El alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, dijo que los retos durante el posconflicto serán tan complejos como los posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Este lunes, ante los ministros de relaciones exteriores de los 28 países que integran la Unión Europea (UE), el alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, dijo que así como el viejo continente experimentó “el milagro de la Unión Europea, en Colombia necesitamos nuestro propio milagro” para recuperarnos de la guerra. La transformación, según él, podrá hacerse realidad gracias a los 70 millones de euros que la UE le donará al país para implementar el acuerdo final entre el Gobierno y las Farc, y para poner en marcha proyectos de desarrollo alternativo, desminado y reincorporación de excombatientes a la legalidad.
El “milagro” europeo al que se refirió Jaramillo en Luxemburgo, en un encuentro informal con el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE, se remonta al periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa estaba semi destruida. Además de un devastador saldo de 40 millones de personas muertas, la guerra le había dejado al continente cientos de ciudades y fábricas en ruinas, medios de transporte y de comunicación destruidos, viviendas afectadas y una agricultura gravemente lesionada. Con excepción de aquellos que se dedicaron a abastecer los ejércitos, la mayor parte de los países experimentaron descensos en su renta nacional y aumentos significativos en su deuda pública.
Los europeos también llevaban años de mala alimentación, no tenían acceso a materias primas y, como no exportaban, no tenían plata para importar. El invierno, la falta de rutas comerciales y la escasez de carbón agravaban la situación, al punto de que cientos de personas morían de hambre y de frío.
Fue entonces cuando Estados Unidos, que se había enriquecido con la venta de armas durante la guerra, vio en la crisis europea un peligro para su propia estabilidad económica y, al mismo tiempo, una oportunidad para expandir sus exportaciones. Por eso, creó un programa de recuperación para Europa, conocido como Plan Marshall, que también serviría para poner punto final al inconformismo social que alimentaba el éxito político de los comunistas en algunos países de Europa. A partir de 1948, y durante cuatro años, Estados Unidos le inyectó más de 12 mil millones de dólares a la economía del viejo continente.
Esa exhorbitante cantidad de dinero se destinó a la importación de materias primas y productos desde Estados Unidos, la recuperación de la industria y de la agricultura, la mejora generalizada del nivel de vida, y la cooperación económica. Esas y otras medidas le permitieron a los europeos recuperarse de los devastadores impactos de la guerra e, incluso, incrementar sus niveles de producción por encima de los registrados antes del inicio de la confrontación.
Seis años después de la finalización del Plan, Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos crearon la Comunidad Económica Europea (CEE), convencidos de la necesidad de continuar fortaleciendo el comercio multilateral y el equilibrio económico para garantizar la estabilidad y la paz de la región. La medida estaba en consonancia con el surgimiento de otros organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización del Comercio Internacional, que más tarde se convertiría en la Organización Mundial del Comercio.
En 1993, la CEE se cambió el nombre a Unión Europea y poco a poco fue ampliando su competencia a frentes tan amplios y diversos como la movilidad de los ciudadanos por el continente, el medio ambiente, los derechos humanos, la cultura, el empleo, la justicia, el deporte, la investigación científica, la transparencia institucional, la salud y las comunicaciones. Es por eso que la UE se define a sí misma como el vehículo que “ha hecho posible medio siglo de paz, estabilidad y prosperidad” en Europa.
Es a ese fenómeno de recuperación y cooperación —empañado por las crisis económicas de España y de Grecia, la posible salida de Reino Unido de la UE y la incapacidad para enfrentar la situación de los migrantes— al que se refirió Sergio Jaramillo en Luxemburgo.
De manera similar a lo ocurrido en Europa, el Gobierno del presidente Santos aspira a recibir, además de la ya asegurada millonaria inversión de la UE, grandes recursos de cooperación internacional que le permitan hacer realidad las reformas de desarrollo rural y de solución al problema de las drogas ilícitas que se pactaron con las Farc y con las cuales se pretende conjurar las desigualdades que dieron inicio al conflicto.
Dichas reformas requieren grandes inversiones para proyectos de sustitución de cultivos, potenciación de la economía campesina y construcción de infraestructuras en el campo, así como para la puesta en marcha de las nuevas instituciones contempladas en la Jurisdicción Especial para la Paz y el desarrollo de programas humanitarios y de reincorporación.