Hablamos con el exprocurador acerca de sus tirantas, de quemar libros y de por qué, según él, una cosa es ser homosexual y otra hacer 'lobby' gay.
A comienzos de esta década, la Procuraduría era un engranaje más de la burocracia estatal. Opaca y bautizada con un nombre que suena genérico, resulta difícil creer que hace 10 años los colombianos de a pie supieran el nombre completo de quien la encabezaba. Pero en enero de 2008, el Congreso eligió a un abogado bumangués de nombre Alejandro Ordóñez para ocupar el despacho del Procurador General de la Nación y, al menos por unos años, todo eso cambió.
Ya en el cargo, Ordóñez llevó el reglamento y los poderes del ente de control hasta fronteras inexploradas: destituyó e inhabilitó a personajes como el ministro de agricultura Andrés Felipe Arias, a la exsenadora Piedad Córdoba, al exalcalde de Bogotá Gustavo Petro y al de Medellín, Alonso Salazar.
Para septiembre de 2012, cuando Ordóñez fue reelegido en su cargo, la Procuraduría no solo tenía temblando a todos funcionarios públicos del país, sino también se había convertido en un bastión para la derecha religiosa. Desde su despacho, Ordóñez se opuso al matrimonio entre parejas homosexuales, a la adopción por parte de parejas del mismo sexo y al proceso de paz con la guerrilla de las Farc.
No obstante, en septiembre del año pasado, el Consejo de Estado anuló la reelección del procurador al encontrar que familiares de varios de los senadores que votaron por Ordóñez habían sido nombrados en cargos de la Procuraduría. El falló llegó cuatro años después de la elección.
Tras salir el despacho que ocupó durante casi siete años, Ordóñez comenzó preparar una candidatura presidencial que lanzó en junio de este año. Desde entonces ha estado recorriendo el país, dando entrevistas y lanzando tweets, estirando para la carrera presidencial que se aproxima. ¡Pacifista! charló con él sobre esta nueva etapa en su carrera política.
Últimamente lo hemos visto mucho sin saco, luciendo sus tirantas. ¿Esa va a ser la pinta del Ordóñez candidato?
Las tirantas son algo que mi papá usaba y que me ha llamado la atención desde niño, quizá era el único detalle bogotano que tenía mi papá. No es algo nuevo, las uso desde hace unos treinta años. Cuando pasaron de moda seguí usándolas porque es una costumbre, como usar corbatín y no corbata.
Hoy pueden tener un mensaje subliminal de carácter político y es que a uno no lo pueden coger con los pantalones abajo.
También ha estado muy activo en sus redes sociales. ¿Las maneja usted mismo?
Todas las mañanas yo me reúno con “milleniums” como ustedes (risas), les pregunto qué ha pasado y doy instrucciones. A media mañana hago un seguimiento, pero trato de no convertirme, como muchos otros, en un esclavo, un instrumento de la máquina.
Las redes son importantes hoy porque son un refugio de la libertad frente al unanimismo de la agenda impuesta por los medios de comunicación.
¿Cuál es esa agenda?
En Colombia, los medios solo lloran por el ojo izquierdo, el lagrimal derecho no existe. Ahora con las redes podemos equilibrar un poco eso.
Por ejemplo: la reacción de 10 millones de colombianos que el 10 de agosto del año pasado salieron a marchar en contra de la ministra Gina (Parody). En ocho o 15 días se produjo un fenómeno social generalizado que como consecuencia, en efecto, la tumbó.
¿En Colombia se está perdiendo el miedo a dios?
En algunas élites culturales, sí. Pero en la sociedad no, todo lo contrario. Colombia, sobre todo la Colombia profunda, es muy religiosa. Lo que pasa es que nuestra alma es como una de esas viejas y hermosas capillas del altiplano cundiboyacense, en las que hay preciosas obras de arte ocultas bajo un pañete. Pero hay determinadas circunstancias que equivalen a la gotera que puede tumbar ese pañete.
La derrota del 2 de octubre, por ejemplo. Una de las últimas veces que yo me reuní con el presidente Santos fue días después del plebiscito. Él decía: mire nosotros hicimos una encuesta sobre las razones del ‘No’ y cerca del 60 % tenían que ver con los temas de familia. Eso demuestra un poco que Colombia, en el fondo, sigue siendo lo que es a pesar de los esfuerzos de determinados sectores y determinadas ideologías. La pérdida del temor a dios es algo que se da en algunas élites sociales, culturales.
¿En algún momento de su vida usted se fue a Europa y trató de ser seminarista. ¿Por qué desistió en la carrera de sacerdote?
Porque para eso se necesita vocación y yo no la tenía.
¿Cómo se dio cuenta?
Pues eso… eso, se da uno cuenta (risas). Claro, me regresé y me casé y soy un esposo feliz y un padre dichoso. Llevo 34 años casado y tengo siete mujeres de una sola esposa (risas). Es un sino, parece que las Ordóñez no me dieran sino mujeres. Pero no, la segunda está embarazada de un niño.
¿Y qué ha aprendido usted viviendo entre mujeres?
Ellas son mi bálsamo y mi consuelo y mis alegrías. A veces de los hombres públicos se hacen caricaturas y luego se ataca la caricatura. A mí los sectores de izquierda, toda esa mamertería intelectual, me dicen que yo soy un misógino. ¿Usted cree que uno con siete mujeres puede si quiera tener la tentación de ser misógino?
