“La justicia transicional no es solo un abrazo y chao”: Mô Bleeker | ¡PACIFISTA!
“La justicia transicional no es solo un abrazo y chao”: Mô Bleeker
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“La justicia transicional no es solo un abrazo y chao”: Mô Bleeker

Sara Kapkin - septiembre 27, 2013

La presidenta del Grupo de Memoria Histórica entre 2009 y 2012 disipa dudas sobre la justicia transicional.

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Mô Bleeker. Fotos Santiago Mesa.

Mô Bleeker es antropóloga y experta en ciencias de la religión, periodismo y comunicación social. Es jefe del Equipo de Tareas sobre Tratamiento del Pasado y Prevención de Atrocidades de la Confederación Suiza y está involucrada en la creación y la promoción de “Acción Global Contra Crímenes Atroces en Masa”.

Si hay algo de lo que Bleeker sabe es de resolución de conflictos y transición hacia la paz, pues desde los años 80 ha trabajado en  procesos que intentan dar el paso de conflictos violentos, guerras o dictaduras, a la paz –o por lo menos a intentarla–. Su trabajo se ha desarrollado en Centroamérica, los Balcanes, Asia del Norte, Sur y Sudeste, Asia Central, África del Norte, Occidental, y en Colombia, donde presidió el Grupo de Memoria Histórica entre 2009 y 2012.

Volvió al país después de cuatro años y aprovechamos para hablar con ella y disipar dudas sobre los acuerdos logrados en la Habana entre el Gobierno y las Farc. Esto fue lo que nos explicó de justicia transicional, perdón, reconciliación y no repetición…

¿Cómo hacer para que en Colombia no se repitan los crímenes atroces si se mantiene vivo el conflicto con el ELN y persiste la amenaza de las ‘bacrim’?

Bueno, a la par de cumplir con el acuerdo, yo diría que hay una tarea de rehumanización de la sociedad inmensa. La guerra lo que produce es deshumanización, hace que consideremos al otro como menos que yo o como un blanco al que puedo matar, y si puedo matar a alguien es porque esa persona no es nadie para mí. Una tarea de la juventud y de las escuelas es multiplicar la educación para el manejo no violento de conflictos, y eso es una parte ausente en los acuerdos de paz. Pero esa parte educativa, de dotar de capacidad humana las sociedades, es fundamental porque durante décadas ha sido posible y hasta legítimo que la respuesta a un conflicto fuera matar.

Saber que el Gobierno y las Farc se sentaron a dialogar puede contagiar a otros para que resuelvan los conflictos por esa vía..

Exacto. Lo que yo veo con mucha esperanza es que hay muchas iniciativas en las comunidades de acercarse al otro para empezar a escuchar su historia, sobre todo a nivel territorial. Eso me parece sumamente emocionante y esperanzador. Yo veo una capacidad de resiliencia extraordinaria en esta sociedad. Dicho eso, resolver la cultura del conflicto a nivel horizontal creo que será el cimiento que permitirá al acuerdo ser apropiado (interiorizado), y definitivamente deslegitimar la violencia como camino de solución a los problemas.

¿Qué tanto contribuye la verdad para que no se repitan crímenes atroces?

Yo creo que la verdad es, sencillamente, el punto de partida. Cuando hablas con las víctimas te dicen: ‘quiero entender qué pasó’ o ‘quiero entender cómo es que la Policía o el Ejército, que tienen que defenderme, me atacaron’, o ‘cómo es que gente que pretende hablar en mi nombre mató a mi familia’.

Hay una exigencia de establecer estos hechos, no solamente ¿qué pasó? ¿cuándo? ¿contra quién? o ¿quién lo hizo?, sino de poner eso en un contexto de un sistema entero que lo legitimaba. También hay que entender que a través de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, o sea, reformas profundas, se tendría que restablecer el papel del Estado como garante de la aplicación de sus deberes. Pero eso empieza por la verdad.

Alguien debe decir la verdad. Con eso empieza la confianza y un nuevo diálogo entre sociedad y Estado. Los acuerdos de paz no son solamente entre las Farc y el Estado, son un acuerdo, una promesa entre el Estado y la sociedad.

La justicia restaurativa es el principio del proceso de paz con las Farc. ¿Cómo trabajar con las víctimas que piden un enfoque punitivo?

