Hace pocos días, con bombos y platillos, anunciaron la construcción de un Museo Nacional de la Memoria en Colombia. Pero lo que pocos conocen es que las FFMM están invirtiendo más de 20 mil millones de pesos para levantar su propio museo. ¿Competencia de memorias?
Por: Esteban Montaño
El pasado 9 de abril, en el marco del Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas, el presidente, Juan Manuel Santos, entregó el lote en Bogotá donde será construido el Museo Nacional de la Memoria, una obra que se enmarca en la política de reparación simbólica a las víctimas a través de un lugar que albergue sus relatos sobre la violencia del último medio siglo. La concepción que subyace a esta iniciativa es que la historia del conflicto armado debe contarse necesariamente desde esta perspectiva. Sin embargo, es muy poco lo que se ha hablado del papel que deben jugar los protagonistas de la guerra en todo este proceso.
La pregunta surge a raíz de otra iniciativa similar que ya está comenzando a tomar forma: el Parque Museo de las Fuerzas Militares. Se trata de un macroproyecto que se está erigiendo en un terreno de 11 hectáreas en Tocancipá y cuyo costo supera los 20 mil millones de pesos, la mayoría de los cuales proviene de donaciones privadas. En palabras de su director, el general Luis Gómez, se trata de un lugar que “se convertirá en el centro de memoria histórica por excelencia de nuestro país”.
Así las cosas, ¿para qué el museo anunciado por el presidente hace unos días?, ¿No sería suficiente un solo museo de la memoria si estamos hablando del mismo país? Según el general Gómez, en Colombia se tiende a pensar que la memoria histórica solo tiene que ver con el conflicto armado, pero el objetivo del Parque Museo es ampliar esa mirada y mostrar que ese concepto también incluye las batallas de La Independencia y la importancia de las Fuerzas Militares en los 200 años de vida republicana. “Obviamente tendremos que hablar de los últimos 60 años -aclara-, pero nuestro enfoque es mucho más general y centrado en las operaciones y los aspectos organizativos de nuestras fuerzas”.
Sin embargo, las diferencias entre los dos museos no son solo de carácter temporal. Según Marta Nubia Bello, directora del Museo Nacional de la Memoria, la narrativa de este lugar se centrará en la reconstrucción de la historia del conflicto armado a partir de las voces de las víctimas. Los combatientes, dice, también tendrán su lugar pero eso es algo que aún está en discusión. Es, tal vez, la representación museística que más genera debate puesto que la guerra colombiana ha sido larga y de una degradación tal, que es difícil marcar las fronteras entre víctimas y victimarios.
“He conocido relatos de víctimas de desplazamiento que no han tenido otra opción que vincularse a los paramilitares. ¿A estas personas en qué lugar las colocas?, definitivamente la guerra en Colombia no está en blanco y negro”, dice Bello para resumir la complejidad del debate.
Esta postura, sin embargo, no es muy bien recibida por los militares. Es claro que uno de los objetivos del Parque Museo es contrarrestar las malas críticas a las FF.MM y reivindicar su conducta durante el conflicto. “Este museo es fundamental para la sostenibilidad de la fuerza, aquí la gente no es consciente de lo que han hecho los soldados por el país y esa es una de las razones por las que se tergiversa la historia”, afirma el general Vásquez y pone como ejemplo los falsos positivos: “Cuando es un grupo ínfimo que no llega ni al 0,2 por ciento del total de las Fuerzas Militares”.
Para Yessika Hoyos, abogada del Colectivo José Alvear Restrepo, el debate no es tan sencillo. Según ella, en el Parque Museo debería hablarse de las consecuencias de las políticas de seguridad nacional y de la doctrina del enemigo interno sobre las organizaciones sociales y de izquierda. “Eso explicaría cómo, con la excusa de la lucha contrainsurgente, se frustraron muchos proyectos legítimos para construir un país diferente”, dice Hoyos, quien reconoce que esta aspiración, si bien es utópica en las actuales circunstancias, es fundamental para que algún día se pueda hablar de una paz verdadera.