Las mujeres me han enseñado mucho. He aprendido de su actitud vital, de la sensibilidad, la tolereancia y el afecto. Además, ¿qué puede ser mejor que ser consentido? Siete mujeres lo consienten a uno mucho. Y yo soy muy consentido.
¿Y qué pasaría si alguna de las mujeres de su familia resultara ser gay?
Se ha pretendido mostrar a Ordóñez como un homófobo, un monstruo que persigue a los homosexuales. Estuve en la procuraduría durante casi ocho años y nombre a varios homosexuales, más de dos.
Yo entiendo y creo que los homosexuales tienen una condición por la cuál no pueden ser discriminados. Tienen una dignidad que no puede ser menoscabada. Los católicos creemos en amar al prójimo sin importar su condición. Lo que pasa es que una cosa son los homosexuales y otra cosa es el lobby gay
¿Cuál es la diferencia?
Es un tema ideológico, político. Al lobby en el fondo le interesan poco los homosexuales, le interesa utilizarlos para que una ideología, la ideología de género, se imponga y se diseñen políticas públicas para que a través de ellas se adoctrine a la ciudadanía.
En los homosexuales hay dos clases: el que es y el que hace el lobby. Este segundo es un ideólogo, un político, que no tiene esa condición pero utiliza a los homosexuales como instrumento para diseñar una ideología que busca deconstruir la institucionalidad que se funda en la familia tradicional.
¿Y qué pasaría si se impone en Colombia esa ideología de género?
Ahora hay un gran debate en las sociedades occidentales en materia de vida, familia y matrimonio. Algunos sectores radicales pretenden imponer una ortodoxia en la cual hay una inquisición para no solamente desmontar, sino para judicializar a quienes tenemos una antropología cristiana. Una sociedad pluricultural no puede pretender que quienes tienen una antropología cristiana vayan a aceptar dentro sus instituciones sociales esa cosmovisión que impone la ideología de género.
La única forma de resolver esa tensión es regular la objeción de conciencia: si existe un colegio que como consecuencia del derecho de asociación transmite unas tradiciones fundadas en unas creencias, ¿por qué obligarle por la vía de las leyes y las políticas públicas a actuar en contra de ellas?
Que haya otros colegios que trasmiten otras ideas, perfecto. Pero lo que busca la ideología de género es un diseño social totalitario. Lo mismo pasa con las clínicas: si hay una que tiene un ideario y que considera que se debe respetar la vida desde la concepción hasta la muerte natural, ¿por qué se le va a obligar a abortar? Y así con otros temas de carácter cultural.
¿Usted alguna vez se ha rebelado?
Hoy yo soy un rebelde del establecimiento, del régimen. Soy un rebelde contra de ese unanimismo cultural que pretende imponer una ideología. Hoy los rebeldes somos quienes tenemos un ideario conservador. Lo que antes era la revolución ideológica cultural se ha convertido en la ortodoxia del establecimiento. Hoy los revolucionarios somos los que queremos el orden.
Me gustaría conocer su versión acerca de ese famoso episodio de la quema de libros…
Éramos un grupo de jóvenes que un día, en señal de protesta porque se presentando una pedagogía pornográfica dirigida a los niños, quemamos una revistas. Eso fue todo.
Eso fue hace cuarenta años, yo tenía veinte años. ¿Por qué no preguntan qué hizo Humberto de la Calle hace cuarenta años? ¿Por qué no preguntan qué hizo Petro hace 25? ¿Por qué no preguntan qué hacía Claudia López hace 28?
Hay una agenda para tratar de satanizar a algunas personas de la vida nacional, no por lo que hemos hecho sino por lo que pensamos. Yo nunca lo he negado: hace veinte años quemé libros, como una actitud revolucionaria. Hoy actuaría diferente: haría políticas públicas en defensa de la niñez.
¿Cómo se ganó usted el voto de Gustavo Petro para procurador?
Le voy a contar la anécdota: cuando yo estaba haciendo la campaña para procurador me reuní con ocho senadores del Polo democrático. Eran 10, pero Jorge Robledo y Gloria Cuartas no fueron. Estaban incluso algunos de los que yo destituí años después, como los hermanos Moreno Rojas y Gustavo Petro.
Faltaban ocho días para mi elección y fuimos a comer al Hotel de la Ópera (en Bogotá). Petro, quien era el vocero, me dijo: “Mire, usted va ser el procurador, pero nosotros todavía no sabemos si votamos por usted o no. Porque de usted se dicen muchas cosas, se dice que usted va instrumentalizar la función pública con propósitos políticos, se dice que usted hasta quemaba libros”.
Y yo le dije: “Mire senador Petro, déjeme hacerle una pregunta y una reflexión: ¿Ustedes son librepensadores no es cierto? Pues yo no. Yo soy la antítesis de ustedes, pero si ustedes no votan por mí por como yo pienso, esa es una incoherencia de ustedes. Estarían sancionando a alguien por pensar distinto. Ustedes se legitiman si votan por mí, esa sería una muestra de que sí son libre pensadores. Ahora, es cierto que yo quemé libros. Pero cuénteme una cosa, ¿ustedes no quemaron el Palacio de Justicia? Yo quemé unos papelitos. Ustedes, personas. Entonces en últimas estamos entre pirómanos”.
Petro votó por mí. ¿Qué hacemos? Y aspiro a que en el 2018 vuelva a hacerlo.