Al menos cuatro personas murieron en un enfrentamiento con el Ejército en el municipio nariñense. Hablamos con seis líderes de la zona
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Por Santiago Valenzuela
Un año después de haber votado masivamente a favor del acuerdo de paz (con 71 por ciento) y tres meses después del desarme de las Farc, los pobladores de Tumaco se sienten muy lejos de la paz y, más bien, en pleno conflicto.
El confuso episodio en el corregimiento y consejo comunitario de Alto Mira en que murieron al menos cuatro campesinos el pasado jueves 5 de octubre, en medio de enfrentamientos entre cocaleros, el Ejército y la Policía por operativos de erradicación de coca, es la punta del iceberg de los problemas del municipio. Por su estratégica ubicación sobre el mar, cerca de la cordillera y en la frontera con Ecuador, Tumaco permanece el epicentro del narcotráfico y la base de casi todos los grupos criminales del país.
(A la hora de publicación de este artículo algunas fuentes hablaban de un total de ocho víctimas mortales. ¡PACIFISTA! solo pudo confirmar cuatro. El número de heridos, según informes de prensa, alcanza los 50.)
Esta realidad es una pesadilla permanente para los tumaqueños, que solo hablan en voz baja de lo que sucede en su ciudad, una de las más violentas del país.
En casi todos los indicadores negativos a nivel nacional, Tumaco es primero. En homicidios, hoy ya superó la cifra de todo 2016. La pobreza (86 por ciento de sus habitantes vive debajo de la línea de pobreza del Índice de Pobreza Multidimensional) es una de las más altas. Con 134.000 personas reconocidas como víctimas es la tercera población con mayor número de registros de hechos victimizantes. Y con 23.148 hectáreas de coca, no solo es el municipio con más coca del país, sino que dobla al segundo y concentra el 16 por ciento del total.
La mañana del viernes, cuando el país apenas comenzaba a comprender las dimensiones de lo ocurrido en Tumaco, ¡PACIFISTA! habló con seis personas que viven o trabajan en Tumaco para ver por qué perciben que las cosas están empeorando.
1. El conflicto armado no acabó, cambió
Nora Bonilla, integrante del colectivo Tejedoras de Paz en Tumaco:
“El conflicto armado en Tumaco ha estado en movimiento, hubo un cambio de actores. Lo que pasó esta semana con los líderes campesinos asesinados lo demuestra. Hay diferentes versiones de los hechos, pero de fondo nos demuestra que el conflicto sigue. Si bien ya no está la guerrilla de las Farc, han surgido nuevos grupos armados, sobretodo en la Comuna 5. Está ‘La gente del Oden’, la guerrilla ‘Nueva Liberación’ y otros grupos que siguen cometiendo hechos delictivos. La comunidad siente pánico y temor porque otra vez se siente que no hay libertad para andar por el municipio. El problema no parece fácil de solucionar porque en la erradicación hay varias cosas en juego: los campesinos quieren que se respeten sus tierras y los erradicadores están entrando a la fuerza, desencadenando roces. Las Fuerzas Militares no han logrado una concertación con los campesinos, de ahí parten muchos problemas”.
2. Crece la desconfianza hacia el Estado
Diana*, líder social en la zona afectada:
“Estos muertos nos duelen mucho porque aunque la zona no es tan ‘caliente’, sí es de difícil acceso y era una muerte anunciada si el Ejército entraba con la fuerza. Esto se sabía que podía pasar porque hay personas de esa zona que se oponen al acuerdo de paz y no lo quieren dejar avanzar. Como escudo han usado a campesinos que sí quieren entrar en el programa de sustitución de cultivos. Por eso sabíamos que si el Gobierno se metía a la fuerza pues se armaba un conflicto. Reconozco que el Gobierno ha hecho muchas reuniones, pero no pasa nada. Se habla de sustitución pero luego llega el Ejército con la erradicación, así la gente no le puede creer al Gobierno. Mientras crezca esa desconfianza con el Gobierno habrá más violencia. Nos duele porque matan a campesinos que sí quieren la paz”.
