La entidad socializó los objetivos que tendrá en su nueva etapa. Quedó la inquietud sobre si debe o no asumir una postura política frente a las víctimas.
Que no es un espacio para víctimas y victimarios, sino un proyecto de ciudad. Esas palabras de Adriana Valderrama, directora del Museo Casa de la Memoria de Medellín, en entrevista con ¡PACIFISTA!, no han dejado de ser polémicas y ponen en evidencia que la construcción de memoria no está libre de tensiones.
La frase volvió aparecer el jueves, en la socialización de los objetivos y retos que tendrá el museo en la nueva etapa que comienza. Esta vez fue por la pregunta de uno de los asistentes, que le preguntó a la directora si el museo se pondría al servicio, por ejemplo, del empresariado antioqueño.
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Valderrama dijo que la controversia fue causada por el titular de la entrevista, pero que, en el fondo, esa idea apunta a que el museo debe ser un lugar para todos, y eso incluye a las víctimas y a los victimarios: “(El museo) solo se construye a través de ese ejercicio de que aquellos que no han sido víctimas vengan y escuchen. En ese sentido el museo lo que tiene que hacer es abrirse para todos”, explicó la directora.
También dijo que reconoce ese espacio como el resultado de un proceso de incidencia política de ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil, y que por ello la participación es un asunto central: “Es muy claro que este museo está para garantizar un proceso de reparación simbólica de las víctimas y surge de unas movilizaciones sociales, de unas exigencias, y no solo de una voluntad política”.
Sin embargo, la nueva administración del museo insistió en que se debe “democratizar” el espacio y “construir no solo una memoria sino múltiples y diversas memorias que generen un diálogo inclusivo”.
En ese sentido, Esteban González, director de Investigación de la institución, explicó que se implementará un esquema de convocatorias públicas para los proyectos de esa área. “Va ser un espacio al que se puede acceder de forma democrática y participativa. No somos nosotros, ni los secretarios, los que diremos qué va a contar el museo”, dijo González.
Pero la intervención de uno de los asistentes dejó claro que el asunto no está cerrado: “Para mí es afortunado que se haya dicho que el museo no es de las víctimas, ni de los victimarios, sino de todos. Es una frase que nos sirve para abordar un debate que está en mora en Medellín, porque cuando decimos tan genéricamente que es de todos, podemos estar diciendo que no es de nadie. Y no, aquí hay una prerrogativa por las víctimas, la Casa de la Memoria está enfocada hacia la reparación de las víctimas”, dijo Andrés Arredondo, integrante del Comité de Impulso de Acciones de Memoria de la Comuna 13.
El debate por la neutralidad
Esa pregunta por la neutralidad surgió justamente porque, de acuerdo con Adriana Valderrama, esa debe ser la posición del museo: “Lo que se va a hacer es convocar y articular diferentes posiciones y desde diferentes orillas. Es claro que van a llegar muchas organizaciones y muchos ciudadanos con su posición política, pero el reto es yo cómo me convierto en una espacio neutro, facilitador entre esas diferentes visiones”.
Ese debate no se desprende de la pregunta sobre la centralidad de las víctimas. El mismo Andrés Arredondo dijo que esa también es una discusión pendiente y que, a su juicio, el museo no debe ser neutral: “Tampoco comparto, y es para que lo discutamos abiertamente, eso de que se invoque la neutralidad o la apoliticidad en la intervención. No, por el contrario, no es neutral, hay una opción, tenemos que posicionarnos y direccionar políticamente la intervención, porque la prerrogativa de instancias como esta es por las víctimas y por su reparación integral”.
Sin embargo, Valderrama aclaró que no se trata de proponer una neutralidad que se confunda con indiferencia: “Es una neutralidad por la protección y el respeto del ejercicio político de las organizaciones que están alrededor del museo. Es una forma de proteger y garantizar la misión y la visión del museo para que sea una plataforma donde todos los actores con sus diferentes posiciones políticas puedan interactuar, siempre tratando de evitar que se vuelva un espacio ideologizado porque otras voces quedarían por fuera. No es que seamos indiferentes, todo lo contrario, es tal el compromiso con la reparación, la no repetición y la construcción de paz que pensamos que tenemos que mantenernos neutros”.
Por su parte, el Director de Investigación del museo afirmó que la función de ese espacio es, en principio, la reparación simbólica. En ese sentido, dijo que las víctimas deben estar en el centro de la agenda. Sin embargo, explicó que para garantizar otros usos de la memoria, como la reconciliación y las garantías de no repetición, es necesario insistir en que el museo debe abrirse a toda la ciudadanía.
“Si nosotros reconstruimos las memorias de las experiencias de las víctimas del conflicto armado y las exhibimos sin convocar al resto de la ciudadanía podemos caer en el exceso de la memorialística, en simplemente crear memoriales. Pero los usos más apropiados de la memoria están en el reconocimiento de los otros. Para las garantías de no repetición, la reconciliación e incluso para la reparación simbólica, es importante que todos los ciudadanos, desde el más viejo hasta el más pequeño, sepan lo que les pasó a esas personas que están hablando a través de esos relatos que se exponen en el museo para que sean conscientes de que eso no lo podemos volver a repetir”, dijo Esteban González.
El fantasma de la cooptación política
Otro asunto que hizo parte de la discusión sobre el destino que tendrá el Museo Casa de la Memoria tiene que ver con el riesgo de que ese espacio pueda convertirse en un instrumento para que las administraciones municipales hagan política.
Si bien su directora planteó como un avance que la entidad y sus programas hagan parte del plan de desarrollo municipal que se encuentra en discusión, y que sería aprobado en el Concejo de Medellín antes de finalizar este semestre, esa misma situación es vista con desconfianza por algunos sectores.
Por una parte, el programa en que se inserta el museo, “Medellín cuenta con vos para construir la paz en el territorio”, se inscribe en la dimensión denominada Seguridad y Convivencia Ciudadana. Eso significa que iniciativas asociadas con la memoria y la construcción de paz estarán en el plan de desarrollo junto a la política de seguridad de la alcaldía de Federico Gutiérrez.
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Por otra parte, esa misma inclusión en el plan de desarrollo implica que asuntos estratégicos del museo entren en la controversia política que suele generarse alrededor de esos instrumentos de planeación, que son la hoja de ruta de la administración.
Para Valderrama, sin embargo, el museo le apostará a la continuidad y a que no se personalicen los proyectos. En ese sentido, defendió el hecho de que se haya logrado incluir en el plan de desarrollo la apuesta por la construcción de paz territorial y que ella se encuentre al margen de lo que pueda suceder en la mesa de conversaciones de La Habana.
Según dijo, es necesario concentrarse “en asuntos más importantes que si Federico (Gutiérrez) va o no a La Habana”.
Esa, precisamente, fue otra de las inquietudes que se plantearon, teniendo en cuenta que el alcalde de Medellín ha cuestionado el proceso de negociación con las Farc: “Yo no tengo que amarrar la construcción de paz territorial al proceso. Es importante tener esa línea porque, independientemente de la mesa, eso es lo que nos convoca acá”, dijo Valderrama.