La revolución pacífica de Petro | ¡PACIFISTA!
La revolución pacífica de Petro
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La revolución pacífica de Petro

Staff ¡Pacifista! - septiembre 28, 2022

Por Ana Teresa Bernal.*

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#Opinión

 

Los años 60 fueron años de convulsión y de cambios en el mundo, en Colombia fue la época del Frente Nacional un pacto de exclusión y privilegios, las élites abrieron el camino para que surgieran las insurgencias de las FARC y del ELN, los jóvenes abrazaron las ideas de los barbudos revolucionarios de países como Cuba, o los aires antiimperialistas de Ho Chi Min en Vietnam, varios curas como Camilo Torres se fueron a la guerrilla invocando la opción preferencial por los pobres con el argumento de que cada día crecía más la injusticia social.

Las décadas que siguieron a esos años produjeron más grupos insurgentes entre ellos el M19 que le puso una connotación nacionalista y menos catastrófica a la idea de la revolución, invocando la gesta libertadora de Simón Bolívar y los símbolos patrios como su espada, o la invención del Diálogo Nacional identificado como el gran sancocho nacional, condición necesaria para superar la tragedia de la guerra.

Las cosas se complicaron, se agudizaron y degradaron con la inserción del narcotráfico que inyectó toneladas de gasolina a la guerra, y el heroísmo de la revolución armada, así como el Estado se contaminaron dramáticamente con ese mortal ingrediente.

El proceso de paz con el M19 en 1990 impulsó la Asamblea Constituyente de 1991, que tuvo una serie de afortunadas confluencias que desataron un cambio constitucional para avanzar en el reconocimiento de los derechos ciudadanos, entre ellos la inclusión de las diferentes poblaciones étnicas que hacen parte del país. Fue una corta primavera democrática.

Las organizaciones insurgentes más numerosas y antiguas como las FARC y el ELN no fueron parte de ese proceso quedando por fuera y no tardó el país en caer en otra acción de guerra en el gobierno de Cesar Gaviria: la guerra integral.

Para entonces, quienes firmaron acuerdos de paz como el M19, un amplio sector del EPL, el movimiento Quintin Lame y, posteriormente, la CRS proveniente de un sector del ELN, comenzaban a asimilarse en la vida civil; algunos pocos en la política, otros en los negocios, otros en el desempleo y así, sin lograr afianzar un proyecto político de envergadura que pudiera alcanzar por medio de los escenarios democráticos los profundos cambios que el país necesitaba y la puesta en práctica de la nueva Constitución Política de 1991.

Fueron ciudadanos quienes, principalmente en la década del 90 y acompañados de algunos miembros de insurgencias desmovilizadas, promovimos movimientos y redes en favor de la paz y de salidas políticas a las guerras que se mantenían y crecían dejando un mar de muertos, desplazados y lastimados por la guerra.

El Estado no paró sus acciones derivadas de su concepción del enemigo interno, importada desde hacía mucho tiempo de las tensas estrategias de la guerra fría en el mundo, en la que toda acción rebelde era ubicada en el campo del comunismo.

Gustavo Petro, como miembro de la dirección nacional, había firmado la paz con el M19, había sido un fiel militante de esa organización y había cumplido la palabra de no volver a tomar el camino de las armas pese a que a su líder más importante, Carlos Pizarro, lo habían asesinado después de la firma del acuerdo. Recuerdo el día de su entierro como un día de movilización en medio de un diluvio de agua y lágrimas que caían sin parar del cielo y de los rostros confundidos de quienes le habían apostado con tanta esperanza a la paz.

A pesar del duro revés, los del M19 no se devolvieron a la guerra, estaban convencidos de que no sería con las armas que se conseguiría un cambio para Colombia.

El M19 se disolvió como organización político militar, dio paso a diversas expresiones políticas y muchos de sus militantes se dedicaron a diversas actividades económicas, sociales o académicas. Algunos lograron intervenir en escenarios legislativos o de gobernabilidad, como Antonio Navarro que logró ser senador, gobernador y alcalde, o Vera Grabe, congresista de la República. Realizaron tareas importantes en procesos puntuales, pero sin ninguna posibilidad de conseguir las mayorías que lograran transformar a la sociedad colombiana para que esa Constitución de 1.991 pudiera desarrollarse en la democratización que el país siempre ha necesitado para acabar con la violencia histórica y estructural que nos acompaña.

