David Cortright dice que la paz con las Farc va bien, pero le preocupa la falta de seguridad en las regiones.
David Cortright, uno de los hombres que más sabe de procesos de paz en la actualidad, es un veterano de guerra. En los años setenta se unió al ejército estadounidense para pelear la guerra de Vietnam y tan pronto volvió a Norteamérica, creó un movimiento a favor de la no violencia. Desde entonces es uno de los activistas de paz más reconocidos en el mundo.
Ha luchado contra el armamento nuclear, contra la guerra en Irak y a favor de las estrategias no violentas de lucha contra “la amenaza del terrorismo global”, como él mismo dice. Además, es el director de Estudios Políticos del Instituto Kroc de Estudios Internacionales de Paz de la Universidad de Notre Dame, una de las organizaciones que más ha apoyado el proceso de paz en Colombia.
En medio de un fin de semana tenso, en el que el cronograma de dejación de armas estuvo a punto de alterarse por cuenta de la detención del guerrillero Yimmi Ríos, que realizaba labores de pedagogía para la paz en Bogotá, Cortright vino al país a entregarle al Vicepresidente Óscar Naranjo los resultados actuales de la Matriz de Acuerdos de Paz, un mecanismo que compara la implementación del acuerdo con la experiencia de los 34 procesos en el mundo a través de 51 categorías de análisis. Ríos, cabe decirlo, fue liberado y al final la tensión se disipó.
Hablamos con Cortright sobre la posibilidad de acabar la guerra, reconciliarnos y construir una cultura de paz en el país. Esto fue lo que nos contó.
Según la matriz que usted dirije, ¿cómo va la implementación del acuerdo de paz?
Hemos encontrado un progreso muy significativo en temas de seguridad, de cese al fuego, de garantías de seguridad y de, de desarme y verificación: el cese al fuego ha sido efectivo y completo, no ha habido ninguna clase de conflagración tras ese hecho y el proceso de agrupar a los guerrilleros para reincorporarlos a la vida civil va bien. La dejación de armas está retrasada, aunque igual hay progreso en esa parte.
No hay avances muy grandes en el componente de verdad, reconciliación y víctimas, además no vemos una solución concreta en temas como el desarrollo económico y todo lo que tiene que ver con sustitución de cultivos ilícitos. En términos generales, el mensaje es que lo que está sucediendo es un buen comienzo, pero hay que acelerar la implementación.
¿Y con respecto a otros países?
Un cuarto de los compromisos en términos de seguridad e implementación se ha realizado de manera exitosa. Si el progreso continúa, pronto se implementará completamente esta parte del acuerdo. Eso deja bien parado a Colombia, hasta ahora, en comparación con otros tratados de paz en el mundo.
Los primeros dos años de la implementación son muy importantes, porque si un gobierno logra implementar el 60% de los acuerdos dentro de este tiempo, hay una gran probabilidad de que el posconflicto sea sostenible y que el país no vuelva a la guerra. Solo tenemos datos de 5 meses de implementación, pero el camino es auspicioso y no hay razón para que Colombia no alcance niveles de sostenibilidad.
¿Cuáles son las amenazas más evidentes del momento que vive Colombia?
Es alarmante la falta de seguridad en algunos territorios de Colombia. Hay combatientes que están en ese tránsito a la vida civil y le temen a entregar sus armas, porque es la única forma que tienen para protegerse. Están asesinando a los líderes sociales, por causas diversas; está el problema del narcotráfico, que está relacionado con patrones del pasado. Hay muchos actores armados, lo que hace más complejo el panorama, entonces tiene que haber una reevaluación seria de esos elementos, para que las comunidades se sientan más seguras y más conectadas con lo que sucede en el país.
Lo que está sucediendo es un buen comienzo, pero hay que acelerar la implementación.
¿Qué opina de decisiones como la de la Corte Constitucional con respecto al fast track, que ocasionan demoras en la implementación del acuerdo?
Es claro que decisiones como esas han costado retrasos y las Farc tienen preocupaciones. Sin embargo, hay que tener en cuenta la posición del presidente, quien expidió una serie de decretos muy importantes para establecer el marco legal de la implementación. La decisión de la Corte no altera la sustancia ni la esencia de lo pactado, más bien tienen que ver con el procedimiento y ejecución de algunos apartes en términos de democracia.
Sí, va a tomar más tiempo, pero es posible que al finalizar esos tiempos, el acuerdo tenga mucha más legitimidad jurídica y puede ser mucho más sostenible.
Sin embargo, la ciudadanía parece pensar que el país y el proceso de paz se caen a pedazos. Con evidentes falencias como el asesinato de líderes sociales, los retrazos en las Zonas Veredales y demás, ¿cómo lograr que el país recupere la confianza?
