“Más que la foto, supongo que estaría mucho mejor reconocer a lxs personxs que se nombran desde lugares fuera de la heterosexualidad y asegurarles un trato lindo en su día a día”
Seis ciudades. Treinta y cuatro municipios. Más de ciento cincuenta mil personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género recorriendo las calles. Así se vivió la marcha LGBTIQ del fin de semana en Colombia.
Como una reacción a las pasadas elecciones presidenciales, en las que se puso en peligro el reconocimiento de los derechos y las garantías de la comunidad, cientos de personas, colectivos y organizaciones se tomaron las calles colombianas para demostrar que están más presentes que nunca.
Si observamos con detalle esa ola multicolor que podría parecer homogénea a simple vista, vamos a darnos cuenta que dentro de la misma existen diferencias significativas. Incluso, si nos adentramos en la misma sigla ‘LGBTI’ veremos que hay quienes no se identifican con ninguna de las letras. Por eso, surge la necesidad de añadir la ‘Q’ que viene de la palabra en inglés queer. Esta palabra justamente hace alusión a la no definición, a los géneros no binarios. Es decir, a quienes no se identifican como hombres, mujeres o que están necesariamente tránsitando hacia alguna de estas dos direcciones. Por eso es que el juego con la identidad, la ambigüedad y el desafío constante a los límites heteronormativos, son las bases de las personas que no están conformes con ningún género.
En ese sentido, quisimos saber qué piensa sobre estas formas de hacer activismo una persona que prefiere no encasillarse en ninguno de estos moldes. Analú Laferal es unx de ellxs y opta llamarse a si mismx con la letra ‘x’ porque no le gusta encasillarse. Conversamos sobre las reflexiones que le dejó esta movilización que se celebra una vez al año desde 1969.
Este es su testimonio:
“La marcha LGBTIQ en Medellín comenzó en el sector de Barbacoas y terminó en la Alpujarra, en pleno centro de la ciudad.
Creo que las movilizaciones de este tipo son importantes y simbólicas cuando conmemoran fechas específicas. Pero veo más potentes las marchas que se convocan por coyunturas— como lo han sido las marchas que ha establecido el movimiento estudiantil, de profesores y de mujeres— que frente a distintos debates se movilizan hacia las calles. Es decir que no necesitan un día específico de conmemoración, sino que surgen organicamente de necesidades políticas específicas.
Sin embargo, las marchas conmemorativas son relevantes porque permiten entender la magnitud de las causas. Si tenemos en cuenta que las diferentes personas y colectividades que trabajan por estos temas —como este que congrega género, sexualidades y cuerpos— vamos a entender la importancia de salir a las calles a mostrar que estamos, existimos y nos podemos reconocer a nosotrxs mismxs. Es vital.
No siento ningún tipo de ofensa viendo que personas heterosexuales marchen por esta causa y se movilicen. Poder juntarnos y aliarnos por una misma causa más allá de nuestra identidad de género, genera empatía. Si tenemos en cuenta que los principales violentadores de personxs con orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas son personas heteresexuales y que una gran parte de estas, está manifestandose a favor de nuestra causa, vamos a entender la importancia de esta decisión. Cuando deciden sumarse justamente reducen la distancia que a veces existe por parte de algunos de ellos.
No veo ningún problema con que la gente vaya a la marcha, se tome fotos y las comparta en sus redes. Esto aumenta la visibilización que buscamos al salir y tomarnos las calles. Si esto se comparte de una manera respetuosa, se genera un eco de esta visibilización. Otra cosa muy diferente es si se comparte sin respeto o con intenciones de exotización o ridiculización. Eso sí va en detrimento del objetivo principal de la marcha.
Más que la foto — que es claramente una muestra de apoyo—, la vida cotidiana debería reflejar lo qué se busca en la marcha. ¿Pero qué se busca? Un trato bonito entre las personxs sin importar su orientación sexual y su identidad de género. Más que la foto, supongo que estaría mucho mejor reconocer lxs personxs que se nombran desde lugares fuera de la heterosexualidad y asegurarles un trato lindo en su día a día.
La mejor forma de hacer activismo en la vida cotidiana es poder acercarse a quienes nos rodean y conversar con ellxs. Lo ideal es poder resolver las dudas desde un trato amoroso y pedagógico y que ese activismo se empiece a replicar para crear entornos cada vez más seguros.
La movilización, la marcha y la fiesta no están mal, pero podemos reforzar y mantener una ciudadanía activa. Es decir que desde las vías legales propongamos estrategias jurídicas en defensa de nuestros derechos. Además, los ámbitos culturales o los medios de representación o autorepresentación, nos pueden ayudar a construir nuevas maneras de reconocimiento que no se establezcan desde los guiones heterosexuales. Desde ahí, podemos lograr que los imaginarios sociales tengan unas modificaciones significativas.
Por último, pero no menos importante: debemos seguir pensando cuáles son los temas que necesitamos en la agenda pública, en el debate y en el impulso de nuevas propuestas. Esto es lo más importante para que esto no se convierta en un movimiento estancado que solo aboga por temas superficiales. Lo ideal es que desde la política, exista una base que abarque la mayoría de temas que nos afectan cotidianamente a todxs los que habitamos este país.
* Pueden encontrar en Instagram a Analú como @laferal_