Por el contrario, todo se fue “embolatando” en beneficio de minorías cada vez más corruptas y excluyentes, muy poco de lo consignado en esa Constitución sirvió para un mejor vivir de los colombianos. Las mafias se tomaron casi todos los escenarios de poder y de riqueza, los privilegios fueron más evidentes y la violencia, el hambre y el abandono dejaron decenas de millones de víctimas que sólo podrán salir de esa condición si el país logra una verdadera paz y democracia real.

Pero, ¿qué fue lo que hizo Petro, en medio de tanta adversidad, para llegar a gobernar desde el pasado 7 de agosto esta Colombia herida? No dejó de concebir nunca un proyecto político de cambio profundo y real para el país, por eso le apostó siempre, sin importar el esfuerzo y tiempo necesario, a ensayo y a error, a ganancia y perdida, con la convicción de que sólo preparándose y siendo coherente en sus planteamientos, constante y perseverante, lograría algún día alcanzar el objetivo de ser gobierno, viejo anhelo del M19 —y de algunos de sus máximos líderes como Álvaro Fayad— que la organización buscaba desde su IX Conferencia, llamada “Congreso de la democracia”, llevada a cabo en Los Robles, Cauca, en febrero de 1985.

Petro nunca claudicó, nunca se acomodó ni se arrodilló ante el poder, por el contrario, con valor, con mucho valor, fue capaz de desenmascarar los nexos de muchos políticos con el paramilitarismo, y de políticos y paramilitares con las mafias del narcotráfico, personajes que se fueron sumando hasta controlar casi todo el poder.

No fue el único, pero sí el más coherente en exponer que esas denuncias no podían ser una pieza suelta sino parte de una estrategia para hablarle al país, no se quedó en denunciar, sino que a la denuncia le agregó la propuesta política y programática de cambio que el país necesitaba. No lo hizo solo, siempre ha hecho parte de un conglomerado político, pero no se ha quedado en las siglas de un partido, ha hecho que los partidos sean funcionales al cambio y no el cambio a los partidos.

Aunque los adversarios hayan querido distorsionar con mentiras su capacidad de gobernante, Petro fue un buen alcalde de Bogotá. Disminuyó significativamente la pobreza, sostuvo un buen promedio de los indicadores macroeconómicos, redujo el desempleo (dejó una tasa histórica de desempleo en 8.7%), fortaleció las empresas públicas de Bogotá, amplió la cobertura de la inversión social en salud y educación y, sobre todo, su gestión fue tan importante que, en las últimas contiendas electorales, los votos por Petro y los movimientos que él representa son los que demuestran la valoración por su gestión.

En campaña, Petro no se quedó encerrado, cientos de encuentros en plaza pública lo conectaron directamente con la gente, recorrió el país, sabe sus necesidades y sabe que como gobernante debe responder a ello.

Con perseverancia, coherencia y mucha lucha, Gustavo Petro es hoy Presidente de Colombia, se ha tomado su tiempo para armar un gran equipo que lo acompañará en las decisiones que debe tomar para que Colombia crezca y sea de verdad una potencia mundial de la vida y se enrumbe por el camino definitivo de La Paz y el desarrollo.

En pocos días Petro comienza a demostrar que es posible que un policía patrullero pueda aspirar a ser general, que la juvetund puede profesionalizarse porque la educación es un derecho, que el campesinado puede realizar sus sueños porque tiene derecho a la tierra y al crédito, que la industria puede hacer crecer a Colombia, que las mujeres y la comunidades negras e indígenas podemos gobernar. Que es posible que nadie muera de hambre o de sed, que el centro de la seguridad sea el ser humano, y que la paz sea una gran tarea que también debe hacerse con la naturaleza.

Sin un arma y sin violencia, Gustavo Petro nos ha demostrado que con lo que él llama “política del amor” sí es posible hacer una revolución pacífica.

 

*Ana Teresa Bernal es concejal de Bogotá por Colombia Humana y la UP, fue fundadora de Redepaz y trabajó con Gustavo Petro cuando este fue alcalde de la capital.

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