La delegación de paz de esa guerrilla aseguró que le era imposible asistir a la conmemoración de la masacre e invitó a las víctimas a una reunión en Cuba.
El sábado pasado se conmemoraron más de dos décadas de la masacre de La Chinita, ocurrida el 23 de enero de 1994. Ese día, las Farc asesinaron a 35 habitantes de ese barrio de Apartadó, en el Urabá antioqueño, a quienes señalaban de haber militado en el EPL y de haber ‘traicionado la lucha revolucionaria’ por cuenta de la desmovilización de esa guerrilla.
Teniendo esa fecha en mente, y recordando que las víctimas “solo habían empuñado una gurbia o un cuaderno”, los familiares de los 35 le enviaron una carta a los negociadores de las Farc en La Habana a finales de diciembre de 2015. En ella solicitaron la presencia de delegados de esa organización en el acto de conmemoración de la masacre para “sentir su deseo de no repetición y (que ellos) sientan en sus corazones nuestro perdón”.
Se trataba de realizar un acto similar al que tuvo lugar en Bojayá (Chocó) en diciembre pasado, con el fin de ir cerrando una de las muchas heridas que dejó el frente V de las Farc en Urabá. Según las víctimas,”el mejor homenaje a esas 35 personas es aportar nuestro perdón en el proceso de paz; sin embargo, este de nada sirve para construir la Colombia soñada, si no existe un verdadero y sentido acto de contrición por parte de los victimarios”.
No obstante, la guerrilla no llegó.
A cambio, el pasado 22 de enero la delegación de las Farc en La Habana le dirigió una misiva de tres páginas a los familiares de las víctimas. En el documento, conocido por ¡PACIFISTA!, los negociadores escribieron que “agradecemos muy sinceramente su evidente voluntad de paz y reconciliación, así como su disposición a ofrecer perdón a pesar del inmenso dolor y las graves pérdidas que padecieron a consecuencia de los hechos ocurridos el 23 de enero de 1994. Por ello, consideramos de gran valor el ofrecimiento que nos hacen, desde el corazón, en su carta”.
Sin embargo, aseguraron que les era imposible trasladarse al país para llevar a cabo el encuentro, por lo que les propusieron a las víctimas escoger una grupo que pudiera viajar a Cuba en representación de la comunidad. Según las Farc, “la delegación de paz se encargaría de gestionar con el Gobierno los permisos y autorizaciones necesarias para que su desplazamiento a La Habana no les supusiera responsabilidad alguna”, mientras que la embajada de Noruega en Colombia contribuiría a concretar la logística del viaje.
Y aunque en la carta no reconocieron su responsabilidad ni pidieron perdón por la masacre, las Farc dijeron que “durante toda la historia de lucha guerrillera hemos afrontado en distintas ocasiones nuestras responsabilidades derivadas de distintas actuaciones (…) procediendo a efectuar voluntariamente distintos reconocimientos de responsabilidades, ofrecimientos de reparaciones, y manifestaciones de contrición”.
El 22 de enero también se dirigieron a las víctimas de La Chinita los excombatientes de las Farc Elda Neyis Mosquera, alias “Karina”, y Danis Daniel Sierra Martínez, alias “Samir”. Ambos han sido procesados en Justicia y Paz, están recluidos en la brigada XVII de Carepa y son considerados “traidores” al interior de las Farc.
En entrevista con ¡PACIFISTA!, “Karina”aseguró que la masacre fue cometida por una ‘rueda suelta’ de esa guerrilla y que, aunque ella no estuvo involucrada, invitaba a las víctimas a que “tomemos el camino de la reconciliación y emprendamos la construcción de un futuro mejor para nuestros hijos y nuestros nietos”. Pese a ello, algunos de los antiguos pobladores de La Chinita insisten en que ella fue quien comandó la matanza.
“Samir”, por su parte, dijo que tampoco había participado en esos hechos, pero que “a esas familias, especialmente, (les enviamos) una voz de condolencia y les recordamos que estamos dispuestos las veces que quieran a interactuar con ellos para ayudar a construir esa verdad”.
La Chinita es uno de los seis sujetos de reparación colectiva que ha identificado la Unidad de Víctimas en la región de Urabá, donde en la década de los 90 confluyeron las Farc, el EPL, y los bloques Bananero y Élmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia.