Las familias de su Consejo Comunitario fueron desplazadas, los líderes tuvieron que refugiarse en otros lugares del departamento y los hostigamientos continúan.
Hace un año, en la tarde del martes 17 de octubre, fue asesinado José Jair Cortés, líder afro de Tumaco, de 41 años de edad. Su nombre era uno de los más reconocidos en las comunidades étnicas del Pacífico colombiano. Fue él quien se reunió con el gobierno para pedir celeridad en la ejecución de los planes de sustitución de cultivos de uso ilícito. Y fue él, también, quien después del Acuerdo de Paz se paró de frente ante la disidencia de Guacho – el Frente Oliver Sinisterra – para darle continuidad a los procesos de sustitución de cultivos de coca.
El general Óscar Naranjo, entonces vicepresidente, sabía que Cortés estaba en riesgo por negarse a aceptar las condiciones de las disidencias. El 28 de septiembre de 2017, en el Comité de Justicia Transicional de Tumaco, se hicieron públicas las amenazas contra Cortés y otros líderes del Consejo Comunitario de Alto Mira y Frontera; zona selvática, fronteriza con Ecuador y donde se extienden miles de hectáreas de coca de las 19.000 que, según las mediciones de la ONU, tiene Tumaco.
Aunque Cortés contaba con un esquema de seguridad de la Unidad Nacional de Protección (UNP), la comunidad y su familia sabían que no era suficiente, que las medidas de seguridad no garantizaban su vida y la de otros líderes. Apenas 15 días atrás, el 5 de octubre de 2017, fueron asesinados ocho campesinos, al parecer, por la Fuerza Pública. En medio de un operativo de erradicación forzada de cultivos, los militares abrieron fuego contra campesinos que se oponían a esta medida. Y todo sucedió allí: en la zona de Alto Mira y Frontera, donde las disidencias amenazaron a José Jair Cortés.
La desconfianza con el Estado no surgió de la nada: en la reunión de septiembre, los líderes denunciaron ante el gobierno que el grupo armado ilegal los había reunido para exigirles que se opusieran a los operativos de erradicación forzada del Ejército. Los líderes afro, entre ellos José Jair, se opusieron y fueron declarados inmediatamente objetivo militar. El grupo armado extendió la amenaza contra los líderes que respaldaban la sustitución de cultivos de uso ilícito, y estas amenazas se hicieron públicas en el siguiente comité, el del 9 de octubre. José Jair, como referente de resistencia en los procesos de sustitución de cultivos, estaba en la mira. Él lo sabia y se refugió.
La comunidad insistió varias veces, con gritos de auxilio, en una intervención integral del Estado que nunca llegó. En agosto de 2016, uno de sus líderes, el representante legal del consejo comunitario de Alto Mira y Frontera, Genaro García, fue asesinado por hombres de la Columna Móvil Daniel Aldana de las Farc. Se sabía de antemano que las disidencias de esta columna buscarían a toda costa adueñarse de las rutas del narcotráfico. Sin embargo, ninguna petición hizo eco y, como advirtieron las disidencias, José Jair Cortés fue asesinado cuando, después de permanecer un tiempo escondido, viajó a Alto Mira y Frontera a visitar a su esposa, quien se encontraba enferma.
La indignación por el asesinato de Cortés creció rápidamente. El desplazamiento de familias afrodescendientes de la zona de Alto Mira y Frontera y el control evidente que tomó Guacho sobre la zona dejó al gobierno mal parado. Con toda la presión a cuestas, el 7 de noviembre el gobierno anunció la captura de uno de los autores materiales del crimen. Se trata de Aris Yirber Caicedo Gutiérrez, alias Cholo, un hombre cercano a Guacho que aceptó su responsabilidad ante el Juzgado Primero Penal Municipal de Popayán. Según la Fiscalía, ‘Cholo’ hacía parte del Frente Oliver Sinisterra, es decir, de la disidencia comandada por Guacho. ‘Cholo’ fue señalado de ser la cabecilla del grupo de sicarios que operaba con las disidencias.
Un año después del asesinato de José Jair
En el transcurso del último año, el Consejo Comunitario de Alto Mira y Frontera ha sufrido el desplazamiento de decenas de familias y el hostigamiento de las disidencias así como del Ejército con los planes de erradicación forzada. Después de la llegada de Iván Duque al poder, la situación se ha tornado más compleja por los operativos militares que se han realizado en Tumaco y que, hasta el momento, no han dado resultados. La supuesta ofensiva contra Guacho, en la que dijeron que había quedado herido, solamente aumentó la tensión la zona de Alto Mira y Frontera, donde siguen mandando la disidencias.
