Mauricio Archila dice que internet y las redes son nuevas formas de movilización, pero no de protesta. Dejemos que él mismo lo explique. Por: Lou Guérin.
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Los movimientos sociales han sido siempre fundamentales, en todo el mundo, como formas de enfrentarse y contrarrestar a los gobiernos. Basta recordar, por ejemplo, a los Centros de Madres de Chile, que se opusieron a una de las dictaduras más fuertes de América latina y a su modo, levantando la voz y protestando, contribuyeron para detenerla.
No obstante, las luchas sociales han tenido lugar más allá de los autoritarismos. Han aparecido en escenarios democráticos, interfiriendo a veces en planes estatales que no cumplen el sentir de la sociedad que elige. En Colombia, esas voces congregadas en movimientos y luchas sociales se hacen cada vez más fuertes. Ese es un fenómeno al que desde hace años Mauricio Archila, profesor de la Universidad Nacional e investigador social del Cinep, viene poniéndole atención y monitoreando.
El proyecto Divergentes de ¡Pacifista!, en su esfuerzo por entender el fenómeno de la movilización en Colombia desde todos los frentes, conversó con Archila para saber cuál es su visión, la de uno de los expertos colombianos que más conoce nuestros movimientos sociales y su historia.
¿Cómo definiría los movimientos sociales colombianos? ¿Cuáles son sus particularidades?
Las particularidades de los movimientos sociales colombianos son muy parecidas a los de América Latina. Tal vez una de ellas es la de soportar y enfrentar las guerras internas con, por ejemplo, unos 60 años de conflicto en el caso colombiano. Acá, la identidad de los movimientos sociales se afianzó por una variable no despreciable: la violencia política de la historia colombiana.
¿Usted ha observado una evolución de los movimientos sociales?
Yo creo que por lo menos en los años ochenta y noventa se hizo más evidente una transformación hacia una mirada de derechos exigibles ante el Estado. Los movimientos sociales pasaron de la reivindicación como cadencia a solicitar derechos exigibles con una nueva Constitución colombiana. Para ponerlo muy gráficamente: el movimiento campesino defendía la tierra para el que la trabajaba, pero ahora exigen la tierra como garantía de vida digna. Encontramos muchas expresiones de eso en los movimientos colombianos. Por ejemplo, por un ambiente global de trabajo digno se crearon muchas organizaciones de ‘dignidad’ reflejando los giros de tipo cultural-político. Además, el Estado colombiano se transformó en algo más civilista, no necesariamente buscando destrucción. Los tiempos del terror se han acabado, y el reconocimiento de los derechos ciudadanos y de sus particularidades se hacen cada vez más importantes.
¿Cree que estos movimientos sociales tienen una tendencia ideológica de izquierda o ahora se encuentren de cualquier bando político?
Históricamente han sido de izquierda y durante un buen tiempo fueron relacionados, y algunos instrumentalizados, por la guerrilla. Pero de un tiempo para acá, desde los noventa, con la caída del socialismo real, ha habido un cambio. La guerrilla, sobre todo, fue tomando cada vez más distancia. Los movimientos sociales fueron rechazando los apoyos armados, buscando autonomía propia e infiriendo en los asuntos políticos, por eso hoy se habla de movimientos sociopolíticos.
Ahora existe la Alianza Social Indígena Independiente que es una de las expresiones de la izquierda sociopolítica. Y obviamente existen ciertas acciones desde la derecha, como en el departamento del Magdalena con la organización Asocipaz, que se ha opuesto a los Acuerdos de Paz en general.
¿Qué nos dicen nuestros movimientos sociales de la sociedad colombiana?
En general en Colombia hay una cultura muy conservadora.
Actualmente, los movimientos sociales tienen vida más allá de la protesta, de los momentos en que aparecen públicamente. Ahora hay movimientos que han logrado meterse en política y que han impulsado leyes. La Mesa Amplia Nacional Estudiantil, por ejemplo, logró sacar adelante un proyecto de ley para la educación estatal. Pero, aunque ciertos movimientos sean muy poderosos, cuando hay una marcha o una huelga la gente no tiene una respuesta favorable. Es una actitud en el país (hacia los movimientos sociales) que se encuentra entre la indiferencia y el rechazo, con algunos momentos históricos de apoyo.
Muchas organizaciones luchan por la implementación de los Acuerdos de paz, pero ¿cómo se obliga a un Estado a cumplir lo prometido cuando él mismo no tiene el control sobre todo el territorio nacional?
Es verdad que existe un tradicional incumplimiento estatal, como en el Chocó, en el Pacífico, en el Amazonas o en la Costa Atlántica. La alternativa se encuentra en la organización de la presión. Con el Cinep, por ejemplo, colaboramos y nos propusimos organizar foros y eventos para promover una ley estatutaria de protección ciudadana. Si el mismo gobierno no logró cumplir con lo acordado, a los movimientos sociales les queda organizarse para buscar convergencias. Es importante concertar vocerías, ejercer cierta presión al Congreso y al Gobierno para que el Estado cumpla más.
El panorama no es muy optimista, lo que se ve y se insinúa es que va ser la extrema derecha la que llegue al gobierno. A pesar de eso, los movimientos sociales han mostrado que no son pasivos y si regresamos a la ley de la selva , bajo un gobierno autoritario, no va a haber una revolución, pero sí una gran movilización.
¿Existen nuevas formas de luchar?
Tal vez. En términos cuantitativos ha disminuido la forma del paro y de la huelga, sobre todo porque los sectores obreros se han visto muy debilitados con el desempleo, a eso se agrega la violencia contra los sindicatos y contra los movimientos estudiantiles. Por otra parte, han aumentado mucho las marchas, los plantones y los bloqueos de vías, así como los actos de resistencia civil especialmente con las organizaciones indígenas.
El uso de internet y de las redes son nuevas formas de movilización, más no nuevas formas de protesta, porque ahí más que todo se moviliza. Además, el impacto mediático es mucho más fuerte, ha variado mucho la dinámica de las protestas porque ahora hay noticiero en directo en casi todas.
En comparación con los setentas y ochentas, el discurso también cambió: antes había mucha instrumentalización de la izquierda, hacían exigencias y tenían una retórica de izquierda. Ahora, en ese sentido, es un poco más moderado. No obstante, las tendencias sociopolíticas buscan cambios más estructurales y no tan cosméticos con una argumentación y un discurso más sólido y más crítico. Esos escenarios son aún más fuertes cuando sube un presidente autoritario y derechista, esos son los momentos en los que los movimientos se movilizan aún más.