“La memoria se ha vuelto un campo de confrontación”: nuevo comisionado de la verdad | ¡PACIFISTA!
“La memoria se ha vuelto un campo de confrontación”: nuevo comisionado de la verdad Ilustración: Sebastián Leal
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“La memoria se ha vuelto un campo de confrontación”: nuevo comisionado de la verdad

José Puentes - abril 23, 2020

Alejandro Castillejo fue nombrado recientemente como nuevo comisionado de la verdad en reemplazo del sociólogo Alfredo Molano, quien murió el año pasado. Hablamos con él sobre la construcción de memoria histórica en Colombia y del esclarecimiento de la verdad.

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El pasado 8 de abril, cuando el país completaba su segunda semana de cuarentena obligatoria por la emergencia del Covid-19, la Comisión de la Verdad anunció el nombramiento de Alejandro Castillejo como nuevo comisionado en reemplazo del sociólogo Alfredo Molano Bravo, quien murió en octubre del año pasado.

La hoja de vida de Castillejo deja ver que se ha dedicado a la construcción de paz y memoria. Es antropólogo y ha trabajado con víctimas del conflicto en Colombia, Perú y Suráfrica. Antes de aceptar el cargo en la Comisión se dedicaba a la docencia en la Universidad de la Andes y dirigía el programa de Estudios Críticos de las Transiciones Políticas de la misma universidad. Pacifista! habló con él sobre el trabajo que se le viene en la Comisión, donde espera contribuir con su experiencia en la consolidación del informe final y a resolver preguntas sobre el futuro de esa entidad cuando termine su mandato.

En esta entrevista también charlamos sobre la disputa por la memoria en el país, la necesidad de seguir escuchando a la víctimas en vez de ignorar sus relatos, la politización de la verdad, el legado de Alfredo Molano y los retos que tiene la implementación del Acuerdo final de paz.

 

– Usted llega a la Comisión de la Verdad en un momento donde todas las instituciones de la paz trabajan a media marcha debido a la cuarentena. Además, a la Comisión le queda un poco más de año y medio de mandato. ¿Su trabajo apuntará a consolidar el informe final?

Llegó a hacer todo lo que se pueda hacer. La Comisión ha tenido en el tiempo que lleva operando una cantidad de debates metodológicos, incluso políticos –cómo trabajar, qué información recolectar-. Yo creo que está llegando a esa parte del proceso donde hay que hacer una especie de síntesis, si se quiere llamar reflexión, sobre lo que se ha hecho. Incluso pensar qué quiere decir un informe final, porque eso parece algo muy sencillo, pero tiene diferentes versiones y formas. También debemos reflexionar sobre qué hacer en el contexto actual, porque la Comisión es una institución que funciona en movimiento. Con el virus hay unas implicaciones, a mi modo de ver, que son serias.

Tomo lo que ya existe, lo que se viene haciendo. Mi interés sigue siendo el trabajo regional, el trabajo territorial. Pero quiero ayudar a dilucionar qué es un informe y también otros temas que paren estar fuera de la Comisión. Por ejemplo: ¿qué podría pasar en el futuro con la Comisión? ¿Para qué puede servir el informe? ¿Cuál es su vínculo –Comisión e informe- con la convivencia? ¿Cuál es la relación con los momentos actuales del país? Son una cantidad de preguntas en las cuales aspiro contribuir.

 

– ¿Cómo cree que aportará a la Comisión su experiencia en construcción de paz y memoria histórica?

La memoria ha sido algo constitutivo de mi trabajo. He tenido muy metida en la cabeza la relación entre la violencia y el relato. Entonces, como cualquier otra comisión, finalmente implica un ejercicio de reflexión introspectiva. Hay miles de cosas interesantes en cómo presentar la información, cuál es el papel del testimonio en todo esto. Cosas que se han discutido internamente en la Comisión a las que aspiro complementar.

