El museo itinerante ¡Adiós a la guerra! Los colores de la paz deja claro que la niñez no es uniforme, que en cada una de las mentes habita una idea de paz y que hay una generación dispuesta a construir otro país desde la diversidad.
Delante de un paisaje de nubes, montañas y un árbol que se incendia, hay una tanqueta enorme que apunta hacia donde se encuentran dos hombres con uniforme camuflado. Los dos hombres, con fusiles y una granada, atacan en dirección contraria. En la mitad de los dos bandos aparece un niño, agita una bandera blanca y les grita “¡PAREN!”.
La escena es un dibujo de Cristian Muñoz, de 8 años, y hace parte del museo itinerante ¡Adiós a la guerra! Los colores de la paz. La exposición, organizada por el Colectivo Educación para la Paz, contiene 54 piezas, seleccionadas entre casi dos mil inscritas, hechas por niños entre 7 y 12 años de varios departamentos del país. El objetivo era que los niños, sin ayuda ni sugerencias de adultos, pintaran lo que para ellos significaba la paz y explicaran su dibujo en una pequeña narración.
La idea, al principio, fue de María Elvia Domínguez, una profesora de psicología de la Universidad Nacional que acompañó un plantón de una comunidad Emberá en el Terminal de Transportes de Bogotá. Los Emberá habían sido desplazados y los niños dibujaron su situación. Esa pequeña exposición se llamó Trazos de mi tierra. La iniciativa motivó a más miembros del Colectivo Educación para la Paz y decidieron hacerla a nivel nacional.
Según el Centro de Memoria Histórica, entre 1985 y 2012 han sido desplazados más de dos millones y medio de niños, 150 han sido desaparecidos, 70 han sido abusados sexualmente, 342 han caído en minas antipersonal y 154 han sido asesinados. Además, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar dice que ha recibido 5.730 niños desvinculados de grupos armados. No se puede negar que los niños han hecho parte de la guerra, pero nunca se les ha dado suficiente voz para hablar de eso.
Iniciativas como la de esta exposición dan la oportunidad a los niños de contar su historia y de opinar sobre lo que esperan para su país. Los dibujos, sin embargo, no son solo hechos por víctimas directas del conflicto. No son solo escenarios de guerra, como el de Cristian David, sino que muestran distintos ángulos desde los que los niños creen que se construye la paz.
Un niño, por ejemplo, dibuja a hombre golpeando a su esposa, y explica que su paz es el respeto a la mujer. Otro niño dibuja a dos pequeños rechazando a una niña negra y deja ver que su paz se construye aceptando al otro. Una niña dibuja una pelea de barras bravas y otro niño dibuja la armonía con la naturaleza. Como ellos, cientos de niños expresaron lo que para ellos está mal, lo que tiene que cambiar.
La diversidad en los dibujos refleja algo que quizás el país está olvidando: que la paz no se construye en una mesa en La Habana (Cuba) sino a partir de la reparación de los pequeños escenarios donde se agrede al otro. Y, por otro lado, en el fondo los dibujos muestran que hay una conciencia en los niños que es importante cultivar. Hay un deseo de cambio que, si se mantiene con el relevo generacional, puede alterar el futuro del país de manera más radical que un acuerdo entre las Farc y el Gobierno.
El Colectivo Educación para la Paz piensa hacer un libro con los dibujos. Su idea es hacer una especie de ¡Basta ya! a partir de la voz de los niños: un libro que muestre que ser niño no es una condición homogénea, sino que hay muchas perspectivas e historias por contar. La acogida de estas convocatorias deja la puerta abierta para que el país entienda la necesidad y la importancia de dejar hablar a los niños.