si llamarlo manguala entre Santos y “Timochenko” para implementar el castrochavismo, pero sí veo comportamientos del Gobierno y del Congreso donde arrollaron y pasaron por encima del poder legislativo y, con la pregunta del plebiscito, incluso pasaron por encima del poder judicial.
Hay señalamientos y acusaciones, además de muchos mitos que no obedecen a lo que hay en los acuerdos.
Yo creo que se han dicho muchas mentiras de parte y parte, no creo que oficialmente de parte del CD. Pero el debate se quedó, en muchos casos, sin argumentos. Es muy triste cuando yo voy al Congreso y digo que el Acto Legislativo para la Paz rompe el principio democrático, rompe el equilibrio de poderes, es inconstitucional, se parece a un ejercicio dictatorial, y la respuesta de mis compañeros del Congreso es que es mejor la paz de la guerra. El debate se quedó en que usted es enemigo de la paz, usted es amigo de la guerra, usted es castrochavista. Se perdió el fondo del discurso y nos embarcamos en una pelea de insultos y de agravios.
Falta un mes para el plebiscito, ¿cómo se le puede dar altura a este debate?
Que la gente realmente se tome la molestia de leer los acuerdos y de formar su criterio. A mí hay gente que me dice, y yo lo respeto, que no le parece grave que “Timochenko” vaya al Congreso. No lo comparto, pero ahí hay una postura.
Usted interpuso una tutela para tratar de frenar el plebiscito, dice que la pregunta viola derechos fundamentales, ¿cuál es el argumento?
Mire cómo empieza la pregunta: “Apoya”. Esto no es de apoyar o no apoyar, no es un partido de fútbol. El verbo debería ser “aprueba”. Lo segundo es que la pregunta es tendenciosa porque me está llevando a votar “SÍ”. Como está formulada, quiere decir que, si yo voto “NO”, no apoyo la construcción de una paz estable y duradera.
Pero la pregunta se refiere concretamente al acuerdo, con su nombre propio.
Claro, pero es que el acuerdo en su título evidentemente tiene una tendencia. La Corte Constitucional dijo que no se puede preguntar por un derecho fundamental, no me pueden preguntar por la paz porque no puedo renunciar a ella y porque además induce la respuesta. Por eso, lo que yo tutelo es que la pregunta está violando mi libre elección democrática.
A estas alturas hay posturas muy consolidadas con el “SÍ” o con el “NO”, ¿será que esa pregunta sí puede inducir a alguien a votar de una u otra forma?
Si hay una sola persona a la que esa pregunta la induce, ya es inconstitucional. En días electorales la mayor cantidad de votos se consiguen el día de la elección, afuera del puesto de votación. Es impresionante, pero la gente va a votar y no sabe por quién va a votar.
Hoy se habla de que las ciudades van a tomar una decisión que afecta, sobre todo, a la gente del campo, ¿usted qué opina?
Yo creo que el hecho de que “Timochenko” llegue al Congreso revictimizaría a sus víctimas. Me pongo en esa posición de las víctimas y digo: ‘Este señor mató a mi papá, no va a pagar cárcel y ahora va al Congreso a hablar de derechos cuando me quitó el derecho a mi papá”. Yo realmente sí creo que este es un tema de todos los colombianos y ojalá participara todo el mundo.
En Colombia tenemos muy poca experiencia con este tipo de mecanismos de participación, eso también toca a las campañas, ¿cómo va a promover el “NO” el CD?
Lo que estamos haciendo es campaña pedagógica. Nosotros recursos no tenemos. Acudiremos a los espacios institucionales que nos darán, pero lo que estamos haciendo es ir a las universidades, hablar con los empresarios, mostrar nuestra visión de los acuerdos.
¿Se ve compartiendo Congreso con “Santrich”, con “Márquez” o con “Timochenko”?
Yo creo que eso es una realidad. Vamos para allá. La política hay que hacerla sin odios personales, pero sí me causaría mucha dificultad interlocutar con una persona de estas.
Mucha gente todavía tiene en mente la imagen de Salvatore Mancuso en el Congreso.
Me habría parecido terrible, aunque él fue como invitado. Pero dentro de las discusiones preguntan por qué le aterra tanto al CD que las Farc vayan al Congreso si en un momento el 30% de las curules fue de los paramilitares. Pero ellos llegaron ahí disfrazados por la legitimidad de la votación. Después se demostró que fue por medio de la coacción y de acuerdos ilegales. Esas personas hoy están en la cárcel, entonces no se puede equiparar eso con que a estos señores, después de causar el daño que causaron, se les dé impunidad y además vayan al Congreso.