 

– ¿Qué opinión merece todo lo que viene pasando con la construcción de memoria histórica en el país? Se lo pregunto por Darío Acevedo y las decisiones que ha tomado en el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Lo digo como académico: en Colombia llevamos hablando de memoria, en términos institucionales, por lo menos desde el 2005, con el proceso de Justicia y Paz. Antes solo teníamos las memorias de las organizaciones y de las personas que cargan con sus dolores internos. Pero los que venimos décadas trabajando en memoria hemos recabado voces y testimonios. A eso se le suman 40 años de investigación social desde muchas vertientes teóricas.

Con esto quiero decir que no estoy de acuerdo con lo que el colega del CNMH en algún momento dijo sobre la ideologización de ciertas perspectivas sobre la historia. Existen muchas perspectivas sobre eso. Lo que logro leer del contexto actual es que si bien nos hemos echado el cuento de que la memoria es un campo de confrontación, ahora sí creo que estamos en un campo de confrontación. Lo que me parece preocupante es la noción de hay sobre la verdad, que siento es lo que ha pasado con el CNMH. Busca deslegitimar ciertas aproximaciones al pasado y ha entrado a reemplazarlas en un acto casi vertical.

Personalmente creo que ahora es un campo de confrontaciones y creo que hay muchos temas y muchas perspectivas sobre la historia. En el país no se ha saldado ese relato básico sobre la guerra. Lo que ha sucedido es esto: pareciera a veces que unas aproximaciones vinieran a reemplazar otras y se adjudican el derecho de que son más veraces. Lo que veo es una confrontación que para nada le ha servido al país y lo que hace es polarizar las cosas mucho más. Y me atrevería decir que en América Latina, e insisto, lo digo como académico, hay una ola muy fuerte de revisionismo. Y bueno, esas son cosas que yo creo que hay que reflexionar en el futuro.

 

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– Con lo que ha pasado en el CNMH, parece que se quiere politizar la verdad y la memoria. ¿Qué se puede hacer para evitarlo?

Yo creería que, en términos de memoria histórica, si unos mira con detalle yo creo que en todas partes uno podría encontrar suficiente elementos para mostrar que la experiencia de la guerra ha sido una experiencia de dolores diversos, distintos y complejos desde arista políticas incluso muy distintas. Pero el problema quizá viene cuando se politiza. Y parte del asunto es que la memoria en Colombia, me parece, ha sido muy estadocentrista. Finalmente han sido instituciones estatales que han ayudado a construir la memoria histórica.

Al ser estatalizada la memoria, por supuesto se está dependiendo de los campos de poderes estatales para administrar todo este asunto. Ahí el asunto, me parece, es que posiblemente varias memorias queden impuestas. Pasa que, ha diferencia de otros contextos, hay una gran cantidad de elementos facticos que todavía falta aclarar. Hay momentos de espacios grises y eso es lo que permite la politización del pasado.

 

– ¿Por qué es importante seguir escuchando a las víctimas? Con el manejo que este Gobierno le da a la construcción de paz y memoria, eso parece lo menos relevante.

Hay varias cosas. Una de ellas es que hay una relación entre la identidad del sujeto y su historia. Si uno le pregunta a alguien quién es usted detrás de eso está la identidad y la historia. Cuando a eso le sumamos el dolor colectivo o personal se crea un tejido muy complejo entre dolor, pertenencia, territorio, identidad… Incluso, hay una relación muy íntima entre todas estas cosas y la noción del futuro o la imposibilidad del futuro. Yo creo que la capacidad de poder uno expresar su propio pasado o contar su memoria en últimas es un ejercicio de reconocimiento del sujeto mismo.

En Colombia, la gente siempre ha hablado, siempre ha recordado. Lo que sí cuestiono de la sociedad colombiana es su capacidad de escucha. Cuando dices que no se ha vuelto relevante, la pregunta que se me viene es: ¿qué ha pasado con la sociedad colombiana que hemos perdido, si es que alguna vez la tuvimos, la capacidad de escucha? Creo yo que hacia allá también debe haber una reflexión. No solo lo que la gente tenga que decir, sino también la capacidad que hay para escuchar. Y en eso, en la capacidad de escuchar, tenemos un fracaso moral monumental. Me parece que habla de la sociedad que somos.

