'La paz tiene que incluir a las personas que están en el exilio' | ¡PACIFISTA!
‘La paz tiene que incluir a las personas que están en el exilio’
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‘La paz tiene que incluir a las personas que están en el exilio’

Colaborador ¡Pacifista! - diciembre 20, 2017

Diez crónicas a lo largo del mundo nos hablan de la importancia que hay detrás del fenómeno migratorio en Europa, Asia y América.

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Margarita Solano Abadía, escritora y periodista de la ciudad de Cali Foto: Cortesía

Por: Jorge Andrés Osorio Guillott

Margarita Solano Abadía, escritora y periodista caleña, residente por varios años en Ciudad de México, lanzó a finales del mes pasado su segundo libro: Sin maletas: historias de refugiados desde el exilio. En este texto, de editorial Icono, que puede encontrarse en las sedes de la Librería Nacional y de Tornamesa, se realiza una recopilación de diez crónicas periodísticas sobre casos de diversos refugiados de distintas nacionalidades y de distintas ubicaciones a nivel mundial.

El libro ahonda en las historias de líderes sociales, mujeres  y niños que se vieron obligados a buscar refugio lejos de su tierra natal. Son personas que tuvieron que abandonar sus sueños en contra de su voluntad. En muchas ocasiones llegaron a países muy lejanos, con identidades anónimas y sin mayores soportes para cimentar  una nueva vida.

Entre las historias que nos presenta Solano se destaca la de Wali, un joven afgano que huyó de su país tras marchar a favor  de los derechos de las mujeres en Jalalabad. También encontramos personajes que han sabido rehacer su vida, lidiando al mismo tiempo con los fantasmas del pasado. Este es el caso de  Markos, ex militante del M-19 y Essa, un bibliotecario de origen sirio. Ellos  reconstruyen su historia y tejen un nuevo tiempo en México, país que les dio la oportunidad de huir de la muerte.

¡Pacifista! habló con Margarita Solano para que nos contara acerca de la experiencia del libro y de su perspectiva sobre la crisis de refugiados a nivel mundial:

 

¿Cómo fue que llegó a tratar el tema de los refugiados y cómo fue el proceso de acercarse a cada uno de los casos retratados en el libro?

Este es un tema en el que llevo trabajando casi tres años. En un comienzo fue por Canal Capital. Ellos me contactaron para hacer una serie que se llamó “Relatos del exilio”, donde contaban historias de varios colombianos refugiados en países de Europa y del mundo en general. A mí me tocó hacer una historia sobre un ex guerrillero del M-19, exiliado en Ciudad de México. También relaté el caso de una campesina que fue víctima de  los paramilitares  en los años noventa. Ellos le asesinaron a todos los varones de su familia y  ahora está en Ciudad de México haciendo trabajo social con jóvenes.

Después de escuchar esas problemáticas me di cuenta de  que el tema del exilio era algo que todavía no comprendíamos. Luego nos vimos que el tema de los refugiados era más cercano a América Latina de lo que nos hubiéramos imaginado. Coordiné un equipo con otros nueve periodistas de Iberoamérica para que pudiéramos darle la voz a exiliados de todo el mundo. Para ello tuvimos que delimitar qué tipo de refugiados queríamos. Escogimos refugiados cuyas causas de exilio no se repitieran.


¿Qué libros o documentos debió revisar para empaparse del tema y la actualidad de los refugiados en el mundo?

Para nosotros fue fundamental la ONU y, en especial la Acnur, que es la oficina que atiende el tema de los refugiados en la ONU. Ellos tienen muchísimas investigaciones y todos los años actualizan los datos y las cifras sobre refugiados por países. Si revisan la página de Internet se darán cuenta de que hay una gran cantidad de información. Todos esos documentos los hemos leído para hacer nuestro mapeo y decir cuáles son las historias a las que vamos a darle prioridad y cuáles vamos a difundir.

 Sabemos que de 65 millones de refugiados la mitad son niños y  la mitad niños no acompañados

¿Qué fue lo que más le conmovió y lo que más le indignó al conocer las condiciones de vida de los refugiados?

Lo que más me indignó fue la problemática en sí. Estamos hablando de que hay en exilio: hasta el 2017, 65 millones de personas han tenido que huir de manera forzada y desesperada de sus propios países. Esto nos dice que hoy en día seguimos escogiendo mal a los gobernantes; todavía hay dictaduras, intolerancia por el otro, irrespeto por los derechos humanos; la igualdad de género sigue siendo un sueño guajiro. Me indigna muchísimo la indiferencia del latinoamericano, del asiático, de todo el mundo. Lo que prolifera son las construcciones de muros, las diferencias, los campamentos para refugiados lejanos de sus territorios para que los demás los vean como leprosos o gente que no vale nada. Me indigna que, incluso, a la ONU esta problemática se le salga de las manos.

Me conmueve que estas personas, que al final son sobrevivientes, que han tenido que escapar de las guerras de sus países y que han sido perseguidas y han tenido que dejarlo todo lleguen a sus países receptores a empezar de cero, con una mano adelante y la otra atrás. Y aún así, hacen trabajo comunitario, dan lo poco que saben y tienen a esos países que les han abierto las puertas. Me conmueve que son personas que no se quedan en el dolor y en el sufrimiento del destierro.

¿Cómo se trata la problemática de refugiados y exilios actualmente en organizaciones como la ONU? ¿Sabe algo al respecto?