Hay que desarrollar una pedagogía. En una familia, por ejemplo, sabemos que castigar no es la única manera de educar a un niño, o de solucionar disputas. Si extrapolas y tomas eso, entiendes. El mensaje es que a través de una pedagogía que explique bien este universo del sistema integral de justicia transicional la gente va a entender, porque es entendible que hay una centralidad en el establecimiento de los hechos, pero que también hay un proceso que abre la puerta al reconocimiento de responsabilidades: yo como victimario reconozco lo que he hecho, o lo que mi institución ha hecho, y tomo responsabilidad.

Quizás una de las cosas que más cuesta entender es que hay otras maneras de asumir esa responsabilidad…

Hay varias manera de tomar responsabilidad. Una puede ser, para crímenes que no son amnistiables, cárcel, pero esa es solo una forma, que es, además, mucho trabajo, y vas a necesitar mucha infraestructura. Pero hay muchas otras modalidades: reparar, pedir perdón, reconocer, y sobre todo, creo yo, reformar las instituciones y reformar el Estado. Ahora bien, yo creo que hay una cosa central, muy sencilla, que se va a dar para tejer esta confianza y es la pedagogía de la toma de responsabilidad: ¿cómo asumir un hecho que uno ha cometido y que dañó una relación y hasta mató a alguien?

El otro elemento es el cumplimiento a las promesas, desde las más pequeñas que haces. Con eso empezará. Si yo digo que voy a hacer algo, lo hago. Y si para mañana ya hay promesas que no se van a cumplir, la confianza no va a regresar. Eso es un llamado a todos los actores que han firmado el acuerdo, para que lo tomen en serio. Que cumplan lo que han prometido, así las víctimas, que lo han sido por generaciones, van a ver es que sí es cierto. Por ahí pasa, creo yo, la sostenibilidad del proceso de paz, por pequeños hechos.

Mô Bleeker. Fotos Santiago Mesa.

Mucha gente cree que los enfoques de justicia transicional permiten impunidad e invitan a delinquir otra vez. ¿Cómo contradecir esas posturas?

Hay una cosa que la gente tiene que recordar siempre y es que la prisión no es encerrar a un ser humano sin más. La prisión tiene como función rehabilitar a la persona para que se pueda reinsertar y no vuelva a delinquir. Eso es un camino.

La justicia transicional, donde hubo miles de víctimas, propone un cuadro en el cual se tomará la responsabilidad, se rehabilitará y se reinsertará de manera estricta. No solo se abrazan y chao. Para que la gente entienda, yo creo que el rol de la comunicación es importante pues debe explicar bien cuáles son las medidas. No es solo venir a la comisión de la verdad.  Es algo muy muy serio. Van a contrarrestar, van a chequear si dicen toda la verdad y si no la dicen no van a poder obtener los beneficios.

Hay quienes insisten en que eso no es castigo suficiente…

Hay una minoría interesada en seguir diciendo ese tipo de cosas, pero una buena pedagogía puede servir para que la gente entienda. La justicia transicional es una especie de camino con obstáculos y con sanciones. Van a sancionar a la gente que no se somete al ejercicio de verdad. Pero hay una oportunidad dada con eso y es la posibilidad de tocar a mucha gente, muchos victimarios. En los tribunales, los procesos legales –y ustedes son un país muy legalista–, toman mucho tiempo. Entonces, ante la contradicción entre el tiempo que toma el debido proceso y la cantidad de gente que hay que procesar, yo creo que la respuesta pragmática para asegurar un máximo de no impunidad es tener un abanico de caminos posibles donde los criterios se correspondan con las normas internacionales vigentes.

Usted presidió el Grupo de Memoria Histórica en Colombia entre 2009 y 2012, ¿cómo ve el país ahora, en 2016? ¿qué ha cambiado?

Yo creo que el Grupo de Memoria Histórica dio un espacio en la esfera pública a las voces de las víctimas y eso creó un entorno que condujo a los diálogos de paz. Empezar a sentirse obligados a no poder seguir con el conflicto.

Estoy totalmente impresionada por la calidad de las iniciativas de memoria que hay en todo el país, con tanta capacidad de establecer los hechos, de reconocer y entablar diálogos incipientes, de encontrar fórmulas donde se hacen pequeños acuerdos. Es extraordinario.

Llegué hace tres días y ya encontré gente que está metida en cosas muy complejas, en experiencias de diálogo con otro que era su enemigo. Con una madurez moral y una voluntad de ‘yo no te voy a matar’, ‘yo no me voy a vengar’. Yo quiero creer que es posible, que podamos convivir juntos mañana. No tenemos que amarnos pero podemos reconocernos mutuamente y no hacernos daño.