Para retomar la confianza los medios deben tratar de ver el progreso, contar historias y mostrar el lado humano del proceso de paz. Hablar de cómo esos combatientes están en camino a reencontrarse con sus familias, además de cómo los niños que han sido víctimas de la guerra regresan a sus hogares. La gente del común no entenderá una matriz, pero si les hablas del aspecto humano detrás del proceso de paz, es más posible que se recupere esa confianza.
Los problemas del posconflicto se presentan en regiones históricamente olvidadas a las que el Estado sólo llegó con la Fuerza Pública. ¿Ha sido un error privilegiar la seguridad en estas regiones por encima del desarrollo social?
Muchas de estas regiones de Colombia han sido olvidadas por el Estado, y en lugares donde hay una falta de gobernabilidad hay un riesgo mayor de entrar en conflicto. La seguridad es importante, pero la presencia del Estado también debe ser con inversión social, buenas condiciones sociales, oportunidades para el desarrollo económico, posibilidades de educación. El carácter de esa presencia debe ser participativo, para que la gente sienta que puede hablar con sus gobernantes y que ellos les van a responder.
El gobierno sigue erradicando cultivos de coca de manera forzada, mientras trata de implementar el acuerdo con los cultivadores, ¿no es un mensaje contradictorio?
En teoría, la sustitución voluntaria y la erradicación podrían coexistir. Sin embargo, debería haber prioridad por la negociación con los campesinos. He visto lugares donde firman un acuerdo con los campesinos y al otro día llega el ejército a erradicar. Yo creo que ese es un problema de falta de coordinación. Ambos actores, tanto el Estado como los campesinos, deben llegar a un acuerdo claro sobre las condiciones en las que ese proceso se debe llevar a cabo.
Los medios deberían mostrar el lado humano del proceso de paz.
Este proceso de paz pareciera dividido en dos: el de la “deuda” del Estado con sus ciudadanos, y el cambio de chip que tenemos que hacer para empezar a convivir con las Farc, que por años fueron consideradas como el enemigo a vencer. ¿Cómo construir una verdadera cultura de paz en este nuevo contexto?
Este es uno de los factores más importantes del proceso: así como las Farc y el gobierno se han tenido que coordinar para trabajar juntos, lo mismo tiene que trabajar al interior de la sociedad. No sé cómo hacerlo pero tiene que haber un acuerdo entre justicia para las víctimas, que no significa necesariamente cárcel y barrotes, para dialogar entre los diferentes sectores de la sociedad. El diálogo de base es fundamental para la construcción de paz.
Durante la campaña del plebiscito, había un acuerdo entre los del Sí y los del No: ninguno quería volver a la guerra. Tenemos que encontrar ese campo común y desde ahí empezar a trabajar. Además, la gente debería leer el acuerdo, es un documento precioso.
¿Cómo sacar el debate de la polarización que vive el país, que parece dividido entre santistas y uribistas?
Yo no tengo una respuesta, pero creo que las comunidades tienen voz y deben hacérsela llegar a la clase política. La ciudadanía debe preguntarle a todos los candidatos, de todos los partidos, cómo van a hacer para garantizar este proceso de paz y tratar de defenderlo de los políticos. El proceso de paz es una demanda de la sociedad, porque la gente no quiere volver a la guerra. Así que hay que construir una fuerza social que se la juegue por este proceso.
Si el gobierno logra implementar el 60% de los acuerdos en los primeros dos años, hay una gran probabilidad de que la guerra no vuelva.
Durante la campaña del plebiscito, la sociedad civil se movilizó a favor de la paz, pero esa emoción ha bajado, ¿cómo hacemos de la paz un tema ‘sexy’ que se mantenga en la agenda y se discuta a diario?
Tenemos herramientas poderosas redes sociales y narrativas inimaginables que nos ayudan a identificar cosas positivas. Por ejemplo, se pueden dedicar a buscar las noticias positivas y esperanzadoras. Las redes sociales son muy importantes para mantener la conversación. Necesitamos pensar estratégicamente.
Los artistas, deportistas, estellas de cine pueden ayudar a mantener el proceso de paz en la conversación. También podemos usar a los miembros de las Farc que sean más elocuentes para que cuenten su historia. En comunicaciones, la narrativa y las caras sirven más que las estadísticas.
Hay cosas que no pasan por las estadísticas o por los acuerdos: ¿en qué parte del proceso de paz está la reconciliación?
Yo creo que el proceso de paz es un acto de reconciliación en sí mismo. Es la capacidad de la gente para trabajar juntos y ver un futuro común a pesar de las diferencias, de utilizar el conflicto como una oportunidad para construir. Eso es lo que, en últimas, está detrás de estos acuerdos de paz entre el gobierno y las Farc.