El Centro Democrático tendrá un papel activo en contra de los acuerdos entre el Gobierno y las Farc.
Ya varias de sus principales figuras lo habían anticipado y era lo más obvio en el ajedrez político que plantea el Plebiscito por la paz: el Centro Democrático, principal sector de oposición a las conversaciones entre el Gobierno y las Farc, promoverá el voto por el NO a lo acordado en La Habana.
Así lo confirmó este miércoles el líder de ese partido, el senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez. Lo hizo en un acto que se desarrolló en la Misión Carismática Internacional en Bogotá. Acompañado por legisladores, integrantes del Centro Democrático y pastores de esa iglesia cristiana, Uribe calificó el plebiscito como “ilegítimo” en un extenso discurso. Sin embargo, anunció que la decisión del CD es participar de él.
La reducción del umbral de aprobación al 15% del censo electoral (cerca de 4 millones de votos), las críticas de un sector de la opinión a los acuerdos y el carácter confrontacional que ha construido el uribismo, fueron factores determinantes para que el Centro Democrático optara por acudir a las urnas para evitar la refrendación de los acuerdos, en vez de inclinarse por promover la abstención.
El plebiscito, que definirá el destino de unos acuerdos que pretenden acabar un conflicto de más de 50 años, será un escenario histórico de confrontación que medirá el aceite de las grandes fuerzas políticas del país.
Se posicionan las fichas del juego político
En una orilla está una gran coalición de partidos y sectores políticos y sociales que promoverán el SÍ. El partido de la U, el Liberal, Cambio Radical, buena parte del conservatismo, la Alianza Verde, el Polo Democrático, Marcha Patriótica, El Congreso de los Pueblos, oenegés históricas y redes de jóvenes y movimientos ciudadanos, tienen profundas diferencias en sus agendas y proyectos políticos. Pero, al tiempo, confluyen en su respaldo a los métodos y logros que han conseguido el gobierno Santos y las Farc en la mesa de conversaciones de Cuba.
Por el otro lado está el uribismo, que, con el NO, va a medir la vigencia política de su discurso contra el gobierno de Juan Manuel Santos y las negociaciones de La Habana. Incluso, como es el único partido que se jugará integralmente en contra de la refrendación, podrá cuantificar una base cierta de electores de cara a 2018. Su victoria en las urnas impulsaría su propuesta, pero su derrota sería un golpe que reeditaría la segunda vuelta presidencial de 2014, la elección que le permitió a Santos asumir su segundo mandato.
Para el uribismo, ganar no será una tarea fácil. Tendrá que enfrentar sectores de opinión jugados por la salida negociada del conflicto armado pero, al tiempo, derrotar grandes maquinarias electorales que apenas están siendo aceitadas y cuyo papel será determinante, sobre todo en las regiones.
No es gratuita la convocatoria que ha hecho el Gobierno en las últimas semanas a los mandatarios, fuerzas regionales y congresistas –algunos que, sin ser del ‘anillo presidencial’, han amasado grandes caudales electorales–, para que se sumen al SÍ. Se trata de una invitación que no deja de estar mediada por el ‘buen trato’ que esos mismos políticos podrían recibir del Ejecutivo en el futuro, de acuerdo con la postura que hayan asumido en el plebiscito.
Tampoco es gratuito que empiecen a gestarse nuevos liderazgos en las toldas del expresidente. Más allá del papel protagónico que jugará Uribe, quienes estarán al frente de la campaña por el NO en el Centro Democrático son ‘gallos finos’. Los elegidos son las figuras que, por ahora, participarán de la competencia por quedarse con la candidatura presidencial uribista en las próximas elecciones.
El saliente director de ese partido, Óscar Iván Zuluaga; el actual precandidato a la Presidencia, Carlos Holmes Trujillo, y el senador Iván Duque, tendrán en sus manos la coordinación de eso que Uribe llamó en su discurso “la oportunidad de recorrer nuevamente el país”, de emprender un “viaje a pie desde La Guajira hasta el Amazonas, desde la piedra del Cocuy hasta Cupica en el Pacífico”.
El discurso del expresidente Álvaro Uribe: una constancia histórica
“Para este viaje tenemos que curarnos la costumbre de dormir, para no tener la peste de los 56 años del castrismo, o los 16 del chavismo, que se han sentido más extensos que los Cien Años de Soledad”, agregó el expresidente.
Y esa tesis la sostuvo durante toda su intervención. Habló de “castrochavismo”, de la “invasión” del territorio por parte de soldados cubanos en los puntos de concentración y formuló una consigna: que a su partido solo le quedó “la opción de decir sí a la paz votando no al Plebiscito”.
Por ello, dijo que no se trata de una postura contraria a la paz, sino de la oportunidad para que se reformule la negociación entre el Gobierno y la guerrilla. “Las Farc concentradas, cumpliendo la promesa de cesar el delito y rodeada de garantías, facilitaría que la reorientación del diálogo avance y que la Nación pueda dedicarse a trabajar, a producir, a generar empleo de calidad y a superar tantas dificultades”.
Por otra parte, cuestionó los detalles del mecanismo del Plebiscito por la paz. Dijo que la refrendación con una sola pregunta les impide a los colombianos decirle sí a la paz, pero no a la impunidad. Completó esa idea diciendo que el precedente de lo negociado con las Farc y el mecanismo para aprobarlo le abre la puerta a algo similar con el ELN.
Agregó que lo sucedido en El Salvador, país donde el Gobierno negoció con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), es el espejo de lo que podría pasar en Colombia. De ese caso destacó los altos índices de criminalidad que se generaron después de terminados los diálogos y el impacto sobre la economía que, según él, han tenido los gobiernos conformados por exguerrilleros. Agregó que esas fueron las consecuencias de un pacto de “impunidad total”, pese a que el proceso de paz contó con el apoyo de la comunidad internacional y de la Organización de las Naciones Unidas.
Y en ese tema, el de la justicia, cifró buena parte de su intervención. Dijo que el acuerdo de justicia alcanzado en La Habana pretende “absolver” a los jefes guerrilleros. Criticó su elegibilidad política y que los responsables de crímenes de lesa humanidad y los cabecillas no paguen sus penas en la cárcel.
“Nosotros aceptamos que los guerrilleros rasos no vayan a la cárcel, que sean objeto de una reinserción solidaria y generosa. Pero la falta de cárcel, así sea de tiempo reducido, para los máximos responsables, será la partera de nuevas violencias y creará riesgo jurídico a la estabilidad de los acuerdos, sin que exista período de prescripción que pueda subsanarlo”, dijo Uribe.
El expresidente insistió en que un acuerdo de esas características solo puede ser generador de más violencias, sino el detonante de una mayor desconfianza: “Emprendemos la campaña por el NO al plebiscito porque con la impunidad no muere el odio sino que nacen más violencias. Porque estas niegan a las víctimas el derecho a la no repetición de la tragedia. Porque las Farc con sus delitos premiados, justificados y sin arrepentimiento, impide a muchos colombianos sentir el alivio espiritual del perdón”.