La casa de las víctimas: tres años del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación | ¡PACIFISTA!
La casa de las víctimas: tres años del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación Foto: Centro de Memoria, Paz y Renconciliación
Leer

La casa de las víctimas: tres años del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación

Juan José Toro - diciembre 7, 2015

Se ha convertido en el centro de una ciudad con memoria y en el estandarte de un país que se niega a olvidar.

Compartir

El 6 de diciembre de 2012, sobre el terreno donde quedaba el Globo B del Cementerio Central de Bogotá y después de exhumar más de tres mil cuerpos, se inauguró el Centro de Memoria Paz y Reconciliación: un lugar que se proponía recordar y construir a partir de la memoria de las víctimas del conflicto armado en Colombia.

El sueño de hacer un centro así venía desde hace rato. Se hizo realidad cuando la Secretaría de Gobierno Distrital, después de acoger una propuesta de Indepaz, logró que en el Concejo de Bogotá se incluyera la creación del Centro de Memoria en el Plan de Desarrollo 2008-2012. Luego, ya en la alcaldía de Petro, el Centro quedó dentro del programa Ciudad Memoria, una de las apuestas grandes de esa administración.

Aunque es joven, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, según sus cifras, ha vinculado presencialmente a más de 300 mil personas, entre víctimas, artistas, defensores de derechos humanos, académicos y ciudadanos del común que han asistido a muestras artísticas, obras de teatro, talleres, diplomados, conferencias y actos simbólicos. Para conmemorar el aniversario, destacamos, entre muchas experiencias, cinco actos, hechos o eventos que dan cuenta de la importancia del Centro para la construcción de memoria.

Memorial por la vida

La mayoría de lo que hay para ver en el Centro está construido en una especie de pozo, bajo tierra. Desde abajo del nivel de la calle se alza un monolito gigante que, en palabras del arquitecto que lo diseñó, simboliza “la tierra sembrada de memoria, que emerge para recordarnos a millones de personas la violencia sistemática que ha padecido Colombia en las últimas siete décadas”.

Foto: Centro de Memoria, Paz y Renconciliación

El monolito tiene cien ventanas pequeñas, alargadas, que simbolizan lágrimas, y dentro de las paredes, en unos huecos de pocos centímetros de diámetro, hay metidos tubos llenos de tierra. Son 2.012 tubos de vidrio que tienen tierra y mensajes entregados por ciudadanos, entre los que había muchas víctimas, que quisieron sumarse a esa iniciativa de memoria y recordar que la tierra ha sido uno de los elementos más importantes en la guerra.

Además de los tubos que quedaron incrustados en las paredes del Centro, el Memorial de la Vida incluyó también un registro de más de 40 mil nombres de personas asesinadas y desaparecidas durante el conflicto.

Junto a la lista, aparte del registro de los nombres, hay aportes que recuerdan algunos hechos esenciales de luchas por la democracia y la paz como la Séptima Papeleta, la Asamblea Constituyente de 1991, el Mandato por la Paz de 1997, las marchas por la vida y paz, la reivindicación de derechos territoriales por parte de campesinos, indígenas y negros, o las 270.000 cartas enviadas desde los colegios del Distrito mostrando el compromiso de los niños con el país.

Oficios de la Memoria

Una de las características del Centro es que, como sitio de memoria, no se enfoca solo en recordar de la manera en que podría hacerlo un museo, sino que se esfuerza por construir de la mano del recuerdo. En esa línea, quizás el proyecto más consolidado es el de los Oficios de la Memoria: cuatro talleres donde víctimas del conflicto se reúnen semanalmente a hablar, a escuchar y a crear a partir de su experiencia.

El Costurero de la Memoria, que empezó hace dos años, es un espacio que todos los jueves en la tarde congrega a víctimas y familiares de diferentes crímenes de guerra para que, en medio del diálogo, tejan telares con historias sobre sus pasados, lo que sienten en el presente y sus esperanzas. Dentro del grupo hay, entre otros, madres de falsos positivos, población desplazada y víctimas de violencia sexual.

Por otro lado, en Sabores y Saberes se reúnen personas de todas las regiones del país. A partir de la elaboración de un plato típico intentan construir parte de la historia de su geografía. El Teatro Foro, otro de los oficios, es un espacio donde actores se sientan en el mismo espacio con espectadores que llegan de varias localidades de la ciudad. La idea es hablar y hacer visibles las formas de opresión que hay en la sociedad y se pasan por alto, y desde esa reflexión poder construir piezas teatrales.