 

– El día en que se conoció su nombramiento, usted dijo: “El reto de la Comisión de la Verdad habita una doble situación. Por un lado, tiene un gesto retrospectivo (…) Por el lado, tiene un gesto prospectivo”. ¿Qué quiso decir con eso?

El Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición funciona en un momento muy peculiar porque el Acuerdo de paz lo que finalmente hace es mostrarnos que de nuestras prácticas y las formas de ver el mundo nace la guerra. En principio, ese sistema, no solo en Colombia sino en otras partes, opera en momentos de cambios drásticos para sus habitantes. Son momentos de cambio. Un tiempo en donde conceptos y muchas prácticas de la guerra quedan en tela de juicio. Por ejemplo, las dicotomías propias de la guerra.

 

– Le pongo un ejemplo de esas prácticas de guerra que están quedando en tela de juicio: el asesinato sistemático de líderes sociales. Hay un rechazo general.

Exacto. En un principio, instituciones como la Comisión entran en un momento de cambio, y cuando entran a formar un momento de cambio son instituciones que le permiten a la sociedad moverse de un pasado, que es violento, a un futuro que es una prospección, incluso hasta utópico. Entonces, todos los estamentos y todas las instituciones lo que hacen es mover de atrás hacia adelante, de las sociedades del pasado violento hacia un futuro de porvenir. La Comisión, e incluso todo el andamiaje que hay para la paz, lo que está haciendo es obligarnos a hacer una reflexión sobre qué es lo que continúa y hacia dónde nos movemos.

Las instituciones de la memoria, en estos momentos de discursos de transiciones globales y demás, hacen una reflexión sobre cómo vemos hacia atrás –la Comisión es una institución de retrospectiva-, pero al mismo tiempo nos obliga a pensar hacia dónde se mueve todo esto. Y en ese orden de ideas, la Comisión cumple también la función de mirar hacia adelante. Y ese pensar hacia delante es pensar los recursos cotidianos que se necesitan para la creación del provenir y la creación del futuro. A eso me refería.

 

– Usted llega a reemplazar a Alfredo Molano. ¿Se concentrará en la Orinoquía y la Amazonia, las dos regiones en las que él trabajaba?

Bueno, en principio creería que sí. Me llama la atención el tema Amazónico, no soy muy conocedor, un ‘Amazonólogo’. He trabajado en el Meta y he recorrido parte de Arauca con organizaciones sociales. Hay cosas que tendrán continuidad. La idea es seguir sumándole. He sido multiterritorio en mi trabajo y tengo el interés de seguir. Y será continuando lo que él comenzó, de cara de aprender. Lo importante es seguir colaborando.

 

– ¿Cuáles son los temas en memoria y esclarecimiento de la verdad a los que toca prestarle atención de aquí en adelante?

El discurso transicional se encarga de cosas que ya pasaron, porque de eso se trata. Pero además de ver el pasado, hay que tener en cuenta que continúan ciertas violencias. Entonces, no es que las violencias paren del todo. En Suráfrica, por ejemplo, el Apartheid se acabó, se deslegalizó porque estaba legalizado. Sin embargo, hubo una transformación casi radical de la segregación racial. Buena parte del racismo todavía habita en ese país y lo hace de distintas formas. Hay que estar pendientes de cómo se perpetúan o restructuran las violencias en Colombia. Hay unas que se acaban y otras que continúan. Toca ponerle atención a eso.

 

– ¿Qué retos tiene la implementación de la paz en Colombia?

Imagínate que existe una sensación de que hay una cantidad de puntos del acuerdo paralizados. Incluso los compromisos que habían con las Farc, que han quedado en el papel o muy limitados. Por ejemplo, la seguridad de los excombatientes. Y qué decir de los otros puntos. La integralidad del acuerdo está es en el papel.

 

A José lo pueden encontrar acá.