¿Y las víctimas de los militares qué?
El general Vásquez promete que el Parque Museo tendrá un espacio para hablar de las víctimas de las Fuerzas Armadas “porque uno debe tener la altura y aceptarlo, aunque sea doloroso”. ¿Cómo, de qué tamaño, con qué discurso? Aún no se sabe. Es un tema que está en discusión de puertas para dentro de la Escuela Superior de Guerra.
Aunque Colombia le apuesta a construir un museo de la memoria en medio del conflicto -y es o la convierte en un caso particular en el mundo- no es el único país que enfrenta intensos debates para la construcción del mismo. Hace algunos años se reunieron en Buenos Aires, Argentina, los directores de los museos de la República Checa, Italia, Estados Unidos, Suráfrica, Rusia y Chile para aportar en la discusión sobre el museo que se planeaba construir en la antigua Escuela de Mecánica de la Armada Argentina, el sitio donde ocurrieron miles de detenciones, torturas y desapariciones durante la dictadura militar de Jorge Rafael Videla.
Los participantes recordaron que los debates que se dieron en esos países giraron en torno a la forma como se iba a presentar la información para que le llegara tanto a audiencias masivas como a las personas directamente relacionadas con los hechos recordados. También se discutió la pertinencia de ubicar esos museos en los lugares en los que ocurrieron hechos violentos, como en el caso de Estados Unidos y Suráfrica, cuyos museos se emplazaron en el hotel en el que asesinaron a Martin Luther King y en la cárcel en la que torturaron a cientos de personas antes del regreso a la democracia, respectivamente.
Otros temas recurrentes fueron la necesidad de vincular a las generaciones más jóvenes para que el horror no se repita y el papel que debían jugar las víctimas en todo el proceso. Lo cierto es que en ninguno de los casos mencionados se habló de la construcción de dos museos de la memoria simultáneamente. Y esto se convierte en un reto mayúsculo a la hora de pensar en un relato sobre el conflicto que se integre a la historia nacional y se convierta en el punto de partida para la paz y la reconciliación entre todos los colombianos.
El Parque Museo de las Fuerzas Militares, al ser un intento de legitimación de un actor que ha puesto una importante cuota de víctimas, entra en abierta contradicción con la política impulsada desde el Museo Nacional de la Memoria Histórica. Si bien reconoce que ha afectado a la población civil, al diluir la magnitud de su responsabilidad, impide la reparación integral porque niega a muchas de sus víctimas y con ello obstaculiza uno de los fines principales de la memoria: el esclarecimiento definitivo de lo que ha pasado en la guerra.
Ahora bien, este debate también debe leerse en el contexto particular de un conflicto armado que sigue latente. Seguramente, otra sería la discusión si los militares no tuvieran que seguir combatiendo a la guerrilla, por ejemplo. En esa situación hipotética, tal vez el Parque Museo no tendría la necesidad de hacer un lugar de memoria para limpiar su imagen. Y esto último, más que una justificación, es un interrogante sobre si es el momento adecuado para levantar un museo de las Fuerzas Armadas.
Por lo pronto, el museo está en construcción y será inaugurado en el segundo semestre de este año. Hay una gran expectativa por el aporte de este proyecto al relato del conflicto armado en Colombia. Como dice Marta Bello, “la memoria debe ser crítica y no puede ser una oda que exalte únicamente las virtudes de quienes la elaboran. La memoria tiene que interrogar y, en últimas, debe servir para aprender de lo que se hizo mal”. La pregunta que queda en el aire es si es posible que los militares apliquen estos criterios en el Parque Museo, sobre todo teniendo en cuenta que el resultado no solo va a incidir en la solución final de la confrontación, sino en lo que los colombianos van a recordar de esta etapa terrible de la historia del país.