¿El fin del "Pacto del Fusil" que pacificó a Medellín? | ¡PACIFISTA!
¿El fin del “Pacto del Fusil” que pacificó a Medellín? La Loma es una vereda del corregimiento de San Cristóbal, en límites con la comuna 13. Es precisamente en esa zona donde se busca a los desaparecidos que estarían en La Escombrera.
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¿El fin del “Pacto del Fusil” que pacificó a Medellín?

Staff ¡Pacifista! - septiembre 6, 2015

Varios homicidios han dejado la idea de que los pactos de no agresión entre combos terminaron. ¿Qué tan legal es negociar con la delincuencia común?

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Se dice, como si fuera un mito, que la paz entre los combos de Medellín se selló con una reunión secreta en una finca entre Sopetrán y San Jerónimo, dos municipios del Occidente Antioqueño. Se dice que en ese encuentro emisarios de la Oficina de Envigado y de Los Urabeños llegaron a un acuerdo para respetar los territorios que para entonces, mediados de 2013, controlaban los combos que le rinden cuentas a cada una de esas estructuras.

Pero cuando la orden de callar las armas llegó a Medellín, el asunto fue menos clandestino y mucho más festivo. Los combos de varias comunas organizaron parrandas y marchas de camisetas blancas, cerraron cuadras y armaron partidos de fútbol para oficializar lo que acordaron sus jefes. Los pillos, antes enfrentados a bala, enviaron así el mensaje de que son ellos, y no las instituciones oficiales, los que deciden el cómo y el cuándo de la guerra y la paz en la ciudad.

La cancha de El Rincón

El 13 de julio de 2013 un grupo que superaba los 200 jóvenes llegó hasta la cancha de Belén Rincón y puso a rodar un balón. En carros “muy bonitos”, según recuerdan vecinos de ese sector, llegaron varios hombres, “los jefes”, que vieron los partidos desde las mallas y celebraron con todos los demás.

Esa escena se repitió durante varias semanas en diferentes sectores de Medellín y, mientras organizaciones no gubernamentales como la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (Corpades) bautizaba el acuerdo de no agresión como el “Pacto del Fusil”, las autoridades aseguraban desconocer esas treguas y atribuían la reducción de homicidios que venía de meses atrás, pero aumentó en los siguientes, a la presencia institucional y a que estaba calando el discurso por la vida que ha defendido el gobierno del alcalde Aníbal Gaviria.

Las estadísticas hablan por sí solas y, más allá de las explicaciones de uno u otro lado, lo cierto es que desde entonces cada mes que pasa representa una disminución histórica en los asesinatos en contraste con el mismo mes del año anterior. Por ejemplo, en lo corrido de 2015 se ha registrado una reducción superior al 40% en los índices de homicidios si se compara con el mismo periodo de 2014.

Sin embargo, el pasado jueves, la misma cancha donde los combos de Belén Rincón sellaron su pacto hace ya más de dos años fue el escenario de un triple homicidio que profundiza las dudas sobre la continuidad de los acuerdos.

“Eso fue aquí mismo, ahí fue a donde llegaron esos manes en tres motos”, dijo un hombre que miraba de cerca una visita que hicieron el viernes varios funcionarios de la Alcaldía de Medellín acompañados por el comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá. Y es que ese tipo de recorridos, de funcionarios de chaquetas rojas y decenas de policías, se han repetido en los últimos días en sectores como la vereda La Loma, en el corregimiento de San Cristóbal, y ahora en El Rincón.

La idea, según las autoridades, es ratificar su presencia en el territorio pese a las acciones violentas que han vuelto a tensionar el ambiente en algunos sectores de la ciudad. “Es que el problema es que dejaron esto aquí solo. Los dos policías que se mantienen en esta esquina no estaban en ese momento, entonces esos manes se arrimaron y les dispararon”, dijo el mismo habitante de Belén Rincón que señalaba el lugar donde fueron asesinados Hernán Castañeda, Alejandro Torres y Julián Quinchía.

La explicación que ronda en el barrio es que en esa parte céntrica están enfrentados de nuevo los combos de La Cancha y La Virginia. Los primeros pusieron un muerto hace unos días y el atentado del jueves habría sido una venganza por ese asesinato. Además, se dice que la salida de la cárcel de un hombre que llegó a controlar uno de esos grupos habría agitado la situación.

“Es de estos de La Cancha, pero es un man que ni siquiera es de por acá y viene a calentar el barrio. Acabó de salir, le dieron la domiciliaria e incluso anda por ahí con brazalete del Inpec. Con eso se acabó la paz que ellos mismos hicieron acá en esta cancha”, dice otro vecino.