Hablamos con personas que viven en Alto Mira y Frontera y nos dijeron que de poco han servido las medidas cautelares que le otorgó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) al Consejo Comunitario en marzo de este año. En la vereda Restrepo, donde José Jair fue asesinado, la comunidad realizó este miércoles una misa en su nombre, a las 2 p.m. Una de las personas más cercanas a él nos contó que “todo este año han seguido los problemas: las mismas amenazas, la misma pelea por el territorio, los mismos peligros y la misma lentitud en el tema de la sustitución de cultivos. Mejor dicho, problemas por todos lados”.
Todos estos problemas se siguen presentando mientras la comunidad vive en medio de una zozobra que crece con el paso de los días: “Nos da miedo hablar, dar cualquier tipo de información. Para nosotros es muy complejo por los problemas que hemos tenido. Siempre que nos quieren preguntar algo, lo dialogamos todos los compañeros, no queremos exponernos. Además, con el tema de los cultivos todo se ha complicado. El gobierno sigue erradicando sin cumplir los acuerdos, metiéndose a las fincas sin respetar a los habitantes; no solo dañan la coca sino los cultivos de plátano. Arrancan todo”.
En estos momentos, en la región de Alto Mira y sus alrededores alrededores están inscritas 4.800 personas en plan de sustitución de cultivos, por el cual luchó José Jair hasta el final. “Pues hasta el momento se han hecho dos pagos. Algunas familias sí han podido cambiar los cultivos pero para las otras es muy difícil porque el gobierno no da alternativas ni condiciones de seguridad. Tampoco podemos decir que hay líderes que puedan hablar con el gobierno, hay mucho miedo”. La comunidad, no obstante, tiene dentro de sus planes cultivar cacao o yuca, productos que han dado fruto en sectores aledaños: “El problema es que la disidencia sabotee todo”, nos comentó uno de los campesinos.
¿Qué tan complicada está la situación para los campesinos de la zona? Le hicimos esta pregunta a Bismarck Preciado, directivo de la Corporación para el Desarrollo Agroempresarial de Tumaco (Cordeagropaz). Según él, lo complicado de Alto Mira y Frontera es que “sigue en conflicto. Es una zona en la que de alguna manera se ha tratado de llevar a cabo el programa de sustitución de cultivos de uso ilícito, pero no ha sido fácil. Lamentablemente estamos en medio de actividades ilegales y con la presencia de diferentes grupos armados. Tumaco es una zona que requiere mucho apoyo para fortalecer las actividades productivas. Se necesita fortalecer la comercialización de cacao, lo mismo la de la palma y el coco. Si no invertimos en esto, será muy difícil transformar el territorio”.
El último año, nos explicó Mario Cepeda, politólogo y periodista que trabaja en la zona, ha sido muy difícil para la comunidad de Alto Mira y Frontera: “Todos los directivos del Consejo Comunitario tuvieron que salir de la zona y resguardarse en otros lugares, esperando la protección del Estado. Y por ahora el gobierno está concentrado en la situación de conflicto con las disidencias, en una lucha por el territorio en la que las principales víctimas son las comunidades. Ahora existen más amenazas contra los líderes que apoyan la sustitución de cultivos, y ellos no cuentan con un respaldo estatal. Los campesinos son el eslabón más débil de la cadena, y aunque ellos mismos han propuesto estrategias para tener un territorio libre de cultivos, no han sido escuchados, sino perseguidos”.
En el casco urbano de Tumaco también se siente la olla a presión de los sectores rurales. Uno de los sacerdotes que trabaja en el municipio nos contó que, después de la muerte de José Jair “los líderes se han trasladado al casco urbano para refugiarse. En las zonas rurales hay muy pocos líderes visibles, tienen miedo, prefieren mantener un perfil muy bajo porque las represalias ya sabemos cómo son. Los grupos armados están buscando tomar el poder de todo el territorio, y en esa guerra las que más sufren son las comunidades. Aquí las personas ya no confían en nadie, no se sabe quién manda. Cuando estaba las Farc pues se sabía que ellos controlaban todo y si había que hablar con alguien pues se sabía quién era el jefe, el comandante. Hoy no se sabe quiénes son los jefes. Hay mucha inestabilidad, mucho miedo”.
La captura del autor material del asesinato de José Jair no se tradujo en tranquilidad para las familias. La situación, por el contrario, siguió empeorando. Una persona cercana al líder asesinado nos lo explicó así: “Hasta que no podamos trabajar tranquilos, sin tantos hostigamientos, no podemos hablar de justicia en el asesinato de nuestro compañero”.