* Por seguridad, pidió mantener su nombre en reserva.
3. La inseguridad se mantiene
Jefferson Sánchez, periodista:
“En Tumaco dependemos de la coca. El 80 por ciento de la población no tiene oportunidades, y el Estado no ha llegado con proyectos. En lugar de eso ha enviado al Ejército a erradicar las hectáreas. Ahora, súmele las disidencias de las Farc y las Bacrim, que todavía siguen en el territorio. La situación es muy delicada. En la vía Pasto-Tumaco siguen secuestrando, extorsionando. La sensación de inseguridad es la misma que antes de la implementación. Y se puede agravar con nuevas masacres por la falta de oportunidades que tiene la población”.
4. No hay avances en la implementación
Alexander Burbano, líder social:
“Lo que pasó ayer se veía venir porque el Gobierno no ha logrado consolidar un proyecto claro para implementar el punto 1 y el punto 4 del acuerdo de La Habana. La falta de seriedad para implementar los acuerdos ha generado desconfianza. ¿El campesino cómo va a dejar que le erradiquen sus hectáreas si no hay un programa serio para sustituirlas? ¿De qué va a vivir? ¿Qué van a comer? El campesino termina siendo la víctima de toda esta falta de seriedad del Estado. Por eso ayer hicieron una cadena humana para pedir que no les erradicaran las hectáreas. En uno de esos momentos fue cuando alguien disparó, no se sabe quién, y comenzó toda la violencia. Esto va a seguir pasando mientras crezca la desconfianza”.
5. La gente ya no sabe a qué atenerse
Darla Cristina González, líder de víctimas de Nariño y dos veces integrante de la Mesa Nacional de Víctimas:
“Todo el tiempo me llegan mensajes de preocupación de Tumaco. La situación se ha agravado porque la gente antes conocía las dinámicas de la guerra y tenía mecanismos de autoprotección que funcionaban. Ahora, al mutar los grupos armados, tenemos los mismos riesgos para las comunidades y aún más altos para los líderes, que le apostaron a trabajando por el acuerdo de paz en el territorio y esa visibilidad los tiene en una situación de riesgo hoy”.
6. Se disparó la violencia contra los LGBTI
Wilson Castañeda, director de la ONG Caribe Afirmativo que viene trabajando con Arco Iris de Tumaco desde hace tres años:
“Me preocupa muchísimo lo que está sucediendo en Tumaco porque allí floreció la esperanza de que por fin habría un espacio de protagonismo para las personas LGBTI afro. Pero, con dos asesinatos este año y muchas amenazas, están viviendo muertos de miedo. Lo que viene sucediendo allá desde 2013 es muy pionero, porque, en un hecho inédito y muy valioso, el movimiento afrodescendiente hizo la reflexión de que era necesario reconocer su diversidad sexual y tener espacios para que se organizaran. Con apoyo de la Personería organizaron unas elecciones y casi el 80 por ciento dijo que estaba de acuerdo con ese espacio. Así nació Arco Iris de Tumaco, con ese mandato de toda la comunidad. A la mayoría de organizaciones nos tocó a codazos.
“Lo primero que hicieron fue documentar los hechos de violencia y poner sobre la mesa cómo ha habido una práctica sistemática de violencia selectiva basada en la orientación sexual y la identidad de género. Eso estaba invisibilizado y ese tipo de trabajo empezó a generar riesgo para sus integrantes.
“Una de las personas asesinadas, Carlos Augusto Paneso, era integrante y fundador de Arco Iris. Un viernes en mayo empezó a circular un panfleto en su barrio donde le pedían a todas las personas homosexuales que abandonaran el territorio porque eran mal ejemplo para la sociedad. El martes siguiente lo asesinaron saliendo de su casa: lo acribillaron con doce balazos. Pocos días después, en otro barrio donde circuló el panfleto, asesinaron a Alex Aguiño, un chico que no era parte de Arco Iris pero que era abiertamente gay”.