Pero el clima de tensión en El Rincón no se reduce a lo que pasó en la cancha, en la parte plana del barrio. Otros combos, en diferentes sectores, en especial en La Capilla, ya subiendo la montaña, han protagonizado enfrentamientos desde hace semanas en lo que se ha presentado como una de las más claras fisuras del pacto de no agresión.

La Loma es una vereda del corregimiento de San Cristóbal, en límites con la comuna 13. Es precisamente en esa zona donde se busca a los desaparecidos que estarían en La Escombrera.

Tampoco es una situación exclusiva de ese barrio del occidente de Medellín. Fernando Quijano, director de Corpades, se ha convertido en una especie de fuente obligada para hablar del tema. Y aunque cree que no se puede hablar de una ruptura, sí insiste en que zonas como San Javier, Castilla, La Loma, Altavista y barrios de Belén, como El Rincón, experimentan tensiones por cuenta del deterioro de los acuerdos.

Sin embargo, la explicación para él no se reduce a la salida de las cárceles de algunos antiguos jefes de bandas, como se dijo hace varios días. Si bien reconoce que han ocurrido enfrentamientos en los centros de reclusión del Valle de Aburrá, Quijano sostiene que las razones son más complejas e involucran intereses electorales, el deseo de independencia de algunos combos y, por supuesto, las rentas de actividades como el narcotráfico y la extorsión.

“Por una parte están las elecciones y que un clima de violencia puede inclinar balanzas a favor de algunos candidatos. Segundo, hay gente de poder en las bandas de La Oficina que siente que se están entregando y lo tercero es la capacidad de Los Urabeños de empoderar a gente del bajo mundo para crear disputas entre sus enemigos. Además van dos años de pacto y las economías criminales funcionan mejor cuando hay guerra”, dice el director de Corpades.

¿Negociar con los combos?

Aunque sí es uno de los más extensos, el llamado “Pacto del Fusil” no es el único acuerdo de no agresión del que se tenga memoria en el Valle de Aburrá. Uno de los más sonados se conoció en 2010 cuando un grupo de ciudadanos propició acercamientos entre dos facciones enfrentadas de La Oficina de Envigado que eran comandadas por Maximiliano Bonilla, alias “Valenciano”, y  John Erickson Vargas, alias “Sebastián”. Esos dos hombres -ambos ya fueron capturados- se disputaban el control de cerca de 140 combos en Medellín y los municipios cercanos.

Aunque el pacto fue ratificado por ambos jefes mediante un comunicado conjunto, solo duró unas cuantas de semanas luego de que fue desautorizado por la Alcaldía de Medellín. El padre Juan Carlos Velásquez, quien participó de la comisión que facilitó los acercamientos, dice que faltó voluntad política para sostener las mediaciones. 

Pero es que de fondo existe un asunto que supera las voluntades políticas. Jorge Mejía Martínez, consejero para la Convivencia, la Reconciliación y la Vida de la Alcaldía de Medellín, fue el secretario de Gobierno de la ciudad cuando empezó la administración de Aníbal Gaviria.

Por esa razón conoce bien los discursos enfrentados sobre la existencia o no del “Pacto del Fusil” y las limitaciones de las autoridades locales para involucrarse en ese tipo de acercamientos entre ilegales. Eso significa, en otras palabras, que sentarse a buscar alternativas de paz con los combos hoy es ilegal y metería en problemas al alcalde que lo promueva.

 

Aunque se dice que el pacto ha facilitado la reducción de homicidios, se cuestiona su utilidad para contrarrestar delitos como la extorsión e incluso la desaparición forzada.

“Nosotros como Alcaldía hemos recibido propuestas de las bandas y los combos para posibilitar procesos de conversaciones porque supuestamente quieren desarticular sus organizaciones, quieren entregar a los muchachos menores de edad o quieren dejar de delinquir. Nosotros esas solicitudes las hemos transmitido al Gobierno Nacional porque la competencia para ese tipo de negociaciones no es de las entidades territoriales”, dice Mejía.

Ese problema de competencias, explica el consejero, ha impedido llegar a acuerdos de sometimiento que realmente aporten de forma permanente a mejorar las condiciones de seguridad en ciudades como Medellín: “Ese tema se lo transmitimos al anterior ministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez. Recibió las propuestas, pero la verdad es que ha habido un silencio sepulcral del Gobierno Nacional”.

Por eso insiste en que es necesario adoptar modificaciones en las atribuciones de los alcaldes y los gobernadores para que los pactos vayan más allá de los que, dice, siempre han existido entre organizaciones ilegales con el objetivo de reducir a conveniencia la intensidad de sus enfrentamientos.

“En este momento hay un vacío en el horizonte de paz colombiano –dice Mejía- porque hoy estas estructuras son más generadoras de violencia que la guerrilla misma. Con los procesos de paz desmontaríamos algunos conflictos, pero seguirían los de estos actores que son los que más se sienten en las ciudades”.

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