Acnur es la que acredita a las personas como refugiadas. Ellos tienen un registro y les piden cierta documentación e información que avale que ellos han tenido que huir y tienen un temor fundado que no les permite regresar a sus países por el riesgo de morir. Una vez la Acnur  corrobora que la información sea cierta, inicia una tramitología que a veces tarda seis meses o, a veces, hasta año y medio para asignar el estatus de refugiados. Con ese documento que les da el estatus de refugiados pueden trabajar y ser ‘legales’ en un país distinto al suyo.

El programa de Acnur tiene distintos apoyos. En países como México existen convenios con casas o colonias estratégicas para que el refugiado viva entre seis meses o un año de manera gratuita o con un cobro muy bajo.  Tienen bolsas de empleo, que es con salarios mínimos y de acuerdo a los perfiles de los refugiados. En otros países no es a través de la Acnur sino de políticas públicas que son muy estrictas para los refugiados o hay otras estrategias  que son innovadoras. A manera de ejemplo está el caso de Alemania, donde la persona que consigue el estatus de refugiado recibe un celular con aplicaciones para que pueda aprender alemán y pueda comunicarse. En Grecia se tardan mucho para entregar el estatus de refugiado; han hecho campamentos espantosos donde las personas se  quedan afuera,  viviendo a la intemperie.

Uno esperaría interés de las instituciones encargadas de salvaguardar la vida del refugiado, de la migración forzada y te encuentras con puertas cerradas

Durante la charla nos comentó que tuvo algunos inconvenientes con las editoriales para la publicación del libro. ¿Qué conclusión le deja saber que hay problemáticas de gran índole a nivel mundial que no son habladas porque no son comerciales para las editoriales y  por ende que no son de interés para los lectores?

Es muy difícil porque el mundo intelectual es una competencia feroz. El tema de la violencia y la seguridad vende muchísimo en América Latina, pero el tema de los refugiados lo ven como algo flotante, como una problemática lejana, con indiferencia. Es muy duro cuando te has tomado alrededor de tres años investigando lo que está ocurriendo en Afganistán, en Eritrea, en el Congo, en Colombia, en Guatemala y ver que te encuentras con editoriales que te dicen que el tema no vende, que a quién le vamos a vender el tema de los refugiados. Llegó un momento en que me cansé de enviar correos a la misma ONU y a Acnur diciéndoles que esa era la causa que ellos estaban apadrinando, que no tenían que escribir nada. Uno esperaría interés de las instituciones encargadas de salvaguardar la vida del refugiado, de la migración forzada y te encuentras con puertas cerradas. Fue un viacrusis tremendo.

¿Qué aprendió de nuestra condición humana? ¿Qué le desgarra y qué le genera esperanza de todo lo que vivió y conoció?

Yo creo que todos somos totalmente resilientes. Tenemos gobernantes tiranos, siguen asesinando periodistas en Colombia, México, Afganistán y Siria y hay periodistas que se la juegan todo por seguir informando. Tenemos refugiados que se juegan la vida para sobrevivir. Aunque estamos ante una tragedia dantesca, yo creo que ni siquiera el infierno narrado por Dante Aliguieri puede ser tan desgarrador como la realidad de esta escena de la migración forzada, donde vemos familias enteras morirse o ahogarse en el Mediterráneo, en donde sabemos que de 65 millones de refugiados la mitad son niños y  la mitad niños no acompañados. En medio de todo ese drama, lo que estamos viendo es al ser humano tratando de sobrevivir y de apostarle a la vida, tendiendo puentes.

En medio del proceso de paz que tanto nos divide estamos colocando sobre la mesa temas que, por muchos años, no se llegaron a hablar ni a tratar en los medios de comunicación

¿Qué futuro ve en territorios como Colombia o Medio Oriente donde existe cierta resistencia en contra de la paz?

Yo sí quisiera ser muy realista. Yo veo, de manera optimista, algunos países que empiezan a hablar de paz como en el caso de Colombia. En México, que no es un país declarado en guerra pero que están muriendo una cantidad de personas como si lo estuvieran, ni siquiera se ha empezado a hablar de paz, ni de reconciliación ni de perdón. En eso sí creo que Colombia tiene la ventaja.  En medio del proceso de paz que tanto nos divide estamos colocando sobre la mesa temas que, por muchos años, no se llegaron a hablar ni a tratar en los medios de comunicación. Qué pasa después de la muerte, de la violencia. Qué pasa con las familias que sobrevivieron.

En Medio Oriente y en otros países de Europa la crisis se agudiza porque todavía hay gobiernos opresores o dictaduras que no permiten ser al otro, que no le permiten expresarse libremente. También hay conflictos religiosos que parece que no van a terminar nunca, que llevan más de 50 años gestándose.

¿Qué piensa escribir ahora? ¿Cree que va a seguir acercándose a este tipo de temáticas sobre fenómenos políticos y sociales?

Estoy investigando y tratando de poner en México el tema del periodismo de paz. Se me hace que es absolutamente necesario para la democracia y para sensibilizar y tocar corazones. Llevo muchísimos años escribiendo sobre violencia y creo que una deuda conmigo misma, con Colombia y con México es empezar a contar historias de paz, de reconciliación y perdón. Son historias que en las escuelas de periodismo no las vimos por mucho tiempo por estar enfocados a narrar el conflicto y no en contar la resolución de esos conflictos. Ahora en México estoy en una organización que se llama la OEM (Organización Editorial Mexicana) y uno de sus diarios es El Sol de México. Llevo ya cuatro meses en un proyecto que se llama periodismo de paz y cada quince días público una crónica periodística contando cómo los jóvenes recuperan espacios públicos, cómo la gente después de perder a su hijo por la guerra o no encontrarlo por estar desaparecido se organiza de manera activa y ayuda a otros para que eso no vuelva a ocurrir.