En Cartongrafías, el cuarto oficio, están las víctimas del desplazamiento que han llegado a Bogotá o se han movido al interior de la ciudad. Se reúnen los lunes y tienen su propio taller. Hacen agendas de cartón con ilustraciones y textos producidos por ellos mismos, donde niños y adultos cuentan lo que para ellos significó desplazarse.

Los oficios, dicen en el Centro de Memoria, “permiten generar procesos de autogestión a través de los cuales se recuperan y hacen visibles roles sociales, lugares, objetos, personajes, oficios, prácticas y saberes ancestrales”.

Vea también: Exposición “Los retos de la verdad”.

Cartografía Bogotá Ciudad Memoria

La violencia se ha tomado las calles de Bogotá y del país. También lo han hecho los actos de resistencia contra ella. En un mapa de la capital, el Centro de Memoria propuso ubicar 71 puntos donde se hubieran cometido violaciones a los derechos humanos o, por el contrario, donde la gente hubiera caminado para enviar un mensaje de paz.

Así nació la cartografía Bogotá Ciudad Memoria, que pretende poner sobre la mesa una reflexión sobre qué significa una muerte, un atentado, un acto de resistencia, una bomba, una marcha, y cómo estos hechos se relacionan con el espacio. Bogotá, dicen en el Centro de Memoria, “está llena de puntos de memoria que nos proponen el reto de recordar y transformar”.

En el mapa aparecen, por ejemplo, los lugares donde fueron asesinados Jorge Eliécer Gaitán, Guillermo Cano y Bernardo Jaramillo Ossa. También están referenciados el monumento a Policarpa Salavarrieta o la plaza dedicada a la memoria del abogado Eduardo Umaña Mendoza. Incluso hay un punto sobre el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, donde se firmó la Constitución de 1991. Además del mapa en papel, en la sede del Centro de Memoria se montó una instalación que mostraba los puntos de manera interactiva.

Foto: Centro de Memoria, Paz y Renconciliación

Somos Tierra

En los tres años que lleva abierto, por el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación han pasado decenas de exposiciones de arte. Pero una de las más representativas, de las más fuertes, de las que más duró en el sitio y más vueltas dio por la ciudad, fue Somos Tierra, liderada por Francisco Bustamante, quien le ha metido la ficha al Centro desde el comienzo (también está al frente de varios talleres de los Oficios de la Memoria).

Somos Tierra presentaba obras relacionadas con el Catatumbo y los Montes de María, pero que podrían asimilarse a cualquier región del país. Una virgen destruida después de una toma paramilitar, una balsa llena de flores rojas que parece una herida abierta, ropa y juguetes hundidos en el agua de un río, las letras de la palabra “omisión” rellenas de un mosaico de militares.

Las obras fueron creadas a partir de los relatos de víctimas del Catatumbo y los Montes de María, que ayudaron con las ideas de cómo convertir sus historias en arte. La exposición, además de estar durante semanas en el Centro, fue mostrada a niños de colegio y pasó por universidades, parques y museos.

Bosque de la Paz

El sábado 12 de septiembre de este año, entre las diez de la mañana y las cuatro de la tarde, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación “adoptó” y sembró 55 árboles del Jardín Botánico de Bogotá. A esa primera ceremonia de plantación asistieron veinte mujeres que, después de hacer un mandala con flores y frutas, plantaron ocobos, palmas, sietecueros y chiripeques. Lupi, la mujer que celebró el ritual, dijo que “es en homenaje a todas las mujeres víctimas de Colombia, para que nunca haya olvido. Las semillas son las que más conservan la memoria”.

Foto: Centro de Memoria, Paz y Renconciliación

Desde ese día, cada sábado se plantaron más árboles, siempre con distintos temas y reflexiones sobre la vida, la tierra y los derechos humanos. A cada sembrador se le entregó un certificado que recuerda, por un lado, la importancia de cuidar el árbol que sembró, y, por otro lado, lo que simboliza haberlo hecho en ese contexto. Poco a poco, esta actividad ha tejido entre los participantes el compromiso con el medio ambiente y con la construcción de paz.